El Partido Comunista de España acaba de dar por roto el llamado “pacto constitucional” por razones que, examinadas por separado, ilustran bien la confusión reinante, común a izquierda y derecha, sobre los conceptos de Constitución, democracia, y federalismo, tan caro a ciertos planteamientos de la llamada izquierda, de escaso desarrollo teórico y muy endeble teorización por parte de los que se dicen defensores. Sostiene el comunicado emitido por la dirección del PCE que "se han recortado las libertades políticas y la calidad democrática está bajo mínimos". Pero tal desarrollo de los acontecimientos estaba ya in nuce en el propio “pacto constitucional” que el PCE da por fracasado y del cual el PCE fue uno de los promotores. La ausencia de libertad política está en el origen del camino emprendido por el PCE, y una senda viciada en su origen no podía más que conducir al resultado que ahora el PCE lamenta. En lugar de la libertad política, el concepto premoderno de consenso, o, en términos más descriptivos, la oscura y secreta transacción entre facciones enfrentadas para alcanzar un estado de cosas igualmente beneficioso para todos los grupos en liza, desdibujando por tanto las diferencias iniciales y convirtiendo la política en un negocio de la exclusiva incumbencia de las oligarquías políticas. En lugar de la ruptura democrática, la “reforma”, o, en jerga tramposa de la oposición antifranquista, la “ruptura pactada” y, por tanto, la aceptación de una monarquía legitimada por el mismo régimen al que el PCE se opuso y legitimada por segunda vez por una Constitución consensuada entre unos partidos a los que los electores no otorgaron poderes constituyentes, porque las elecciones convocadas en 1977 no respondían a tal finalidad. Ahora un Partido Comunista pulverizado en sucesivas elecciones, e ideológicamente perjudicado por el hundimiento de los regímenes de la Europa del Este, busca las razones de su fracaso en la traición a un supuesto “pacto” que habría de hacer viables la “planificación democrática de la economía” o “el derecho a la vivienda”: derechos estos dependientes de variables que una Constitución difícilmente puede controlar y asegurar. Por el contrario, lo que el comunicado del PCE ignora deliberadamente es aquello que verdaderamente define a una Constitución, aquello en lo que coinciden tanto la Declaración de los Derechos del Hombre emanada de la Revolución Francesa como la lucidez y agudeza de un jurista tan notable como Carl Schmitt: la separación de poderes, que ninguno de los partidos firmantes de ese “pacto constitucional” quiso garantizar.
Cristofobia
El Cristo de San Juan de la Cruz, Salvador Dalí La jurisprudencia ignora que aconfesional solo significa sin fe religiosa y neutralidad ante credos ajenos o falta de fe. Por eso confunde la cristografía destinada al culto con la de mero ornato. Esta confusión la crea un prejuicio sentimental derivado del siguiente sofisma: “toda imagen artística del Crucificado muestra una preferencia por el cristianismo, luego debe retirarse de los centros de enseñanza pública en un Estado laico”. La premisa es falsa. Del mismo modo que la iconografía de los dioses olímpicos, que decora las plazas públicas o museos estatales de toda Europa, no promueve las creencias paganas, la cristografía puesta en lugares profanos tampoco fomenta las creencias cristianas. Toda la cuestión se reduce, pues, a no identificar la función del crucifijo sacro con la de ornato artístico en lugares laicos. En concordancia con la Sentencia que retira el crucifijo de un colegio público de Valladolid, habría que retirar de todos los lugares públicos las obras de arte cristiano, como parece desear el director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Carlos III, al decir que la medida del Juez “va en la buena dirección hacia el Estado laico y nada tiene de cristófoba” (El País, 12-12-08). Nadie piensa que ese Juez antijurídico haya sido mordido en la yugular por Drácula. El artificioso artículo del Sr. Tamayo revela su falsa creencia de que al Estado laico, como a la democracia social, se llega progresivamente con medidas en la buena dirección. O es laico o no lo es. El Estado se hizo laico en virtud de un acto simultáneo y constituyente, que impuso la laicidad a todos los actos estatales futuros, cuya violación daría lugar a la nulidad. ¿Qué acto administrativo, posterior a la Constitución, ordenó la colocación de un crucifijo en el colegio de Valladolid? Ninguno. Estaba allí por derecho de prescripción. ¿O es que también se recurre a la memoria histórica, convertida en fuente inaudita del derecho, para retirar de los sitios públicos la iconografía cristiana, como se hace por justificadas razones de coherencia política con la franquista? ¿Qué persona se siente discriminada por un crucifijo? Además, el símbolo cristiano es el signo de la Cruz, no la tardía representación del Crucificado que, desde las comunidades cristianas sirias, pasó a la gnosis sincrética de paganismo y cristianismo. Reliquias románicas de esta cristografía primitiva jalonan el Camino de Santiago, por herencia cultural del obispo gnóstico y gallego Prisciliano.
Corrupción universitaria
La semana pasada un doctorado en Harvard y profesor de diversas universidades estadounidenses y europeas, incluídas algunas españolas, no tuvo reparos en calificar, en una carta al director de El País, a las universidades españolas como de “cuarta división regional”. Si no me equivoco fue Lorenzo Alonso en este mismo Diario el que en cierta ocasión explicó que no hay ninguna universidad española entre las cien mejores del mundo, y que gozamos de un nivel académico tercermundista… con todos los respetos por los países del así llamado Tercer Mundo. La mayor parte de los estudiantes y profesores no se lo explican, porque o bien no tienen visión política o porque su política consiste en puro politiqueo de poderosas organizaciones ya asentadas –partidos políticos y sindicatos– que no buscan el bien común y la excelencia personal medidas con el rasero de la libertad y el mérito. Las universidades, por pertenecer al Estado partidocrático, se ven inyectadas en sus cúpulas de poder y ámbitos más decisivos de personajes cuyo único afán es medrar sin merecer. Esto produce una suerte de conjura de mediocridades que a nadie con el mínimo sentido de la independencia intelectual puede escapársele. De ahí que no pueda hablarse de casos individuales de incompetencia, sino de una verdadera lacra colectiva. Una experiencia reciente ante un tribunal universitario, uno de cuyos miembros me faltó al respeto y a las normas más elementales de convivencia, dando las más atroces muestras de incapacidad de diálogo, como si los estudiantes fuésemos subnormales y como si las cátedras emitiesen, sin más, un conocimiento que debe ser sumisamente recogido por aquéllos, pone una gota de inconsumible amargor a un viaje a España que por otro lado me ha provisto de suculentos aprendizajes, nuevas amistades y afianzamientos de otras más viejas. Pero no ha lugar a una crítica de individuos, ni siquiera de instituciones concretas. Mientras los partidos y sindicatos no estén fuera del Estado y mientras no exista un control democrático del poder, la infección de este virus de mediocridad seguirá propagándose por nuestras instituciones, dilapidando el país en una tumba de miseria moral e intelectual. Uno respira con alivio sabiendo que muchos aún resisten, se cultivan y buscan la libertad política para todos. Rectorado de la Complutense (foto: losmininos)
Enemigos de la libertad
Wall Street (foto: Stuck in Customs) Cuando los estudiantes y trabajadores griegos manifiestan su repulsa de la violencia policial y su desprecio de la clase política, sin rumbo definido hacia la libertad, reverdeciendo el espíritu sesentayochista, Esperanza Aguirre está dispuesta a exorcizarlo en España con la ayuda de las Nuevas Generaciones de su partido, que dicen adiós al mayo del 68 y dan la bienvenida al veinte aniversario de “la revolución que supuso la caída del imperio soviético y el fracaso del socialismo”. El final de la guerra fría quebró el fundamento antagonista del bloque occidental. El pacto del Atlántico, mucho más que una simple alianza militar, era la esencia, el concepto medular de Occidente. El “Ser es defenderse” que proclamaba Maetzu, no es sólo una peculiaridad del fascismo, sino también algo propio de toda visión cultural que se legitima, en última instancia, por la existencia de un enemigo real o de un chivo expiatorio. Los vigías y defensores del “mundo libre” se concertaron para asegurar la estabilidad, un método de control social del que son consumados expertos. El terrorismo y los Estados que lo apoyan no acaban de suplir el miedo que generaba el comunismo. Hace diez años, el economista Lester C. Thurow señalaba en “The Future of Capitalism” la siguiente paradoja: “los atributos eternos del capitalismo –crecimiento, pleno empleo, estabilidad financiera, aumento real de los salarios- están esfumándose en el mismo momento en que también desaparecen sus enemigos”. ¿Cómo se explica que un sistema que no está amenazado por ningún poder externo ni tampoco por su propia sociedad haya podido caer en una crisis tan profunda como la que representa la sima financiera actual? Al mismo tiempo que se ha desarrollado la globalización económica, financiera y tecnológica, ¿acaso se ha incubado también un proceso de desintegración endógena cada vez más difícil de subsanar? Las élites dirigentes se están convirtiendo en los mayores enemigos de sí mismas, con la incompetencia, afán incontrolado de lucro y voluntad ilimitada de poder que exhiben. La caída de los dioses en Wall Street continúa: “esto es sólo una gran mentira” ha confesado Bernard L. Madoff; pero para grandes estafas, la que nos lleva infligiendo la partidocracia juancarlista durante treinta años.
Liquidez congelada
Los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea pedirán a los bancos que aprovechen las facilidades que les han dado para “mantener y apoyar el crédito a la economía y hacer repercutir en los prestatarios las reducciones de los tipos de interés centrales” (el Euribor sigue estando demasiado alto, ha advertido el presidente del BCE). La recesión se cierne sobre toda la UE, y dada la amplitud de la crisis, los Veintisiete consideran necesario un “esfuerzo acrecentado y coordinado”. En ese sentido, la Comisión Europea está dispuesta a ser flexible en la aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que obliga a los países de la eurozona a mantener sus déficits públicos por debajo del 3 por ciento. En España, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, anuncia la adopción de “medidas extraordinarias” si las entidades financieras no facilitan el crédito -sobre todo el circulante- a las pequeñas y medianas empresas que forman el tejido productivo nacional y no bajan el precio del dinero, aliviando la carga de los hipotecados; el Gobierno ha puesto en marcha un proceso para suministrar liquidez a los bancos y además ha concedido los avales que garantizan su estabilidad, y por lo tanto, ha de exigírseles que respondan “al reto que tienen ante la sociedad”. El presidente de la consultora Analistas Financieros Internacionales, Emilio Ontiveros, nombrado en algunos medios como posible sustituto de Pedro Solbes, augura que el BCE situará los tipos por debajo del 2%, bajándolos hasta el 1’5% el año que viene; y ha defendido la necesidad del control que deben ejercer las autoridades sobre el destino del dinero público que se da a los bancos, verificando que esas ayudas llegan efectivamente a una “inversión crediticia” cuya normalización es imprescindible para ver “algo de luz” en 2010 e ir saliendo de la crisis. El señor Ontiveros cree que “no es el momento de hacer ascos a los apoyos públicos” y que hay que centrarse en cómo levantar a la economía española de la depresión, ya que tenemos por delante “varios trimestres de crecimiento negativo”. A pesar de todo, Zapatero nos anima a confiar en que las previsiones sobre una recesión global sean “erróneas” tal como lo fueron “al no pronosticar la crisis actual”. hechos significativos “El nacionalismo es contrario a la defensa de España” (Fraga); éste no alude al franquismo sino a los nacionalistas del régimen actual, a los que habría, dice, que “colgar de algún sitio”. Esperanza Aguirre decide romper con el mayo del 68.
Queda la confianza
800.000 votos de confianza (foto: carf) Queda la confianza Una mirada vencida exige que otras facciones del rostro expresen hastío, picardía, falsedad, traición. El brillo de la juventud material consigue apenas mantener saludable una sociedad entregada. Esta realidad fisonómica, fisionomía de rostros y pueblos, certifica la defunción de la confianza. Los sabios que han pensado en ello han concluido usualmente que la confianza en los demás emerge de la que cristaliza en uno mismo. Sin embargo, esta sucesión de estadios no es tan fácil de comprender como parece. La confianza, y en esto guarda una cierta relación con la libertad política, se hace en común. Además, la confianza esencial, y aquí revela semejanzas con la lealtad, parte del prejuicio de igualdad absoluta, de paridad entre los seres que pone en relación, aunque posteriormente se nutra de la discriminación de comportamientos afirmando a quien sobresale del resto. Es decir, la confianza, entendida como sentimiento generador de virtud, parte del reconocimiento de la excelencia entre los pares. Las mismas personas que no confían en el mercado cuya libertad dicen venerar; los mismos poderosos que mantienen en sus puestos a los asesores que levantaron la veda de la codicia y ahora no tienen la menor idea de cómo frenar las consecuencias planetarias de sus actos -salvo acudiendo al bolsillo estatal- han decidido que Irlanda no es digna de confianza. Pero no de la confianza del resto de países de la UE, sino de la confianza en sí misma. Por eso el grueso de la oligarquía europea le dará una nueva oportunidad de enmendar su error soberano. Parece que los gobernantes de nuestro continente desconocen que una decisión tomada conscientemente puede ser criticada, pero no rectificada, por una voluntad ajena a quien la tomó, salvo que asistamos a un inmenso engaño o Irlanda asuma como principio de gobierno común la indignidad de las partes, predicando con el primer ejemplo. En cualquier caso, ambas situaciones serían dignas de crédito: el consenso en virtud del cual la clase política se ha blindado contra la sociedad civil, exige inmoralidad sin par. La acción inteligente (institucional) ha sido sustituida por el oportunismo silencioso y la paridad política por la unánime indignidad.
Grecia y Europa
Grecia conmueve a los europeos. La indignación por el disparo mortal de la policía a un estudiante de 15 años, se ha traducido en un movimiento de rebelión de jóvenes, clases medias y trabajadores, contra el régimen partidocrático y endogámico que sustituyó, en 1974, a la dictadura de los coroneles. Los sindicatos han aprovechado la ocasión para promover una huelga general que ha paralizado a la sociedad civil durante 24 horas. La experiencia del 68 francés, y de la huelga española del 89, bastan para anticipar el resultado de tanta agitación, sin dirección política a la libertad. Se cambiará o no el Gobierno conservador, pero la esperanza de cambio de Régimen, mediante la conquista de la libertad política, se habrá esfumado. El interés europeo por los actuales sucesos políticos griegos tiene sólidos fundamentos históricos. La independencia griega, primer asunto nacional resuelto por una acción concertada de las potencias europeas, se asentó sobre un sentimiento pre-nacional fraguado con una torpeza del invasor otomano. Para no disminuir la recaudación de impuestos y fomentar la oposición de la Iglesia bizantina a la romana, Mohamed II prohibió la conversión al Islam de los griegos, y concedió al Patriarca de Constantinopla un territorio, el “Fanar”, con jurisdicción cesáreo-papista. La aristocracia “fanariota” mantuvo la lengua griega con escuelas doctorales y, desde el Cuerno de Oro, administró con criterio unitario los asuntos griegos. La tecnocracia fanariota de Bruselas ni siquiera puede concebir hoy que la falta de libertad política sea motivo de sublevación, bastante ceguera tiene con su propia crisis para ver esa minucia griega. Las televisiones griegas ven en el asesinato del joven Alejandro Grigoropulos la gota de agua amarga que colma el vaso de la resignación. El rector de la Universidad de Atenas dice; “los jóvenes ya no nos creen”. Todos los comentaristas coinciden: “lo que esta pasando no es novedad, no es de ayer, ni una crisis de confianza en el gobierno que se resuelva con elecciones, es una crisis de Régimen”. Pese a ello, el líder de la oposición socialdemócrata, Papandreu, se suma a la manifestación silenciosa, con velas, en el centro de Atenas. Mientras los partidos comunistas enfrentados entre sí, y la coalición de izquierdas, Sinaspismos, acusada de “celebrar la violencia”, se unían a otras manifestaciones menos silenciosas. florilegio "Nada es más efectivo para disolver los conatos de libertad en las masas gobernadas, que canalizarlos hacia una huelga de objetivos económicos, o a la convocatoria de nuevas elecciones para ir de lo mismo a lo mismo."
Deporte y juventud
Desde el siglo VIII a. de J.C. se celebraban en el santuario de Olimpia unos juegos que durante cinco días constituían un acontecimiento cultural y religioso; una palma y una corona de olivo eran las recompensas de los atletas vencedores. A pesar de las tópicas alusiones a la tradición griega, ésta no guarda relación con la desorbitada dimensión que ha adquirido el deporte en la vida actual, como espectáculo de masas. No deja de asombrar que los medios de propaganda y entretenimiento, a los que seguimos llamando “de comunicación” por inercia mental, hayan concedido sus espacios preferentes a una particular crisis dentro de la general: la del Real Madrid, cuyos malos resultados, que lo alejan de su principal rival, han provocado la sustitución del entrenador. El culto que se oficia al fútbol se refleja en la meticulosa atención a cualquier detalle relacionado con el rendimiento de los jugadores, cuya mayor o menor eficacia se traduce en cientos de millones de euros; ante el empuje de los que prometen renovados triunfos, el declive de los veteranos, por muy laureados que hayan sido, apenas se prolonga. Copia “Lancellotti” de “El discóbolo” (foto: blacque_jacques) Durante la Edad Media, la actitud con respecto al cuerpo -algo sucio y pecaminoso que debía ocultarse- fue hostil; y frente a tal oscurantismo, se produce, en el Renacimiento, con el retorno del arte a la naturaleza, un feliz redescubrimiento de los rasgos físicos del hombre. En las sociedades contemporáneas, asistimos a la magnificación de la juventud y de los valores asociados a ella por la ideología de la libertad de lucro y de consumo: velocidad, dinamismo, exhibicionismo, hedonismo, agresividad, falta de escrúpulos. Los instintos de competencia y de juego, acusados rasgos antropológicos, poniéndose al servicio del vigor y la destreza físicas y del éxito material, entendidos como fetiches de la idolatría deportiva, conducen al primitivismo social. Si una de las manifestaciones de la barbarie nazifascista fue la glorificación de la juventud, ahora existe un manifiesto desprecio de la precariedad física que el paso de los años acarrea. Con una pobreza espiritual y una falta de vertebración mental características de esta sociedad de la abundancia, frescura y novedad permanentes, se considera que los ancianos son un lastre al que hay que arrinconar en algún asilo, cuando antes eran venerados.
Financieros
(composición: mermadon 1967) Un conjunto de millonarios financieros se reunió recientemente en la Universidad de Duke para analizar las causas de la crisis económica. Entre los invitados, Gao Xiquing, quien es responsable de la gestión de dos cientos mil millones de dólares en activos financieros. Junto a él, John Canning y Stephen Schwarzman, responsables y fundadores de empresas de fondos de inversión. Todos coincidieron en que "la crisis comenzó con la idea de prestarle dinero a los pobres". Quizás haya cambiado la ética del capital y este se haya olvidado del lucro como principio rector de sus acciones para poder derrochar generosamente sus caudales dando una oportunidad a los pobres. Si fuera así, habríamos asistido a una nueva época de la historia, habríamos sido testigos de un hecho extraordinario y la crisis económica estaría moralmente justificada ya que por primera vez en la historia de la humanidad las condiciones materiales estarían determinadas por la ética de la igualdad y no por la posición del individuo en la cadena de producción, naciendo una ética individual no influenciada por el status social o económico del individuo. El capital hasta ahora había podido ser como mucho filantrópico, en los países donde el capitalismo golpeó más tempranamente con sus ciclos, para poder encontrar nuevas oportunidades de inversión derivadas de las mentes creativas, y anteriormente, en cortes y palacios, por interés político. Es posible también que la ética del capital no haya cambiado y que los magnates creyeran que prestar dinero a los pobres sería algo lucrativo. En este caso el reclutamiento masivo de doctores de universidades como Cambridge y Oxford en UK, o Harvard y Yale en USA, por parte del capital financiero, con el objetivo de desarrollar nuevos modelos matemáticos y productos financieros, y las innovaciones contables para limpiar los balances del rastro mugriento de los pobres subprime, habría provocado la crisis política del laissez faire reaganita y thatcheriano dándole la estocada mortal a la era del dios mercado. Sea como fuere, los pobres seguiremos apelando a la inexistente democracia como forma de control de los poderosos para que estos sean responsables de los resultados de sus acciones al margen de sus más o menos populistas intenciones.
Atonía europea
La utopía de una ciudad universal, formulada por la escuela estoica (Zenón de Citium en su “Politeia”), fue integrada en la cosmovisión cristiana y dos milenios más tarde en el internacionalismo obrero. Estas ilusiones de cosmopolitismo siguen sin encontrar un asidero real en plena época de globalización comunicativa y mercantil. Desde Benjamin Constant hasta Milton Friedman, se ha predicado la paz mundial que la intensificación del intercambio comercial entre las naciones procuraría. Sin embargo, resulta evidente la crudeza bélica que se ha empleado para conquistar nuevos mercados. Hoy en día, si bien las relaciones comerciales parecen desarrollarse pacíficamente, las reglas del juego económico son impuestas por los países más poderosos, de manera directa, o a través de los organismos supranacionales que están a su servicio. Emergen como potencias China y la India, mantiene su hegemonía EEUU, y la Unión Europea es incapaz de sintetizar -más allá de los comunes problemas económicos que ahora la recesión está agudizando- sus aspiraciones políticas. Norteamérica acabó, menos en la península ibérica, con el fascismo y el nazismo; liberó a una parte del continente secuestrado; y promovió un gigantesco plan de reconstrucción económica que sentó las bases de la actual prosperidad europea. Fue natural que se extendiese un sentimiento de admiración y gratitud hacia la potencia militar vencedora, que impidió a los pueblos emancipados, tener un pensamiento original del mundo y una confianza independiente en su destino. Los Estados de Partidos, implantados en esta vieja tierra por el jardinero imperial, se convirtieron en árboles de la corrupción institucional. No perder la libertad o reconquistarla es la razón esencial del orgullo colectivo. Inglaterra y Francia (gracias a De Gaulle), tienen motivos, en parte, para sentirse orgullosos, pero, salvo Suiza, donde no fue atacada, la libertad, en los restantes pueblos del continente, fue una concesión estadounidense, que no incluía la de elegir a nuestros gobernantes y representantes ni poder controlarlos. Y éste es el marasmo político de la oligarquía europea del que todavía no hay trazas de salir. Parlamento europeo (foto: Soroll)

