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lunes 29 diciembre 2025
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La caída

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J.A. Belloch, cargo vitalicio A menudo se nos olvida que la ciencia aspira al descubrimiento de lo maravilloso. Imagino que nos sucede tanto a los legos, por lo imponente de cada especialidad, como a los expertos, que a ratos, supongo, se sentirán cautivos en sus propios laberintos, sin percibir el conjunto. Buena parte de las discusiones académicas sobre la ciencia discurren más bien en torno al método científico; no tanto sobre su propósito general o sobre las perspectivas que nos va abriendo. Esto último es difícil porque supone dar un paso atrás con respecto a la supuesta obviedad de los lugares comunes. Se trata de un salto mental cualitativo que ha pertenecido siempre al corazón del descubrimiento científico, así como a la experiencia religiosa antes que él.   En realidad, la presión de lo maravilloso es abrumadora. El poeta lo sabe bien, y cualquiera de nosotros, quizá tan sólo hojeando una obra de divulgación científica como las de Carl Sagan, puede comprobarlo fácilmente. Pues no podemos mantener fijo por mucho tiempo, sin marearnos, el pensamiento de que el universo surgió hace quince mil millones de años, que se expande a velocidades incalculables, y que exciten innumerables galaxias como la nuestra, de la cual conocemos bien poco… entre otro trillón de incógnitas astronómicas.   El aspecto revolucionario del descubrimiento científico, así como de la creación artística, suele pasársenos por alto, y los historiadores nos quieren acostumbrar a pensarlo sólo en sus coordenadas culturales. Cuando uno se abisma en una meditación como la de más arriba no puede ocultarse que, por mucho que desconozcamos la magnitud de lo incógnito, ésta es una realidad más verdadera y pura que la de nuestras míseras vidas terrenales. Y qué decir de cuando comparamos la magnificencia de lo existente con la mediocridad moral, política, e intelectual de nuestro Estado de partidos.   Tropezón y caída. De la especulación celestial a lo rastrero del acontecimiento diario. Cuánto han robado esta vez; con qué engendro moral nos deleitan hoy; habrá matado ETA (o, para el caso, el Estado) una vez más; qué embuste corresponde al presente interés; cuáles son las cifras de la disfunción sistémica; las mismas fotos de los que envejecen en sus cargos; y, al fin, la indiferencia general, empezando por la prensa y terminando con una sociedad que no termina de despertar a lo elemental.

La recapitalización

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La admisión en el Foro de Estabilidad Financiera implica formar parte del privilegiado núcleo de países que sentarán las nuevas bases de la economía, en un mundo que se encamina hacia la globalización no sólo del capital sino también de “la responsabilidad, la solidaridad y el equilibrio”. Así lo ha recalcado la vicepresidenta Fernández de la Vega, que además, ha señalado lo mucho que España tiene que aportar con sus exitosas recetas basadas en “la concertación de políticas y la apuesta por el diálogo”.   Y como muestra de la flagrante complicidad política que la búsqueda del consenso supone, el periódico “ABC” desvela que hace unos días Zapatero llamó a Rajoy para comunicarle la posibilidad de ejecutar un rescate en toda regla, de alguna que otra caja de ahorros en quiebra, ante lo cual, el presidente solicita el apoyo del jefe de la oposición formal. Sin embargo, el ministro de Economía descartaba recientemente conceder ayudas estatales a las entidades que no sean solventes y que no presenten un balance saneado, las cuales deberían abandonar el juego financiero para no “generar distorsiones en el sector público”: “en silla de ruedas se va muy cómodo pero no ayuda a volver a andar”.   Si hasta ahora sólo ha sido necesario paliar la falta de liquidez de las entidades de crédito, Pedro Solbes considera que se acerca el momento de proporcionarles “muletas”, en forma de recapitalización, para que restablezcan el normal funcionamiento de los mercados financieros. Este nuevo sostenimiento de la banca sería sufragado a través del Fondo de Garantía de Depósitos, y si se agota éste, se recurrirá a las “aportaciones temporales” (es decir, préstamos) del Estado y a la emisión de deuda pública.   Detrás de dicha recapitalización, con dinero de los contribuyentes, se encuentra la urgencia de salvar, por el momento, a Caja Castilla La Mancha, con un agujero negro de más de 3000 millones de euros, con el fin de que sea absorbida por Unicaja y queden sepultadas las responsabilidades de sus gestores políticos. En todo caso Solbes sigue rechazando la nacionalización de la banca como posible solución.   hechos significativos Antonio Basagoiti, eufórico y desatado, confirma que lo suyo con Patxi López tiene que ver más con el sexo que con el amor. Aznar, adalid de las privatizaciones, otea una nueva senda de crecimiento en EEUU si Obama no comete errores tan graves como la expansión descontrolada del gasto público.

Arte de lo bello

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El puerto de Calais, de W. Turner Arte de lo bello Lo bello no es lo bonito, como lo grandioso no es lo grande ni lo sublime lo catártico. Los valores estéticos los crea y reproduce la historia del arte. Y ahí, lo que no es creación de belleza genuina es pedagogía o divulgación de una historia estética. Actividad merecedora del mismo respeto que la enseñanza científica, en tanto que ésta es hija de la investigación creadora de ciencia. La admiración debe reservarse para los artistas que, además de técnica original, tienen el don de la creación. Sólo ellos gozan de "autoridad" estética, en tanto que son "autores" de algo bello. El tema puede ser vulgar, feo, grotesco o incluso repugnante, si, y sólo si, el artista lo expresa con belleza emotiva o descriptiva. La teoría del arte por el arte no deja de ser justificación de los que tienen más oficio artesanal que intuición creadora. Aparece en tiempos huérfanos de genios, y no tiene otro significado que el de afirmar la independencia de las motivaciones del artista. Pues referido a la obra, el arte por el arte carece de sentido. A no ser que pretenda reducirla a uno solo de sus componentes: la forma. ¡Como si fuera indiferente la idea expresada en imágenes y sensaciones, o la evocación de ese mundo completo que toda gran obra de arte crea!   El avance artístico se realiza, como el científico, a través de grandes descubrimientos, en tiempos de tránsito a otra escala de valores morales, cognitivos, ideológicos y estéticos. La época renacentista, que forjó los paradigmas modernos de la belleza, estuvo marcada por una crisis de las creencias religiosas, políticas y científicas. El arte bello nació, entre las ruinas de la fealdad del icono cristiano, con los descubrimientos de la perspectiva espacial, la razón de Estado y la Iglesia nacional. A la razón del arte se unió la razón en el arte. Ambas permitieron la irrupción de la belleza femenina en una cultura emergente de la dominada por el temor al infierno y a la mujer. Sin conocer la revolución del XV que transformó la artesanía en arte, y el arte en humanismo, no se puede calibrar el signo reaccionario de ese vanguardismo del XX que, con los talleres de arte, retornó al artista a su primera condición de artesano, y al objeto de arte, como en los primitivos ceramistas, a arte de objeto.

Policía-juez-enseñante

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El orden público de las sociedades rurales era complementario del orden privado inculcado, desde la infancia, por padres de familia y maestros al colectivo social. Policías y jueces corregían los fallos del sistema. A comienzos del XX, el modelo francés de magisterio y bachillerato era paradigmático en Europa. La industrialización, la concentración urbana y las guerras socavaron las bases naturales y civiles del orden público, inclinándolo al orden del Estado autoritario. Su derrota bélica no fue acompañada de reflexiones para cambiar aquel sistema parlamentario que dio paso fácil al totalitarismo, y no respondía a las bases estructurales de la sociedad industrial. Los reencuentros de Ginebra (1947), proclives a la restauración del parlamentarismo; la creación del Estado de Partidos como expediente para la reconstrucción y la guerra fría; el fracaso de las rebeliones juveniles de mayo de 1968 y la crisis energética, indicaron la muerte de intelectuales, partidos, estudiantes, ideologías y confianzas en sí mismo de individuos y sociedades. El consenso aniquiló la idea política; la privatización, la idea de bien público; la productividad -aplicada a policías, jueces y enseñantes-, las ideas de servicios y funciones públicas. Por fin, el consumismo y la especulación, resultantes de la destrucción de todos los ideales y valores, hicieron estallar el sistema económico-político, con una crisis de tal magnitud que ni siquiera los teóricos de las revoluciones anticapitalistas pudieron imaginar.   Sin tener presente la síntesis evolutiva del pasado al presente, no se puede comprender que policías, jueces, profesores, investigadores y estudiantes se rebelen al mismo tiempo, con manifestaciones y huelgas, sin que parezcan motivados por los efectos de la crisis económica, contra un tipo de Autoridad que les impone criterios de productividad y de eficacia mercantil para juzgar, reprimir, enseñar, inventar y aprender, en un Estado de partidos corrompidos que ha sido incapaz de promover la productividad en el campo de la economía. Sean o no conscientes de ello, los planes de reforma de la policía, la judicatura y la enseñanza tienden a conseguir los mismos efectos de rendimiento que obtendrían si fueran privatizados. La creación de la Oficina judicial, la aplicación en la Universidad del proceso de Bolonia tras dos años de bachillerato sin laurel, la discriminación autonómica de los aparatos de orden público, se inspiran en el modelo de la gran empresa privada, hoy en crisis, que no supo alejarse de la tentación especulativa a que fue empujada por el capitalismo financiero.   florilegio   "La identidad de efectos identifica causas políticas que se creen opuestas."

Corruptocracia

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La difusa frontera entre las actividades económicas legales y las delictivas se ha ensanchado de manera inabarcable. El producto criminal bruto representa un 20% del comercio mundial con unos tres millones de “sociedades fantasma” en paraísos fiscales. Una misma inclinación a evadirse en tales paraísos distingue a esas oligarquías financieras que han destruido los procesos económicos reales para instaurar el beneficio especulativo a gran escala, merced a la desregulación global. Pero sería incomprensible la corrupción económica que este descontrol financiero genera, si no la relacionásemos con los fraudulentos regímenes políticos que la amparan, beneficiándose de ella. También, entre los implacables competidores del “libre mercado”, abundan aquellos que la banalizan, e incluso llegan a justificar la conveniencia de las prácticas corruptas con el fin de “engrasar” el sistema, aludiendo al crecimiento que están experimentando países tan poco ejemplares, en ese sentido, como China o Tailandia.   En una serie de conferencias organizada por la Confederación de Empresarios de Andalucía, Felipe González y José María Aznar han dado sus “respuestas ante la crisis”. El primero recomienda regular el mercado con “un buen sistema de control y vigilancia”, en cuya aplicación es un consumado experto, tal como demostró a lo largo de su impoluta presidencia. El amigo de Bush, que ha interpretado el cambio de Obama como un “exotismo histórico”, propone encaramarse en una nueva oleada de privatizaciones de empresas públicas: es una lástima que este liberalísimo Caballero de las Azores no incluya en esa oleada al Partido Popular, que seguirá siendo estatal.   García Trevijano ya lo advertía al inicio de la transición: la de Juan Carlos es una monarquía orleanista. A Luis Felipe, escondido en un jardín cuando fueron a buscarlo “a falta de nada mejor y por temor a algo peor”, lo entronizaron con el propósito de repartirse el botín estatal: “se atrincheraron en todos los cargos, aumentaron enormemente el número de esos puestos y se acostumbraron a vivir de los fondos públicos” (Tocqueville). Este régimen, podrido hasta la médula, provocó la Revolución de 1948 y la llegada de la República.   Coronación (foto: Periódico La Democracia)

Salsa boloñesa

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Manifestación contra el Plan Bolonia (foto: Negu. Alberto Rey) Los que abominan del Plan Bolonia señalan que éste conduce a una mercantilización de la universidad, reduciéndola a mera y eficaz suministradora de aquellos trabajadores que demande el mercado o los conglomerados empresariales europeos que habrían impulsado esta reforma.   Los que simpatizan con ella, arguyen la necesidad de la modernización y de la competitividad en una universidad que se adaptaría a “las demandas sociales”, y que en el caso de la española, adolece de exceso de estudiantes y de endogamia profesoral, como indicaba Rodrigo Carbajo en su artículo “A la boloñesa” *.   El empeño de que la educación superior sea accesible a todo el mundo a costa de rebajar el nivel general es un mayúsculo disparate sostenido por la demagogia habitual de las capas dirigentes de los Estados de partidos. Una formación universitaria exigente y rigurosa constituye la más valiosa oportunidad para el alumno sin recursos pero con infinitas ganas de aprender (y no solamente con la mediocre aspiración de hacerse con un título carente de contenido). A los miembros de familias pudientes y bien relacionadas se les abrirán, de todas maneras, muchas puertas, aunque toquen a ellas con un pésimo expediente académico, o incluso sin él.   Por otro lado, la tendencia a impartir carreras prácticas y masters sumamente especializados, puede contribuir a una mayor extensión de la ignorancia, al cuestionarse, al menos implícitamente, la utilidad de las humanidades ¿De qué sirve leer a Homero, saber quiénes eran los griegos, entender su filosofía o conocer su lengua muerta? La multiplicación de saberes (sobre todo en el campo científico) no justifica la “barbarie de la especialización”.   Resulta evidente la inoperancia de una universidad colonizada por los partidos estatales, que vive a espaldas de la sociedad civil. Sin duda, los nuevos planes de estudios han de procurar una adecuada formación profesional sin que eso implique “venderse a las empresas privadas”. Pero esta reforma será insuficiente, perjudicial o hasta reaccionaria –por mucho “bienestar” que acarree- si no incluye un mejor conocimiento del mundo, sin el cual no es posible vivir de una manera plena.

Una nación en decadencia

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Sería cosa tan ardua como ficticia el establecer unas bases sobre las que calcular algo así como el coste de oportunidad de las decisiones de economía política adoptadas desde el comienzo de la partitocracia. Es más sencillo fijarse en un dato demoledor: el crecimiento neto de la población española se redujo a más de la mitad durante el período 1981-2005, un 16,87%; frente al 34,23% que había jalonado el largo lapso 1950-1981. Es un hecho que la actual Monarquía ha traído consigo una preocupante caída de la natalidad. Y no olvidemos que el primigenio significado de nación es un mismo lugar de nacimiento.   Existe una relación inexcusable entre los recursos disponibles y las formas de vida, resultando éstas últimas las que han de adaptarse a los primeros. En el caso español no hay ninguna duda, pues la tasa de natalidad por cada mil habitantes cayó más de cuatro puntos en los primeros cinco años de la Monarquía —de 18,76‰ en 1976 a 14,12‰ en 1981, descendiendo en una serie continuada al 11,39‰ (1986), 10,17‰ (1991) y 9,19‰ (1996)—, un tiempo tan breve que excluye cualquier cambio cultural, y registra, únicamente, las dificultades de las economías domésticas para fundar un hogar y criar hijos en la recién estrenada oligarquía de los banqueros constructores, inicialmente concentrados en hacer abrirse el Mar Rojo y lograr alcanzar la tierra prometida de la CEE donde fundar su idílico país de turismo y servicios. Desde entonces, los españolitos que compraban una vivienda estaban endeudándose pagando, además de su piso o chalé, las corruptelas políticas con terrenos, adjudicaciones y licencias, y las especulaciones urbanísticas de un mercado cerrado y falseado por tener que financiar los negocios en una serie de actividades aledañas a la construcción, que vinieron a sustituir el desvencijado sector industrial. Eliminando los intereses hipotecarios, si calculamos el tiempo que se necesitaría emplear íntegramente el salario mínimo interprofesional para abonar el precio medio de la vivienda en España, pasaríamos de los 12 años y 2 meses, en 1985, a los 21 años y 9 meses en 1995, llegando hasta la terrorífica marca de 42 años y 5 meses en el año 2006 (todos los datos extraídos del INE y del Banco de España).   La siguiente generación no ha hecho sino interiorizar las dificultades de sus padres y/o hermanos mayores respecto de la fórmula familiar de vida. Y los jóvenes han decidido finalmente elegir no hacer lo que ya no pueden, en vez de amotinarse con inteligencia buscando una verdad que, aunque se les oculte, deberían intuir y revelar; mas han terminado por sucumbir a la nueva moda cultural, síntesis de la hegemónica propaganda estatal y la comunicación social, que han asimilado desde la mismísima educación primaria bajo la superestructura de la posmodernidad, imposibilitadora de cualquier conocimiento científico de las relaciones humanas y en cambio liberadora de la pasión sexual, hedonista y consumista que tanto conviene a los poderosos.

La lucha

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Martin Luther King jr. Justamente en el carácter “neutro” de la democracia formal reside su mayor potencia moral. Pues si los contenidos tuviesen prioridad, no habría partidismo que no quisiese hacerse con el todo del sistema. Nada ni nadie está exento de contenidos, del mismo modo que nada ni nadie está exento de una estructura. Por ello, la situación óptima es aquélla en la que la estructura está abierta y sostiene cualquier contenido, siempre y cuando éste no esté específicamente dirigido a destruirla. Que la estructura más favorable es aquélla capaz de albergar todas las ideologías cae por su propio peso. Y si nos indignamos ante la persecución que han tenido que soportar tantos seres humanos es porque creemos posible una estructura capaz de albergarlos.   La tentación radica en pensar que cierto contenido es insuperable, y que por tanto puede superar (y suprimir) a la estructura. Éste es el error del comunismo, del anarquismo, o de cualquier forma de Estado basada en un culto religioso concreto. También del Estado de partidos. Un contenido concreto, pactado de antemano, aspira a desbordar la estructura del Estado. Se totalitariza. El contenido siempre tiende a sobrepasar el continente. No debemos olvidar, por ejemplo, hasta qué punto en E.U.A. –un Estado cercano al ideal de la democracia– tantos fueron perseguidos, asesinados, juzgados y censurados por ir contra la opinión dominante. E.U.A. ha tenido jefes de Estado tan enfebrecidos por su propia idea como los de Estados totalitarios (p.e. Eisenhower / Kruschev). La única manera de evitarlo no es oponer, desde las esferas del poder, unos ideales “opuestos”, sino, por un lado, resistir con libertad de palabra y de acción en la sociedad civil; y, por otro, garantizar formalmente, sin ningún conocimiento a priori, el derecho de expresión y existencia de todas las ideas y acciones, siempre y cuando no destruyan otras o la neutralidad misma del sistema.   Un sistema así no puede triunfar sin lucha. ¿O es que pensamos que el cambio de la mentalidad (u opinión) pública sucede sin que la minoría oprimida insista en su propia existencia? Cada victoria de ésta, ya sean rebeliones colectivas (por ejemplo el movimiento en pro de los derechos civiles en E.U.A.), o individuales (tantos artistas y pensadores), afianza la estructura formal de la apertura, que es la democracia.

Manipuladores

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Mariano Rajoy, reforzado tras las últimas contiendas electorales, vuelve a ser aclamado sin reservas por sus acólitos, a los que ha enseñado el camino de la victoria: “para ganar hay que saber sufrir”. Así pues, desde su ventajosa posición, muestran a Patxi López la llave con la que podría entrar en Ajuria Enea, puesto que es el PP el que “quita y pone lehendakari”. Antonio Basagoiti, el presidente de ese partido en el País Vasco, alude a una supuesta fórmula “PSOE más PP” para proclamar que ellos también han ganado las elecciones y que están dispuestos a demostrar que se puede gobernar sin complejos frente a un PNV que “está de los nervios”.   La inquietud que produce a los nacionalistas la posible pérdida de la presidencia del Gobierno vasco se ha visto reflejada en la intervención parlamentaria de Josu Erkoreca, el cual ha insinuado que Zapatero instrumentaliza el poder judicial para ponerlo al servicio de los intereses electorales del PSOE: algo que “desde el punto de vista de la honestidad, deja mucho que desear”.   Erkoreca ve “la mano calculadora e interesada” del Ejecutivo en la neutralización de las candidaturas del abertzalismo radical, e incluso en la investigación garzoniana de la trama corrupta vinculada al PP. El portavoz del PNV cree que sólo los ciudadanos ingenuos pueden pensar que tales decisiones judiciales, justo antes de las elecciones del 1 de marzo, obedecen a la casualidad, y a su vez, haciéndose el ingenuo, se ha preguntado si el Gobierno respeta la división de poderes.   En su turno de réplica, Zapatero ha defendido la aplicación de la Ley de Partidos, que considera “fruto de la voluntad democrática”, para que nadie que “jalee, sostenga o colabore con quien mata pueda estar sentado en un Parlamento”. En este país de las maravillas democráticas, el jefe del Ejecutivo sostiene que “tenemos un sistema de división de poderes e independencia del Poder Judicial” que actúa conforme a la ley. Mientras tanto, los diputados socialistas ya están tentando a los de CiU con aprovechar las circunstancias para hacer caja.   hechos significativos Jesús Sepúlveda, siendo secretario electoral del PP, fue obsequiado por Francisco Correa con un Jaguar de 52.000 euros.   Baltasar Garzón ya es conocido en casi todo el mundo como “el conferenciante”.   Organizaciones sociales “antiglobalización” inician una campaña de acción pacífica denominada “Puntos Negros” para señalar a los responsables de la crisis.

El arte del cine

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Fotograma de El espejo (foto: hakuu) El arte del cine A Óscar   Dentro de unos días se estrenará a bombo y platillo mediáticos “Los abrazos rotos”, una película de Pedro Almodóvar, cuya protagonista, Penélope Cruz, ha sido premiada recientemente con el Oscar a la mejor actriz de reparto para solaz del cine español. Si tomamos como referencia la folletinesca filmografía de este icono de la posmodernidad, el cine no pasaría de ser un vulgar entretenimiento, en lugar de constituir el “único arte que se define a través de la temporalidad”, como decía Andrei Tarkovski (“Esculpir en el tiempo”).   No solemos ver las cosas mismas; casi siempre nos limitamos a leer unas etiquetas adheridas a ellas. Por eso, el arte supone una visión más directa de la realidad, y para ponernos frente a ella, aparta las generalidades aceptadas socialmente, y todo, en suma, lo que nos la oculta o desdibuja. Esta pureza perceptiva implica romper con la útil convención y cierto desinterés por lo que entendemos como vida material, y así, a fuerza de idealidad, logra, a través de la obra artística, volver a tomar contacto con la realidad de una manera plena.   La maestría técnica de Tarkovski obedece a la necesidad de encontrar medios de expresión de altos ideales y de mensajes cada vez más significativos. Abundar en los recursos que ofrecen los géneros narrativos clásicos le parecía una simpleza despreciable que iba en contra de la función del arte: revelar la realidad para transformar al espectador. Las imágenes de sus películas no han de ser descifradas sino sentidas, recuperando la capacidad de “relacionarnos emocionalmente con el arte”.   Si la humanidad puede tener fundadas esperanzas en su futuro, nos viene a decir Tarkovski, es merced a su inmenso potencial de nobleza. Las profundas intuiciones, la fe en el ideal y el entusiasmo por la belleza del autor de una obra, en la que se va superando película tras película, hasta acabar con Sacrificio (la séptima), acrecienta el riquísimo legado cultural de esa “extraña parte” de Europa que es Rusia. Digno heredero de Dostoievski, este genial cineasta nos empuja a salir del “Palacio de Cristal” en el que vivimos.

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