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lunes 22 diciembre 2025
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La I República

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España no puede ser un Estado federal al haber siempre Estado unido.

La primera República española tiene reminiscencias del federalismo anarquista de Proudhon.

Fuentes:

Radio libertad constituyente: http://www.ivoox.com/rlc-2017-11-30-piensa-veras-audios-mp3_rf_22386747_1.html

Música: Waltz de las flores, El Cascanueces, Tchaikovsky

Carta VIII: Banquete de cenizas en el Café de la Civilización

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Estimado lector:
‘Cartas persas’ se publica en la revista del MCRC Diario de la República Constitucional, fundada por Antonio García-Trevijano, arquitecto de la teoría pura de la democracia. Inspirada en Montesquieu ―cuya separación de poderes Trevijano llamó «alma de la libertad»―, esta columna presenta a un sheij iraní que observa Occidente con ironía coránica y rigor constitucional. Sus cartas, herederas del espíritu crítico de ambos pensadores, desvelan las falsas democracias donde el poder se disfraza de ley.

Mientras Occidente saborea su Sachertorte, Gaza muere de silencio y aritmética

Querido Hassan:
Como el persa Rica que Montesquieu imaginó en Versailles, observo desde este café vienés —donde la Sachertorte se alza como fortaleza de chocolate y culpa— cómo el verso de Saadi golpea mi pecho: «Los hijos de Adán son miembros de un mismo cuerpo». Gaza es hoy la herida gangrenada de ese cuerpo. Un quirófano iluminado por reflectores de mortero, donde cirujanos con estrellas esculpen hambre con bisturí de plomo. Mientras la espuma de mi Kapuziner burbujea como fósforo blanco, la ecuación macabra de las Naciones Unidas retumba once días después: «14000 bebés morirán en 48 horas». La luna que hoy brilla sobre Viena ya ha contado los cadáveres del pronóstico en Gaza. ¿Sabes qué es más letal que una bomba, Hassan? Un calendario.

¿Comprendes la genialidad perversa de este crimen? No es el estruendo de la bomba, sino el silencio del vacío. Vientres infantiles convertidos en celdas de tortura; llantos sin leche como sinfonías de desesperación. Israel ha perfeccionado su álgebra: cinco camiones humanitarios = cuatro galletas por palestino. ¡Aritmética de carnicero! Ayer, un burócrata de la UE musitó entre sorbos: «Es cuestión de proporcionalidad». Como si el hambre tuviera regla de tres.

Mientras tanto, Europa sirve su menú degustación: condenas en porcelana fina con salsa de eufemismos. Su acuerdo con Israel incluye cláusulas de derechos humanos como menú vegetariano en matadero —poesía para turistas éticos—. Cuando la Corte Penal Internacional susurra «genocidio», Bruselas ajusta los gemelos: «¡La situación es compleja!». ¡Ah! El adjetivo que viste de sofisticación la cobardía. ¿Y los príncipes del Golfo? Sus silencios pesan como oro en bóvedas submarinas. Podrían detener esto con un guiño, pero prefieren esculpir islas artificiales o comprar futbolistas como tulipanes del siglo XVII. Solo hablan cuando los refugiados rozan sus costas… Como si el olor a sal quemara más que el fósforo.

Recuerdo nuestra lección en Al-Azhar: «Quien salva una vida, salva a la humanidad». Occidente escribe su glosa en clave diplomática: «Quien permite mil muertes, gana un asiento en el Consejo de Seguridad». Gaza es su laboratorio: miden cuánta indiferencia digiere el espectador antes de cambiar de canal. Los algoritmos pixelan niños esqueléticos; secan pechos maternos como uvas al sol de la apatía. Nosotros, entre Apfelstrudel y periódicos, debatimos «equilibrios geopolíticos»… ¡Mientras Gaza se convierte en el primer campo de concentración algoritmizado! Los verdugos aprendieron de Auschwitz: el hambre no deja cicatrices fotogénicas. Un influencer a mi lado filma su tarta mientras susurra: «Qué tragedia… ¿Tienes edulcorante?».

Cuando el futuro desentierre este banquete de hipocresía, Hassan, los arqueólogos no hallarán actas con «no lo supimos». Encontrarán:
— Facturas de armas alemanas manchadas de hummus,
— Selfies de diplomáticos sonrientes en la frontera de Gaza (filtros borrando el polvo de los escombros),
— El menú del Café Central: Sachertorte (9€); silencio cómplice (CON IVA INCLUIDO).
Escribirán: «Calcularon lágrimas por kilómetro cuadrado. Sirvieron caviar sobre mapas ensangrentados. Aplaudieron al pianista que tocaba Strauss mientras Gaza moría en streaming».

Desde esta mesa, donde las migajas de mi pastel dibujan constelaciones de vergüenza, te pregunto —como el poeta que interrogaba a las estrellas desde el desierto—:
¿Cuándo dejaron los hijos de Adán de ser un mismo cuerpo para volverse carniceros de su propia carne?
La historia no juzgará a los monstruos, sino a los gourmets que cenaron junto a ellos. Este aroma a chocolate y las cenizas de Rafah es ya el incienso de nuestra perdición.

Con la amargura del que ve el abismo tras los vitrales de la ópera,
Sheij Ibrahim al-Hamadani.
*Testigo en el Café Central de Viena, 30/5/2025*


Las opiniones aquí expresadas pertenecen al personaje ficticio, no a sus autores reales ni al equipo editorial. La ironía es un puente, no un muro.

Una vuelta por el mundo: Tanatopraxia fiscal

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El último proyecto de reforma del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal ha traído un dilatado debate entre detractores y partidarios. Empero, a la hora de evaluar las cuestiones de fondo y las causas de la dependencia institucional de la Justicia y, por ende, del Ministerio Público, la sociedad en general y los tertulianos opinadores en particular no son conscientes —o prefieren no serlo— de cómo el poder político subyuga al denominado poder judicial, profundizando en el sometimiento con cada reforma. En este punto seguimos a Pedro Manuel González, en el programa Informa Radio dirigido por Isabel Valero. El abogado nos explica cómo estas reformas no son más que el maquillaje de un cadáver y aboga por una reestructuración desde cero de estas instituciones.

Legionarios de la Justicia

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 266 de «La lucha por el derecho» nos habla de la reacción de algunas asociaciones judiciales a las maniobras del Gobierno para someter aún más a la Justicia.

Los diez minutos de la Justicia

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A veces, la historia se escribe en episodios breves, casi imperceptibles, como esos diez gloriosos minutos en los que varias asociaciones de jueces y fiscales del Reino de España han decido parar… ¡el reloj judicial! Sí, señoras y señores, la toga se alzó. Durante seiscientos heroicos segundos, manifestarán que ya está bien de ataques a su sacrosanta independencia, y, con gesto adusto y mucho café institucional van a paralizar la justicia diez minutos.

¿La razón? La dictadura gubernamental, por supuesto. No su dependencia institucional original. Porque en España, cada vez que un gobierno legisla en materia judicial —lo que, para los no iniciados, equivale a tocar el cortijo que juraron defender—, los jueces tiemblan. No de miedo, sino de indignación, porque desconocen que la causa de su sometimiento está en la dependencia orgánica de la Justicia, no en la personal de jueces y fiscales. Que se atreva el ejecutivo a intentar reformar el Consejo General del Poder Judicial, esa entrañable cofradía partidócrata, o a cambiar el acceso a la judicatura y carrera fiscal es poco menos que un golpe de Estado. De ahí la protesta. Lo demás, lo sustancial, no importa. Diez minutos. Ni uno más, que tampoco es cuestión de desbordarse.

Imaginen el trance: en pleno juzgado, la máquina de café humea, el juez levanta la vista de la causa que examina, el fiscal interrumpe su segundo desayuno… y todos, al unísono, se plantan. Diez minutos de inacción. Una revolución en bata, con copia al TC y respaldo del CGPJ, esos órganos que siguen operando al mando de los partidos desde el año 1978.

Por supuesto, todo por la justicia. No por las dietas, ni por los blindajes, ni por la entrega de la instrucción penal a la fiscalía. Eso es secundario. Lo hacen por Montesquieu, que está ya tan sobado que debe de estar desintegrándose en su tumba de puro hastío y que ni siquiera contemplaba al judicial como un auténtico poder.

El paro será simbólico, sí, pero cargado de significado. El mensaje será claro: «Si siguen sometiéndonos sin contar con nosotros, podríamos… ¡volver a parar otros diez minutos!». Una amenaza tan demoledora como un papel mojado en el despacho de un juzgado mixto.

Y mientras tanto, la justicia ordinaria —esa que tarda años en resolver un despido improcedente o una custodia compartida— sigue su curso. Inalterable. Porque diez minutos no se notan. Como tampoco se nota que muchas de estas protestas no son por los derechos del ciudadano ni por la independencia institucional de la Justicia, sino por el statu quo de una élite togada que exige un gobierno exclusivo de jueces como toda solución.

Así que celebremos el gesto. Será breve, pero elegante e inmaculadamente corporativo. Diez minutos en los que la Justicia se paró para recordarnos que sigue sin moverse.

Confianza en el futuro

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Una Constitución con separación de poderes en origen genera hombres que crecen entre instituciones no corrompidas.
La separación de poderes hace que la ambición de los poderosos sea vigilante de su propio poder.

Fuentes:

Radio libertad constituyente: https://www.ivoox.com/rlc-2013-31-01-crisis-estado-crisis-la-audios-mp3_rf_1752434_1.html

Música: Preludio de la suite para violonchelo BWV 1011 de J.S.Bach.

Coloquio de repúblicos: Trevijano VS la Transición española

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El domingo 25 de mayo, en la sala polivalente de la Biblioteca Pública Municipal María Lejárraga de Madrid, tuvo lugar un coloquio sobre Antonio García-Trevijano y la Transición española. El pasado está en el presente; y el futuro —ese lugar donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas— se construye en el momento actual. Pero solo conociendo el pasado podemos entender el presente y tomar mejores decisiones en el futuro. A lo largo de la historia —escenario donde se despliega la existencia humana— las decenas de miles de generaciones que se han ido sucediendo han dejado a sus hijos un porvenir mejor del que experimentaron de primera mano, viendo una mejora en las condiciones de vida de sus descendientes, sin embargo, este pacto ínsito a la naturaleza humana se ha visto truncado en las recientes décadas, siendo las generaciones actuales las primeras en la historia que dejan a sus hijos una situación peor que la que les dejaron sus progenitores.

Por supuesto que el academicismo español no ha sido capaz de encontrar las causas que han llevado a la «crisis» [sic] del supuesto Estado del bienestar. Los aburridos y desapercibidos datos, como por ejemplo los del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, nos indican que España ha pasado de ser la octava o novena potencia del mundo en 1978 a ser la decimoquinta economía mundial. Ha aumentado la producción, pero ha disminuido la productividad. La evolución de los precios es mayor que la evolución de los salarios, con la consecuente pérdida de poder adquisitivo que ello acarrea. La factura de la luz cada vez es más alta, las viviendas son un producto de lujo, el desempleo juvenil alcanza unos niveles preocupantes —al menos deberían serlo—, llegando al doble de la media mundial. A todo esto debemos sumar los últimos informes en materia educativa, como por ejemplo los Informes PISA, siendo también la primera vez en la historia que los niveles de educación son inferiores que los de la generación anterior.

Pero de nada sirve indignarse con estas coyunturas sociales y con las consecuencias de estos problemas si no conocemos las causas ni su origen. Solo remontando el río de las consecuencias, hasta llegar a las causas, podremos plantear soluciones a estos rampantes problemas y acabar con la raíz de estos males: el régimen del 78. Eso es lo que hizo Antonio García-Trevijano, su alternativa democrática está planteada, solo falta que sea aplicada.

Por estos y otros motivos, el MCRC organizó un coloquio para conversar acerca de nuestra historia reciente, de la cual la sociedad sabe lo que le interesa a los mismos que promueven leyes de amnesia histórica y programas de telebasura en la televisión pública, los mismos que prohibieron a Antonio García-Trevijano y dan cobertura 24/7 a terroristas y a independentistas, los mismos que desentierran a un cadáver y renombran un aeropuerto con el nombre del ministro y secretario general del Movimiento. Por eso tenemos que, en misión pedagógica, devolver a la ciudadanía el debate público sobre nuestro pasado; recordar la figura de don Antonio, sin olvidar el hecho de que si en España no hay democracia es porque todas las fuerzas políticas de la Transición se unieron contra él y contra la libertad, entrando en el Estado y repartiéndoselo en relación de proporcionalidad con listas de partido predeterminadas por el jefe de partido.

Baldomero Castilla introdujo la sesión seguido de Juanjo Charro. A estos dos oradores se les unieron Pedro Manuel González y Alan Simón, sumándose los distintos asistentes con los que interactuaron e intercambiarion interesantes disertaciones.

Agradecemos la asistencia del público y sus interesantes aportaciones y sugestiones a lo expuesto durante la charla, en particular a los universitarios de la Universidad CEU San Pablo. También agradecemos las valiosas propuestas que a buen seguro inspirarán futuras acciones.

La guinda del pastel la puso Alberto Gálvez, aquel dramaturgo fuera de serie que apareció como un espontáneo en el coloquio del año pasado y ofreció al MCRC su magna obra de teatro Patología de la Transición, anunciando las próximas representaciones los días 18 de julio y 26 de septiembre, en Madrid. Obra con la cual el amable lector podrá contribuir a través del mecenazgo.

Finalmente, se anunció la presencia del MCRC en una mesa informativa en la Feria del Libro los días 1 y 8 de junio, en el Parque de El Retiro. Estaremos encantados de contar con vuestra presencia.

Tanatopraxia fiscal

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El nuevo proyecto de reforma del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal no es, como pretenden sus redactores, una simple modernización o adaptación a los nuevos tiempos. Es, en esencia, la puntilla a la ya inexistente independencia del Ministerio Fiscal, cuyo sometimiento al ejecutivo lleva años intensificándose, y que con esta reforma se convierte, ya sin tapujos, en el brazo ejecutor de la voluntad política del Gobierno de turno en la Justicia.

Su impulso obedece a dos razones: Las exigencias europeas ante la resaca de los escándalos judiciales que afecta al fiscal general del Estado; y el necesario maquillaje para aparentar independencia en la pretensión de entregar la instrucción penal a la Fiscalía y tener el control absoluto sobre las causas criminales. Sin embargo, se trata del maquillaje de un cadáver para aparentar una vida que ya se apagó y que se va a enterrar definitivamente.

Los defensores del proyecto alegan que la reforma otorga mayor autonomía a la Fiscalía. Nada más lejos de la realidad. Se trata de una trampa semántica. La pretendida «autonomía» no es tal si el fiscal general del Estado sigue siendo nombrado por el Gobierno. Desvincular un año del ciclo político su mandato es ridículo si la instrucción de procedimientos sigue dependiendo jerárquicamente de esa figura. La independencia no se proclama; se garantiza estructuralmente. Y lo cierto es que esta reforma no hace sino profundizar en una estructura piramidal, altamente centralizada y, por tanto, vulnerable al control político.

Uno de los aspectos más preocupantes es el debilitamiento de los órganos internos de control. El Consejo Fiscal, ya de por sí con funciones meramente consultivas, pierde peso real, mientras se refuerza la capacidad del fiscal general del Estado para dictar instrucciones vinculantes sin contrapesos.

¿Acaso no aprendimos nada del uso partidista de la Fiscalía en los casos más recientes de corrupción, secesionismo y politización de la justicia? Lejos de corregir esas derivas, el proyecto las institucionaliza.

Otro de los ejes del proyecto es la defensa de la «unidad de actuación» del Ministerio Fiscal. Bajo esta consigna se justifica el reforzamiento de la disciplina jerárquica, ya de por sí férrea hasta el momento. Pero en la práctica, esta «unidad» implicará una ineludible uniformidad impuesta desde arriba. Se margina la discrecionalidad técnica de los fiscales en favor de la obediencia institucional. Se sacrifica el criterio profesional independiente al altar de la conveniencia política.

La experiencia reciente demuestra que el fiscal general del Estado actúa como comisario político en lugar de como garante de la legalidad. La reforma, lejos de corregir esta realidad, la consagra. Se permite que la Fiscalía oriente su actividad según los intereses estratégicos del ejecutivo, desde la priorización de ciertos delitos a la inacción en otros.

Este proyecto de reforma somete aún más al Ministerio Fiscal de cara a la reforma procesal que suprime a los jueces de instrucción y le confiere tal importante labor. Se presenta como una modernización técnica, pero es en realidad una operación política. Una más en la hoja de ruta hacia un modelo de justicia subordinada, donde incluso la independencia personal sea mera retórica vacía.

El Ministerio Fiscal no necesita una reforma. Necesita una reestructuración orgánica que lo emancipe del ejecutivo, que lo sitúe bajo el mismo gobierno separado de la justicia como un verdadero garante de legalidad, quedando así blindado frente a las presiones del poder político. Mientras eso no ocurra, todo lo demás es maquillaje para un cadáver. Y del malo.

Maquillaje fiscal

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 265 de «La lucha por el derecho» nos habla del proyecto de reforma del Estatuto del Ministerio Público, de cara a la futura entrega de la instrucción penal a los fiscales.

La libertad política de los españoles

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La libertad política de España depende de la unidad del sujeto constituyente que es el conjunto de todos los españoles.

Fuentes:

Radio libertad constituyente: https://www.ivoox.com/rlc-2013-31-01-crisis-estado-crisis-la-audios-mp3_rf_1752434_1.html

Música: Preludio de la suite para violonchelo BWV 1011 de J.S.Bach.

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