Fotograma de El espejo (foto: hakuu) El arte del cine A Óscar Dentro de unos días se estrenará a bombo y platillo mediáticos “Los abrazos rotos”, una película de Pedro Almodóvar, cuya protagonista, Penélope Cruz, ha sido premiada recientemente con el Oscar a la mejor actriz de reparto para solaz del cine español. Si tomamos como referencia la folletinesca filmografía de este icono de la posmodernidad, el cine no pasaría de ser un vulgar entretenimiento, en lugar de constituir el “único arte que se define a través de la temporalidad”, como decía Andrei Tarkovski (“Esculpir en el tiempo”). No solemos ver las cosas mismas; casi siempre nos limitamos a leer unas etiquetas adheridas a ellas. Por eso, el arte supone una visión más directa de la realidad, y para ponernos frente a ella, aparta las generalidades aceptadas socialmente, y todo, en suma, lo que nos la oculta o desdibuja. Esta pureza perceptiva implica romper con la útil convención y cierto desinterés por lo que entendemos como vida material, y así, a fuerza de idealidad, logra, a través de la obra artística, volver a tomar contacto con la realidad de una manera plena. La maestría técnica de Tarkovski obedece a la necesidad de encontrar medios de expresión de altos ideales y de mensajes cada vez más significativos. Abundar en los recursos que ofrecen los géneros narrativos clásicos le parecía una simpleza despreciable que iba en contra de la función del arte: revelar la realidad para transformar al espectador. Las imágenes de sus películas no han de ser descifradas sino sentidas, recuperando la capacidad de “relacionarnos emocionalmente con el arte”. Si la humanidad puede tener fundadas esperanzas en su futuro, nos viene a decir Tarkovski, es merced a su inmenso potencial de nobleza. Las profundas intuiciones, la fe en el ideal y el entusiasmo por la belleza del autor de una obra, en la que se va superando película tras película, hasta acabar con Sacrificio (la séptima), acrecienta el riquísimo legado cultural de esa “extraña parte” de Europa que es Rusia. Digno heredero de Dostoievski, este genial cineasta nos empuja a salir del “Palacio de Cristal” en el que vivimos.