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lunes 29 diciembre 2025
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Estado expansivo

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«Saturno devorando a su hijo» (Francisco de Goya, 1823).

En los Estados de partidos europeos, cuya mecánica y fundamento es el reparto del poder mediante cuotas, la omnipresencia del poder del Estado y su tendencia al totalitarismo —«todo Estado tiende a ser totalitario y todo Gobierno a ser oligárquico», nos advierte Dalmacio Negro— divide y subdivide a la sociedad con el objetivo de integrar en él a las masas, a través de esas facciones estatales que conocemos como partidos políticos.

La industria partitocrática estatal extiende sus tentáculos hasta los confines más alejados del territorio nacional con el fin de encadenar a su yugo al mayor número posible de ciudadanos afines a sus facciones, hasta convertirlos en delatores del rebelde, del políticamente incorrecto, o del no adscrito.

Antonio García-Trevijano define esta tendencia invasiva del Estado como estatalismo. Una perversión de esta forma política que excede su ámbito natural para introducirse en cuestiones que no serían de su competencia. Las costumbres y tradiciones sociales, las relaciones interpersonales, la instrucción pública, los valores éticos, las manifestaciones artísticas de la cultura o la propia lengua han sido arrancados a la nación, convirtiéndolos en razón o materia de Estado. Un ejemplo de esto lo tenemos en la expresión «educar en valores». Pero ¿qué valores? La respuesta es bien sencilla: los valores del Estado. Educar significa en este caso adoctrinar y no instrucción pública. Decía Elvira Roca Barea que «analfabetos ha habido siempre, pero ahora salen de la universidad». Pudiera parecer exagerado, pero en absoluto lo es. Según el último informe del Academic Ranking of World Universities (ARWU) 2020, la universidad española mejor situada es la Autónoma de Barcelona, ocupando el puesto 151 del mundo. No ha de extrañarnos, por tanto, que miles de jóvenes se enfrenten a la policía por un azumbre de mollate.

También existe una cultura de Estado, regada con decenas de millones y cuyo valor cultural es nulo, relegando al ostracismo propuestas independientes. Lo que se ha venido en llamar radiotelevisión pública no es otra cosa que radiotelevisión estatal. Los programas de debate para la confrontación de ideas, la presencia de personalidades de prestigio en todas las áreas del conocimiento, los programas musicales especializados o la literatura han desaparecido de la parrilla de su programación. La cultura y sus manifestaciones artísticas han sido reemplazas por el entretenimiento.

Nietzsche, en uno de sus grandes aforismos, nos alerta de la gran mentira del Estado: «Yo, el Estado, soy el pueblo».

El totalitarismo posmoderno detenta su tiranía de manera cada vez más evidente ante una sociedad inerme y distraída.  Una de las armas de las que se sirve el Estado para la homogeneización social  —y esto ocurre a escala mundial— es el lenguaje digital.

La perversión, reducción y empobrecimiento del lenguaje, el uso de absurdas abreviaturas, iconos, palabras talismán y mensajes breves nos permiten detectar los estilemas concretos de cada facción. Estas nuevas formas de control social a través del lenguaje son materia de estudio en las ramas de la antropología lingüística. Lo virtual desplaza lo real, consiguiendo un eficaz método subliminal de eliminación del pensamiento complejo y, por lo tanto, crítico.

Fundamentos y novedades

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A nadie parece ya importarle mucho la esencia de las cosas, aquello que permanece en el ser y sin lo que el ser ya no lo sería. Tampoco a nadie parece importarle mucho el fundamento de nada, aquello que está en la base y sustenta una construcción. Y a nadie parecen importarle mucho las raíces, el origen de lo desarrollado, esto es, su procedencia y su historia.

Y esto sucede porque en el centro del pensamiento no tenemos ya la realidad, el ser, lo que las cosas son. El centro se ha desplazado al deber ser. Y debe ser cuanto queramos. Y querremos según sintamos. Por eso, ese cambio del ser, de la realidad, al sentir, a la ingeniería social.

Ya no me defino por una realidad objetiva, sino por lo que decida según me sienta. Del ser al sentir. De la realidad dada a la construcción de mi voluntad. De lo objetivo al más puro subjetivismo.

El giro antropocéntrico que desplazó al teocentrismo finalmente ha descarrilado en la postmodernidad. Falto de referencias fijas, de Dios, de la tradición, de la historia, se impone el adanismo. Como nuevo Adán el hombre se piensa capaz de construirlo todo, con desprecio de la realidad misma del hombre, de su historia y de toda cultura.

Así, despreciando todo lo anterior, hace tabula rasa, y crea arte sin apoyo en el arte que le precedió. Lo único que importa es la actualidad de las cosas. Su valor está en la novedad.

Ya ni una novela de los setenta, ni una canción de los ochenta, ni una película de los noventa… Todo está felizmente superado por la inmediatez del presente. Presente que mañana será visto como ayer, como pasado, y superado por una nueva novedad.

Y este ritmo, cada vez más trepidante, reactiva e incentiva la producción cultural, que ya no es sino un bien de consumo más. Aunque más bien podría decirse que es un mal de consumo.

El arte, así, desprovisto del referente de la belleza no aspira ya a lo sublime, sino que, apoyado en la urgencia de la innovación y con la motivación de epatar, no busca otra cosa que producir rentabilidad económica en el mercado especulativo del arte. Y así el arte se aleja, por una parte, de lo eterno para reinar por un momento en el mundo de lo efímero y, por otra, se aleja del reino del espíritu para entregarse al dios dinero.

Igualmente sucede con el pensamiento político. Aquí tampoco pretende ya nadie otear la realidad alzado a hombros de los gigantes que les precedieron. Lo que se busca, bajo la égida del mito del progreso perpetuo, es avanzar siempre en la novedad, pasmar al consumidor con la innovación, ser lo ultimísimo.

Nosotros tenemos una teoría política, la que Trevijano nos enseñó. Y tenemos la organización que él nos dejó. Seremos enanos del pensamiento, pero vamos alzados sobre los hombros de los más grandes pensadores. Somos el fruto de toda una historia del pensamiento y de la acción política.

Y por buscar lo esencial nos podrán llamar esencialistas.

Y por ir a las mismas raíces de las cosas nos tacharán de radicales.

Y por conocer y defender los fundamentos de la democracia nos llamarán fundamentalistas.

Sí, aunque paradójicamente la acusación ahora no es nada novedosa, somos radicales, puesto que reconocemos nuestras raíces. Somos fundamentalistas, defensores de los fundamentos que necesariamente posibilitan la democracia. Y somos realistas, y por eso queremos ver la realidad tal como es. Y desde esa realidad llevar a la nación española a la conquista de la libertad política que pueda fundamentar y ser la raíz de la democracia.

Parálisis judicial provocada

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El Tribunal Supremo se ha sumado a las peticiones de consenso para que se acometa  la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). La Sala de Gobierno del Alto Tribunal se ha dirigido al órgano rector para trasladarle su «preocupación» por las «perniciosas consecuencias, ya graves en el futuro próximo»que provocará la falta de renovación. En la actualidad existen doce vacantes de magistrados en el propio Supremo que no podrán ser renovadas por la reforma que, en abril de este año, aprobaron PSOE y Podemos y que prohíbe al Consejo hacer nombramientos estando en funciones.

Ya entonces, el CGPJ advertía de que esa reforma podía llevar a la «indeseable consecuencia de la atrofia y la paralización al verse el CGPJ privado de la posibilidad de ejercer sus facultades». Resulta cuanto menos curioso que estas advertencias se realicen por el Tribunal Supremo, cuyo Presidente lo es a la vez del CGPJ. Es decir, la máxima autoridad del órgano requirente y el requerido es la misma.

Estamos ante una situación de parálisis provocada por los propios partidos para forzar el consenso que afecta no ya al Gobierno de la Justicia sino al normal funcionamiento de los órganos jurisdiccionales.

Con este chantaje que sólo sufren los justiciables se pone a las claras que la sustitución por la clase política de unos vocales del CGPJ por otros no constituye renovación alguna de la Justicia, sólo mera novación formal. Privados de la independencia del poder político que los escoge por origen y naturaleza de su designación, cualquier cambio de sus titulares se reduce a un simple cambio de cromos.

Esa extorsión a manos de los partidos gobernantes sólo tiene parangón en la postura  obtusa de la oposición que pretende que se reduzca el nombramiento del Gobierno de la justicia a una elección exclusivamente entre jueces. Las conductas corporativas de mutua protección tienen precisamente su origen en la institución de un CGPJ que es sínodo de la elite judicial partidista. Así, sus miembros son simples jueces (o no) del partido al que son afectos, rigiéndose su actuación no sólo por la regla de la obediencia debida al que les elige, sino también —y en cuanto a su funcionamiento ordinario— por el consenso con los de la facción rival, dejando fuera de sus decisiones al mundo jurídico que gobiernan.

Más al contrario, la elección de un Consejo de Justicia elegido por un cuerpo electoral propio y también separado, acaba con toda posibilidad de corporativismo, ya que, al integrar como electores y elegibles a todos los operadores jurídicos, desaparece cualquier interés común susceptible de reciprocidad, a la par que las élites judiciales se convierten en minoría.

De ese cuerpo electoral separado formado también por fiscales, letrados de la administración de justicia, tramitadores y funcionarios de auxilio, abogados, procuradores, notarios, registradores y catedráticos de Derecho, entre otros operadores jurídicos, saldría elegido un presidente del Consejo de Justicia, órgano que sí sería General al integrar no sólo a jueces y magistrados sino también a los restantes implicados en el quehacer diario de la Justicia y que son franca mayoría, resultando imposible cualquier comportamiento corporativista por razón de su función jurisdiccional.

Parálisis judicial política

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 76 de «La lucha por el derecho», analiza lo pernicioso de forzar el consenso político sobre la Justicia y en consecuencia sobre los gobernados.

Dostoyevski

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Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (1821-1881)

Quien de adolescente ha leído las Obras completas de Dostoyevski (yo las leí en la muy cuidada edición de 1953 de Aguilar, y traducidas por Rafael Cansinos Assens) tiene la experiencia, impresa para siempre en su alma, de una especie de optimismo triste, de «religión del sufrimiento», que se activará en los momentos más duros de su vida, y que le ayudará a sobrellevarlos como un género de deber moral y religioso.

La relación de Dostoyevski en sus novelas con el mundo es desde la primera, Pobres gentes (Biednie liudi), una relación «cristiana», en la que el autor no puede inhibirse del dolor de los demás, aunque este dolor sea ubicuo y omnipresente, y el amor del autor por sus pobres personajes sea tan inerme y tan débil que casi resulta inútil. No importa. Todo dolor merece la ayuda del Crucificado, quien cargará siempre con la mayor parte de la cruz de nuestro dolor. No existe actividad más humana que la de sacrificarse por el prójimo hasta la más completa extenuación.

El desaliento es pecado; él mismo nos dirá: «Es un pecado desalentarse… La verdadera felicidad consiste en un excesivo trabajo realizado con amore». Diríase que la visión del trabajo en Fiodor es preopusdeísta. Dostoyevski, tan grande como Cervantes, y más grande por su penetración psicológica que el complutense, cuyos personajes son básicamente prototipos y dechados de coherencia, es el reverso de la desesperación atea de Emilio Zola, autor de personajes totalmente abandonados y desamparados, hasta por su propio creador. Dostoyevski funda su «creación cristiana» en la advertencia de Jesucristo: «Quien quiere salvar su vida la perderá, pero quien dé su vida por amor hacia Mí la salvará».

Lo mismo que en el caso de Cervantes –que pasó los mismos años de horrible cautiverio que Dostoyevski– el humanismo del corazón –no el de los libros– le surgió al novelista ruso de su espantosa experiencia carcelaria. Siberia para Dostoyevski como Argel para Cervantes suponen un completo renacimiento de sus vidas. Pero habría también que decir que en el caso del ruso el humanismo clásico también le impregnó grandemente en Siberia, con atentas lecturas de Heródoto, Tucídides, Tácito, Plinio, Flavio Josefo, Plutarco, Diodoro de Sicilia, los Padres de la Iglesia y el Evangelio.

Los Evangelios los leyó cientos de veces, hasta el punto de que en toda su obra no para de parafrasear palabras e ideas de Jesús. Y sus más grandes personajes, los caracteres más singulares de sus novelas, los sacó de una aplicada observación de sus compañeros de cautiverio, lo mismo también que Cervantes. Ambos vieron en los peores criminales almas desventuradas que también contenían cosas buenas. Y los demás si no somos malos es porque Dios no nos puso al borde del abismo.

Toda novela de Dostoyevski es una obra de psicólogo, de moralista, de sociólogo y hasta de teólogo. En cada novela nos demuestra que poseemos cada uno una razón para vivir, una razón superior y secreta –secreta casi siempre para nosotros mismos– y completamente distinta del objetivo exterior que la mayoría de nosotros asigna a su propia vida. Para desvelar la verdadera razón singular que cada uno tiene para vivir con alegría y con paz necesitamos dar con la clave de nuestra culpa, que es nuestro pecado «fundamental», una culpa que nos define, pero que también nos atenaza y nos tortura hasta que no nos liberemos de ella mediante la confesión. Una confesión que no se hace ante el sacerdote, sino ante cualquier hombre. Raskólnikov, por ejemplo, se confiesa ante Sonia en Crimen y castigo (Prestuplenie i nakazanie), convirtiéndose la confesión casi como un juego en El idiota (Idiot) en que en una reunión los personajes se ponen a jugar a decir cada uno su peor pecado, aquel que mejor nos define como personas, pues es la naturaleza de nuestro pecado quien nos constituye como personas, esto es, nos hace singulares con un papel en la sociedad. Para salir de la tumba de nuestro pecado, para escapar del infierno propio, tenemos que confesar nuestra culpa ante los demás. No hay redención sin confesión, ni siquiera redime el castigo si no hay confesión. En El eterno marido (Viechnii much), aunque el marido burlado lo sabe, espera la confesión del propio amante.

En toda la gran obra de Dostoyevski no encontramos a un solo «grande hombre». Como en el Evangelio, en la obra de Dostoyevski el reino de los cielos pertenece a los pobres de espíritu, a la gente «aparentemente» corriente y moliente. Todo el variegado universo de personajes dostoyevskianos está compuesto por personas ordinarias, tan ordinarias que es mejor denominarlas gente que personas, que diría mi admirado maestro Agustín García Calvo. Ahora bien, cada uno de estos hombres y mujeres ordinarios no son para nada intercambiables, sino que, al contrario, están dotados de una psicología particularísima, única, e imposible para constituir un prototipo. Dostoyevski no cree en las ideas generales de la psicología, sino que como a inteligente psicólogo sólo le interesa la singularidad de cada alma, que es la única realidad.

Contemporáneo del nacimiento del marxismo, se convirtió en su acérrimo enemigo desde el día en que lo conoció: «El marxismo ha roído ya a Europa. Si no llegamos a tiempo, lo destruirá todo». Por el contrario, profetiza la recristianización de Europa desde Rusia. Y esa recristianización comienza con su obra, que siempre apuesta por el bien absoluto y que deja en el alma una dulce melancolía indeleble, más fuerte aún, por su arte de novelar, que las Vidas de santos. Pocas catequesis o retiros edificantes consiguen tanto para el reino de Dios como la lectura atenta de las Obras de Dostoyevski.

Finalmente, los personajes de Dostoyevski no son coherentes porque son reales, y en ellos, como en nosotros, coexisten continuamente sentimientos contradictorios. Son plenamente conscientes de su dualidad. A menudo quieren hacer cosas sin quererlas hacer, negándose a ello con todas sus fuerzas. Todos, tentados al mismo tiempo por Dios y Satán, podrían citar las palabras de la pobre (y «prepaulina») Medea de Ovidio: «Video meliora proboque, deteriora sequor» [Veo el bien y lo apruebo, pero hago el mal]. Stavroguin, el extraño protagonista de Demonios (Biesi), nos dirá: «Yo puedo, como siempre he podido, sentir el deseo de hacer una buena acción y me satisface obrar así. Pero también me acucia el afán de hacer el mal y experimento asimismo un placer en ello».

André Gide, en su perturbadora obra Dostoyevski relaciona tanto la genialidad literaria como el portentoso pensamiento reformador de Dostoyevski con la anomalía cerebral de su epilepsia. Si no basta, según él, ser un desequilibrado para ser un reformador, sí, en cambio, cualquier reformador es en principio un desequilibrado. Mahoma era epiléptico, y también lo eran los profetas de Israel, Lutero y Dostoyevski. Sócrates tenía su demonio; San Pablo, la misteriosa «espina de la carne»; Pascal, su abismo; Nietzsche y Rousseau, su locura. ¿Será verdad que el genio es una neurosis, como afirmaban Lombroso o Nordan? El que goza de un perfecto equilibrio interior puede propulsar reformas, pero son éstas exteriores al hombre; en realidad formula una serie de códigos. Por el contrario, el genio con anormalidades, escapa a los códigos propiamente establecidos. Que otros hayan sido locos nos ha permitido no serlo nosotros.

Por último, Dostoyevski cree en la nación en tanto en cuanto colectivo unido por la fe: «Si un gran pueblo deja de creer que se halla en posesión de la verdad, si no cree ser el único llamado a resucitar y salvar el universo mediante su verdad, abandona inmediatamente su condición de gran pueblo y se convierte en una materia etnográfica. Un pueblo verdaderamente nacional no puede contentarse nunca con desempeñar en la humanidad un papel secundario. Ni siquiera le basta un papel importante. Le es absolutamente necesario ser el primero. La nación que renuncia a esta convicción renuncia a la existencia (…) Un francés puede servir, sin duda, además de a su país, a la humanidad, pero a condición de que por encima de todo siga siendo francés; y otro tanto puede decirse del inglés, del alemán y del español».

Asco de clase política

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Las listas de partido no representan, integran a las masas en el Estado.

La clase política prefiere la fragmentación de España antes que perder sus privilegios.

Antonio García-Trevijano Forte, 3 de Junio del 2014.

Fuente RLC: https://www.ivoox.com/rlc-03-06-2014-monografico-sobre-monarquia-audios-mp3_rf_3183390_1.html

Música: BWV565 J.S.Bach

Separación de poderes, la gran mentira de Europa

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Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu (1689-1755).

«Montesquieu ha muerto» dijo, hace ya algunos años, el inefable Alfonso Guerra y todos nos llevamos las manos a la cabeza. Unos, los más, porque creyeron apócrifa tal aseveración, y otros, los menos, porque comprendimos que no estábamos solos en esa trinchera del pensamiento político —a sabiendas, por supuesto, de que el eterno segundón utilizó la expresión únicamente para su proyección mediática, su gran habilidad política—. 

Porque, si aceptamos el hecho de que Montesquieu fue el padre de lo que hoy conocemos como separación de poderes, debemos entonces aceptar la realidad de que su concepto murió hace ya muchos años en Europa, si es que alguna vez llegó a existir en la praxis política continental.

Lo único cierto es que en la actualidad no existe separación de poderes en ninguna mal llamada democracia europea y, ni mucho menos, en ésta, nuestra España, donde mantenemos viva la llama de las mentiras repetidas que acaban convirtiéndose en verdad aceptada —sin que por ello se conviertan en verdad—.

Montesquieu nos venía  a decir, allá por el siglo XVIII, que la separación de poderes debería de consistir en un poder legislativo, que se encargaría de dictar las leyes, y en un poder ejecutivo, cuya misión sería la ejecución de dichas leyes, separados en origen y enfrentados. Asimismo, existiría un poder judicial independiente, que velaría por el cumplimiento de dichas leyes, si bien consideró que dicho poder era casi nulo pues lo fundamental era que la justicia fuera independiente en el ejercicio de sus funciones.

Bien, intentemos ahora analizar lo que nos encontramos en todas las partidocracias europeas, en general, y en la española, en particular.

El presidente de un partido político cualquiera elige los nombres que entran en la lista que luego es presentada a los votantes. Se trata, por lo tanto, de una lista cerrada de personas que rinden pleitesía al jefe que los han incluido en la misma. A continuación, la nación vota y dota de mayorías a un partido político o a otro. Imaginemos que la mayoría la consigue un partido en concreto, con lo que dicho partido tendrá la mayoría, absoluta o no, en el Parlamento (poder legislativo). Y, finalmente, dicho Parlamento elige al Gobierno (poder ejecutivo), con lo que elegirá, lógicamente, al presidente del partido mayoritario en la cámara.

Por tanto, lo que en apariencia se presenta como una separación de poderes entre el poder ejecutivo y el poder legislativo se convierte en una zafia pantomima, de manera que el poder ejecutivo, antes de ser constituido como tal, nombra a los miembros que formarán parte del poder legislativo, teniendo así el control sobre él. Y ello es así porque la separación de funciones no garantiza la existencia de la separación de poderes.

Es decir, tenemos un poder ejecutivo que domina al poder legislativo. Imposible, con lo cual, que haya separación de poderes.

Pero, espera, que aún hay más. Recuerda que te hablaba del poder —o, más bien, facultad— judicial, que debía ser independiente para garantizar el cumplimiento de las leyes. Pues hete tú aquí que nuestra legislación establece que los miembros de su órgano gestor, que es el Consejo General del Poder Judicial, son elegidos, ¿estás preparado?, sí, ¡acertaste!, por el poder legislativo.

Resumiendo, tenemos un poder ejecutivo, que en la práctica, elige al poder legislativo que, a su vez, se encarga de elegir al poder judicial. Lo que viene a ser «un anillo para gobernarlos a todos».

Por otro lado, si bien algunos dicen de forma un tanto coloquial que la prensa conforma un cuarto poder, la realidad es que los grandes medios de comunicación en España bailan al son de la música de quienes les pagan. Por ello, están al servicio del poder ejecutivo y/o de los denominados poderes fácticos. Sea como sea, lo que está claro es que no son independientes.

En definitiva, Alfonso Guerra tenía razón: Montesquieu ha muerto, al menos en Europa. La salvaguardia de la separación de poderes es la gran mentira que nos han contado por estos lares y nosotros, como súbditos, nos la hemos creído para vivir felices en nuestro Matrix particular. A lo mejor si tomáramos nota del sistema político estadounidense podríamos aprender algunas lecciones.

Espectadores

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Como meros espectadores contemplamos un partido de fútbol. No tenemos control alguno sobre el resultado, las jugadas o los traspasos de los jugadores de un club a otro. Sólo podemos actuar como observadores y, por supuesto, opinar. A ninguno de ellos les va ni les viene nuestro apoyo o nuestra crítica. Son ajenos, o por lo menos indemnes, tanto a las más apasionadas loas como a los denuestos más injuriantes.

Y aun así lo necesitan: necesitan a esos hinchas que llenan el estadio y compran su merchandising, que se peinan como ellos, que incluso lesionan o reciben lesiones en nombre de su equipo… Porque sin ellos, ¿dónde estarían? ¿Qué sería de ese gran negocio que mueve millones y remueve pasiones? ¿Qué ocurriría si la sociedad comenzase a percibir como algo irrisorio la imagen de once millonarios en pantalón corto dando pataditas a un balón?

Como meros espectadores contemplamos el juego político. No tenemos control alguno sobre las leyes que se promulgan, los pactos o los cambios de los políticos de un partido a otro. Como en el caso del fútbol, sólo podemos observar, y opinar. Pero a diferencia de un partido de fútbol, que podemos ignorar sin consecuencia alguna, a los otros partidos no podemos sublimarlos puesto que, nos guste o no, y a pesar del nulo control que ejercemos sobre sus acciones, éstas tienen continuas consecuencias sobre un cada vez más amplio espectro de nuestra existencia.

La hegemonía del poder ejecutivo se hace cada vez más patente. Las descontroladas subidas de la luz o los continuos cambios en leyes tan importantes como los del ámbito educativo son cosa sabida (y tolerada) por todos. Pero hay mucho más.

Menos conocido, por ejemplo, es lo que está ocurriendo en el seno del Consejo General del Poder Judicial (en adelante CGPJ), que es el órgano de gobierno del denominado poder judicial español. Una de sus funciones más importantes es, supuestamente, la de salvaguardar la independencia de los jueces. Pero resulta que el presidente del CGPJ es a su vez el presidente del Tribunal Supremo (TS). Vaya…

El CGPJ está formado por 20 vocales, elegidos por el Congreso y el Senado. Es decir, el poder legislativo va a elegir a las personas responsables, en principio, de la independencia judicial. Estos vocales, según la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ), son nombrados por un período de cinco años. Pero resulta que actualmente hace más de diez que no se renuevan, por falta de acuerdo entre el Gobierno y la oposición (aquí tenemos ya a la Trinidad al completo con la entrada del poder ejecutivo). Para rizar el rizo, nos encontramos con que se han sacado la «solución» de la manga a falta de consenso (y mira que les gusta)con la introducción de nuevo articulado en la LOPJ, concretamente el artículo 570 bis que comienza así:

1. Cuando, por no haberse producido su renovación en el plazo legalmente previsto, el Consejo General del Poder Judicial entre en funciones (…)

Matar moscas a cañonazos, ni más ni menos. Elaborar una Ley Orgánica para modificar otra porque los partidos políticos no se ponen de acuerdo entre sí sobre la cuota de control que van a ejercer cada uno sobre el poder judicial.

Y eso no es todo. Pasemos ahora a una figura muy curiosa, la de la extradición pasiva. Existen dos tipos de extradición: la activa, por la cual España solicita a otro Estado la entrega de una persona, y la pasiva, cuando se solicita del Estado español la puesta a disposición de un sujeto por parte de otro Estado.

El primer caso lo encontramos regulado en la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim), en los artículos que van del 824 al 833. El juez o tribunal que conoce del asunto es el competente para solicitarla. Uno de los requisitos necesarios es que se haya dictado un auto de entrada en prisión o una sentencia firme de condena.

Para agilizar este procedimiento, y en el marco de la Unión Europea, se ha puesto en marcha una figura llamada Orden Europea de Detención y Entrega (OEDE) o Euro-orden. Para emitirla será competente, de nuevo, el juez o tribunal que conozca o haya conocido la causa.

Como podemos observar, en el caso de la extradición activa nos encontramos ante un proceso primordialmente judicial. De hecho, la Ley 23/2014, de 20 de noviembre, de reconocimiento mutuo de resoluciones penales en la Unión Europea, que es la que  actualmente regula este instrumento, nos dice que las decisiones han de ser adoptadas exclusivamente por las autoridades judiciales sin influencia política alguna.

Por otra parte, cuando analizamos la figura de la extradición pasiva, el escenario es bien distinto. Lo primero, su regulación, por no estar en una ley procesal como en el caso anterior, sino en la Ley 4/1985 de 21 de marzo, de Extradición pasiva. Se trata de una ley ordinaria, no orgánica, a pesar de tratar sobre un derecho fundamental como es la libertad.

Esta ley ya en su preámbulo nos confiesa que mantiene el mismo principio que su predecesora, la Ley de 26 de diciembre de 1958, en cuanto a entender la extradición pasiva como un acto de soberanía nacional en relación con otros Estados y, por lo tanto, función del ejecutivo.

A partir de aquí la cosa se pone aún más divertida puesto que el procedimiento, y sobre todo la decisión, pasa de las manos de los jueces a las garras de los políticos.

En la primera fase, en vista de la solicitud del Estado requirente, es el Gobierno quien decide si le da o no continuidad. Pasada esta fase y ya en los Tribunales, se pone en marcha la maquinaria judicial —donde hasta el último auxiliar tiene conocimientos de derecho procesal y ha tenido que pasar por unas duras oposiciones para llegar a donde está—. Pero de ahí vuelve al Gobierno para la última fase, en la cual la decisión de entregar o no a la persona reclamada es tomada por individuos cuyo único requisito ha sido el de tener el DNI en vigor.

Sin ningún tipo de pudor nos anuncia la Ley que «la resolución del Tribunal declarando procedente la extradición no será vinculante para el Gobierno, que podrá denegarla en el ejercicio de la soberanía nacional, atendiendo al principio de reciprocidad o a razones de seguridad, orden público o demás intereses esenciales para España. Contra lo acordado por el Gobierno no cabrá recurso alguno».

Como si fuese posible justificar esta injerencia del poder ejecutivo. Otra más. Sólo en una oligarquía de partidos se permite el flagrante incumplimiento de las resoluciones judiciales.

Incluso los encuentros futbolísticos cuentan con árbitros. ¿Por qué la política no los tiene? Es imposible ser juez y parte, estar en misa y repicando.

Tal vez una mañana nos despertemos para comprobar como la sociedad ve como algo no irrisorio, sino más bien alarmante e intolerable, la imagen de unos millonarios en traje y corbata haciendo pajaritas de papel en el Congreso.

Yo de momento cuando empieza la liga apago la tele… y cuando llaman a las urnas rompo mi voto.

Implicaciones de la crisis de los submarinos

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Hoy publicamos el sexto capítulo del programa «Escenario internacional» donde han intervenido Fulgencio del Hierro y Aitor Céspedes para analizar la ruptura por parte de Australia del contrato convenido entre dicho país y la empresa francesa Naval Group con objeto de la construcción de 12 submarinos convencionales. Australia ha celebrado un nuevo acuerdo junto a Reino Unido y Estados Unidos (conocido como AUKUS) y cuenta con disponer, en un plazo indeterminado todavía, de submarinos de propulsión nuclear. En este programa se esbozan las implicaciones que puede tener esta nueva crisis no solamente para Francia sino para la Unión Europea y la hegemonía mundial.

El origen de la partidocracia

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Hoy en el capítulo nº 18 del programa «Coloquio y análisis político» Manu Ramos y Pedro Manuel González, partiendo de dos noticias, analizan la actualidad de las votaciones en Alemania y las opiniones de una miembro del Tribunal Constitucional. Explican como nuestro régimen partidocrático en España tiene su referente en la Alemania de después de la II Guerra Mundial.

Las noticias comentadas:

– 26-S, elecciones europeas | Internacional | EL PAÍS: https://elpais.com/internacional/2021-09-22/26-s-elecciones-europeas.html.
– María Luisa Balaguer, magistrada del Constitucional: “Es necesaria una ley de la Monarquía parlamentaria” | España | EL PAÍS: https://elpais.com/espana/2021-09-22/maria-luisa-balaguer-magistrada-del-constitucional-es-necesaria-una-ley-de-la-monarquia-parlamentaria.html.

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El MCRC cuenta con un boletín informativo digital mediante el cual se comunica con sus asociados y suscriptores para mantenerles informados de las últimas publicaciones, novedades, acciones y participaciones. Suscribirte al boletín es muy sencillo, simplemente tienes que indicar tu correo electrónico en el apartado al efecto del Diario. Así mismo, el MCRC dispone de una lista de difusión de Whatsapp mediante la cual realiza avisos informativos con las publicaciones del boletín. Si quisieras recibir los avisos mediante la lista de difusión simplemente tendrás que aportar tu número de teléfono. Todos los datos que nos proporciones serán tratados de conformidad con esta Política de Privacidad.

¿Cómo usaremos tus datos y en base a qué?

Los datos de carácter personal recabados por el MCRC podrán ser utilizados para las siguientes finalidades: (i) Información. (ii) El envío del boletín informativo del MCRC mediante correo electrónico, y para enviarte mensajes informativos por Whatsapp en el caso de haberte suscrito. (iii) El envío de compras realizadas en la Tienda. (iv) La publicación de comentarios en el Diario. Desde el MCRC utilizaremos tus datos con las siguientes finalidades:
  1. Atender tus peticiones de información.
  2. Enviarte el boletín informativo en el case de haberte suscrito.
  3. Enviarte cualquier compra realizada en la Tienda a la dirección que nos proporciones.
  4. Generar facturas relacionadas con las compras realizadas en la Tienda.
  5. Atender cualquier solicitud de ejercicio de tus derechos que nos puedas hacer llegar, en cumplimiento de nuestras obligaciones legales.

¿Durante cuánto tiempo guardamos tus datos?

Sólo mantendremos tus datos durante el tiempo que sea estrictamente necesario para ofrecerte la información que requieras y poder realizar los envíos y realizar un seguimiento de los mismos, y posteriormente durante el periodo que resulte indispensable para poder cubrir eventuales responsabilidades o para la formulación, ejercicio o defensa de reclamaciones. No obstante lo anterior, podrás solicitar la eliminación de tus datos, y en caso de resultar aplicables dichos plazos legales de conservación, se mantendrán bloqueados durante el tiempo que la normativa establezca. En cuanto a nuestro boletín, conservaremos los datos proporcionados en tanto no manifiestes tu voluntad de darte de baja de los servicios.

¿Vamos a comunicar tus datos a terceros?

No cederemos tus datos a terceros excepto cuando se nos requiera por Ley, y en particular, podremos comunicar tus datos a las siguientes entidades, siempre en relación con las finalidades descritas:
  • A los órganos competentes de las Administraciones Públicas en cumplimiento de las obligaciones legales que nos sean de aplicación.
  • A nuestros proveedores de servicios auxiliares, necesarios para el normal funcionamiento de los servicios contratados, incluido el envío de las compras realizadas en el portal. En el caso de que algún proveedor se encuentre en una jurisdicción ajena al ámbito de aplicación del RGPD, te garantizamos que se encontrarán adheridos al Escudo de Privacidad (Privacy Shield) UE - EE. UU. Puedes aprender más haciendo click en este hipervínculo: https://www.aepd.es/sites/default/files/2019-09/guia-acerca-del-escudo-de-privacidad.pdf
    • A nuestros colaboradores, en el seno de prestaciones de servicios, los cuales estarán obligados a su vez a guardar la más estricta confidencialidad.

¿Cuáles son tus derechos y cómo puedes ejercitarlos?

  1. Derecho a acceder a tus datos personales para saber cuáles están siendo objeto de tratamiento y con qué
  2. Derecho a rectificar cualquier dato personal inexacto -por ejemplo, si necesitas actualizar la información o corregirla en caso de que fuera incorrecta-.
  3. Suprimir tus datos personales, cuando esto sea posible. Si la normativa vigente no nos permite eliminar tus datos, los bloquearemos durante el tiempo restante.
  4. Solicitar la limitación del tratamiento de tus datos personales cuando la exactitud, la legalidad o la necesidad del tratamiento de los datos resulte dudosa, en cuyo caso, podremos conservar los datos para el ejercicio o la defensa de reclamaciones.
  5. Oponerte al tratamiento de tus datos personales.
  6. Llevar a cabo la portabilidad de tus datos.
  7. Revocar el consentimiento otorgado -por ejemplo, si te suscribiste al boletín y ya no deseas recibir más información-.
  8. Ejercer tu derecho al olvido.
Podrás ejercitar tus derechos en cualquier momento y sin coste alguno, indicando qué derecho quieres ejercitar, tus datos y aportando copia de tu Documento de Identidad para que podamos identificarte, a través de las siguientes vías:
  1. Dirigiendo un correo electrónico a nuestra dirección: [email protected]
  2. Dirigiendo una solicitud escrita por correo ordinario a la dirección Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, Pozuelo de Alarcón, 28223, Madrid.
  3. Además, cuando recibas cualquier comunicación nuestra, clicando en la sección de baja que contendrá esa comunicación, podrás darte de baja de todos envíos de comunicaciones del MCRC previamente aceptados.
  4. Cuando te hayas suscrito a la recepción de mensajes informativos a través de Whatsapp podrás cancelar la suscripción desde el formulario del Diario donde te diste de alta, indicando que deseas darte de baja.
Si consideras que hemos cometido una infracción de la legislación en materia de protección de datos respecto al tratamiento de tus datos personales, consideras que el tratamiento no ha sido adecuado a la normativa o no has visto satisfecho el ejercicio de tus derechos, podrás presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, sin perjuicio de cualquier otro recurso administrativo o acción judicial que proceda en su caso.

¿Están seguros tus datos?

La protección de tu privacidad es muy importante para nosotros. Por ello, para garantizarte la seguridad de tu información, hacemos nuestros mejores esfuerzos para impedir que se utilice de forma inadecuada, prevenir accesos no autorizados y/o la revelación no autorizada de datos personales. Asimismo, nos comprometemos a cumplir con el deber de secreto y confidencialidad respecto de los datos personales de acuerdo con la legislación aplicable, así como a conferirles un tratamiento seguro en las cesiones y transferencias internacionales de datos que, en su caso, puedan producirse.

¿Cómo actualizamos nuestra Política de Privacidad?

La Política de Privacidad vigente es la que aparece en el Diario en el momento en que accedas al mismo. Nos reservamos el derecho a revisarla en el momento que consideremos oportuno. No obstante, si hacemos cambios, estos serán identificables de forma clara y específica, conforme se permite en la relación que hemos establecido contigo (por ejemplo: te podemos comunicar los cambios por email).

Resumen de Información de nuestra Política de Privacidad.

Responsable del tratamiento MOVIMIENTO DE CIUDADANOS HACIA LA REPÚBLICA CONSTITUCIONAL (MCRC) Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. NIF: G-86279259
Finalidades de tratamiento de tus datos personales - Atender tus solicitudes de información, comentarios, peticiones y/o consultas en el marco de tu relación con el MCRC. - Atender las solicitudes para el ejercicio de tus derechos. - Enviarte todas las comunicaciones a las que te hubieras suscrito, incluido el boletín (si te hubieras suscrito) y comunicaciones por Whatsapp. - Enviar cualquier compra realizada en la Tienda del MCRC.
Origen de los datos tratados - Nos los has facilitado libremente tú mismo o un tercero en tu nombre. - Los hemos recabado a través de nuestro Sitio Web mediante cookies. Puedes obtener más información sobre este tratamiento en nuestra Política de Cookies.
Base de Legitimación para el tratamiento - El tratamiento es necesario para la ofrecerte la información necesaria en atención a tu condición de asociado del MCRC. - Para determinados tratamientos, nos has dado tu consentimiento expreso (ej participación en una acción; boletín…). - Contrato de compra entre las partes.
Cesión de datos a terceros - Cedemos tus datos a proveedores de servicios, incluidos aquellos relativos al envío de las compras realizadas en la Tienda. - En ningún caso se cederán tus datos a personas ajenas a la actividad del MCRC (ya sean asociados o ajenos a la asociación) y los servicios que nos has sido solicitado. - Cedemos tus datos a determinadas autoridades en cumplimiento de obligaciones legales (ej. Administraciones Públicas).
Plazos de conservación - Conservaremos tus datos durante el tiempo que siga vigente tu relación con el MCRC. - Si nos pides expresamente que los eliminemos, así lo haremos salvo que exista una obligación legal que nos lo impida o que, por ejemplo, necesitemos utilizarlos para la formulación, ejercicio y defensa de reclamaciones.
Derechos del interesado Podrás solicitarnos el ejercicio de tus derechos por correo electrónico: [email protected], o por escrito a nuestro domicilio social en Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. Puedes pedirnos el derecho a acceder a tus datos, a solicitar su rectificación o supresión, a limitar el tratamiento de tus datos, o a oponerte a determinados tratamientos, a retirar el consentimiento que nos hubieras prestado, a la portabilidad de tus datos o a no ser objeto de una decisión basada únicamente en el tratamiento automatizado. Si no estás de acuerdo con el tratamiento que realizamos de tus datos, puedes presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos: www.aepd.es. Si tienes alguna duda sobre esta Política de Privacidad o el tratamiento de tus datos, escríbenos a nuestra dirección de correo electrónico [email protected], y estaremos encantados de atenderte.

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