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jueves 1 enero 2026
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El Consejo debe obedecer

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de Partidos», desmenuza, en el capítulo nº 37 de «La lucha por el Derecho», una noticia aparecida en el diario El Comercio, titulada «El Gobierno acusa al Poder Judicial de “invadir la soberanía” del Congreso».

Feliz Navidad y próspero 2021

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De la ruptura democrática a la ruptura de España

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De la esperanza por un futuro democrático, a la ruptura de España por la oligarquía dirigente.

Intervienen Antonio García-Trevijano y Adrián Perales.

Fuentes:

Radio Libertad Constituyente: https://www.ivoox.com/rlc-2015-11-08-la-ambicion-personal-rajoy-la-audios-mp3_rf_9310034_1.html

Música: Intermedio de la ópera Goyescas, última pieza compuesta por Enrique Granados.
https://www.ivoox.com/paisaje-nocturno-goyescas-granados-23-03-17-audios-mp3_rf_17735636_1.html

Demomafia

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Una imagen de la película «El Padrino».

Demomafia es el sistema político que se sustenta en la complicidad de la ciudadanía con facciones, bandas o partidos detentadores del poder.  Estas facciones, bandas o partidos son grupos organizados que tratan de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos e incluso se valen del embeleco y el fingimiento para dar certidumbre y credibilidad al fraude.

La demomafia la defienden quienes, conociendo la estafa, la disfrutan sin límites y la adornan de una aureola de ventajas, inexistentes para la mayoría, pero muy provechosas para los impostores.

Esta demomafia se origina tras un enorme trauma, choque emocional grave o catástrofe colectiva. Tenemos ejemplos en Europa, donde tras la segunda guerra mundial se impuso un sistema falsamente llamado democracia, sin libertad constituyente, ni una verdadera separación de los poderes del Estado ni tampoco una auténtica representación de la ciudadanía.

Pasaron más de treinta años y la construcción de las “democracias” europeas dieron sensación de estabilidad y mejora sobre los sistemas precedentes, pero la segunda parte de aquella maniobra –en 1978- fue mucho peor que la primera parte.

En primer lugar, porque no hubo verdadero cambio. No se condenó la dictadura, sino que se toleró el paso “de la ley a la ley”; engendro mal concebido, pero bien aceptado por la razón de su origen. Con un jefe de Estado que mantiene el carácter de generalísimo y mando supremo de la violencia del Estado. Una cuota de poder omnímodo entre los partidistas jefes y autócratas de la nueva clase política. Y un Estado a repartir.

En segundo lugar, porque faltó visión de futuro y anticipación a la corrupción consecuente. Se creó un sistema ignominioso, perverso, arbitrario y abusivo. Sin embargo, existiendo un proyecto de verdadera democracia, se debió considerar su aprobación y vigencia, no lo que soportamos hoy día.

Y en tercer lugar, porque los remedios, paños calientes, enmiendas y composturas, que se plantean como superación del fracaso, son tan negativas y deficientes como el original. La desintegración para la federación es una idea absurda. La idea de reducir los poderes legislativo y judicial para gobernar sin ambages y subordinación es contraria a toda democracia. La idea de crear “la verdad oficial” y controlar disidencias es la prueba del nueve de la tiranía.

Así es la demomafia, el cambiar todo para que nada cambie.

Sí, la demomafia se ha consolidado. Gran parte de la población colabora en la tramoya y costará años revelar el “como si…”. Pero es una obra necesaria, propia de titanes y seres libres.

La potestad judicial en la república constitucional (I)

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Hoy, en Libertad Constituyente TV, publicamos el octavo capítulo del programa “Coloquio y análisis político” con el objetivo de hablar de la potestad judicial en la república constitucional. En este capítulo del programa han participado Juanjo Charro, Fernando de las Heras y Pedro Manuel González.

República

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Hoy, en el decimotercer capítulo de «La cátedra de Dalmacio», presentado y conducido por Enrique Baeza, Dalmacio Negro Pavón (catedrático de Ciencias Políticas y autor de numerosos artículos y libros) nos propone un viaje desde Platón y Aristóteles, La Biblia, reinos de Castilla y Aragón, monarquía absoluta en Francia hasta llegar a la república presidencialista norteamericana, mencionando a Popper, Hayek frente a Platón, Hegel y Marx.

Los siervos voluntarios son responsables

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Fragmento del «Discurso de la servidumbre voluntaria», Étienne de la Boétie (1577). Cartel de Superabundans haut, Buenos Aires, 2010.

Colectivamente, la sociedad que tolera o admite que sus políticos mientan y engañen, tiene los gobernantes que merece su miseria y podredumbre moral.

Individualmente, el ciudadano que defiende, apoya o sigue votando a los políticos que le han mentido o engañado alguna vez, carece de legitimidad para criticar o protestar por lo que hacen o deciden esos políticos a los que ha votado. Y, por el comportamiento servil de esta forma de proceder, tiene la vida que merecidamente le permiten esos mismos políticos.

Dos ejemplos:

El PP de Rajoy durante la campaña electoral de 2011, tras la que obtuvo mayoría absoluta, prometió no subir impuestos, terminar con la politización de la justicia, derogar las leyes de memoria histórica y del aborto, etc.
Inmediatamente materializó la mayor subida de impuestos de la historia de España, ni un sólo intento durante aquella legislatura de derogar las leyes que prometió derogar y, además, contribuyó con modificaciones legales a un mayor control político de la justicia, etc.

El PSOE de Sánchez durante la campaña electoral de 2019 se comprometió a no pactar con Podemos ni con EH-Bildu.
El primer Gobierno de Sánchez poselectoral es un Gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos, con apoyo parlamentario, entre otros, de EH-Bildu.

Independientemente de compartir o no el contenido de las promesas electorales anteriores, una vez que han incumplido sus promesas, el que le sigue votando, además de carecer de legitimidad para quejarse por la vida que lleva y que aquéllos le organizan, sin ser consciente de ello ha renunciado al orgullo de ciudadano para convertirse en siervo voluntario de los jefes de partido.

Desde luego, como no se cambian estas cosas es apoyando con el voto a los de siempre y a los nuevos (Cs, Podemos y Vox), que se han incorporado al régimen para seguir pactando y repartiendo por consenso. Más pacto y reparto a costa de los dineros de los contribuyentes.

Los jefes de los partidos no tienen más poder que el que se reparten, según el apoyo de los votos que reciben las listas electorales de cada partido. Los políticos, que defienden su modo y medio de vida, no son los únicos responsables de cómo funcionan las cosas. Quien vota, apoya o defiende a esos partidos y a sus jefes, son los principales responsables del funcionamiento de las cosas hoy en España y, sobre todo, de que continúen y continúen funcionando así.

Para cambiar esto no es necesario hacer heroicidades ni arriesgar el patrimonio personal, es suficiente con no apoyar, no votar, no legitimar al régimen. La clave no son ni los partidos políticos ni los políticos de esos partidos, son sus votantes, que voluntariamente los legitiman una y otra vez. Resulta aplicable lo de «sarna con gusto, no pica».

Sí hay alternativa. Sí hay salida. Cuando te llamen para que acudas a votar, no des poder ni legitimes con tu voto a partidos y políticos, sin excepciones. El pasotismo, la dejadez y la ignorancia inexcusable son culpables, y responsables quienes practican estas actitudes.

Sapere aude. Carpe diem.

¿Información plural o pensamiento único?

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   En el BOE del pasado 5 de noviembre aparece una orden del Ministerio de la Presidencia «por la que se publica Procedimiento de actuación contra la desinformación aprobado por el Consejo de Seguridad Nacional», firmada por Carmen Calvo quien, recordemos, fue ministra de Cultura con Rodríguez Zapatero, y que ha tenido cargos políticos durante toda su vida.

Esta orden ministerial parte de unas premisas falsas y que en España nunca han estado vigentes como «el acceso a información veraz y diversa» o que «por este motivo, la libertad de expresión y el derecho a la información se consagran como derechos fundamentales en nuestra Constitución».

Durante los gobiernos de Felipe González, era de dominio público la manipulación en Radiotelevisión Española, así como en otros medios de comunicación, la gran mayoría de ellos bajo la órbita de Jesús de Polanco. No obstante aún existía Antena 3 Radio, que era más veraz, diversa y crítica, llegando a ser número uno en audiencia. Eso no podía mantenerse mucho tiempo, así que el Gobierno de González propició la absorción por la SER de Antena 3 Radio.

   Hoy en día, esa «información veraz y diversa» brilla por su ausencia pues ni RTVE, ni Atresmedia ni Mediaset son grupos de comunicación independientes del poder político ni están enfocados a ciudadanos con interés por la actualidad y en los que existan opiniones de todo tipo. Se dirigen a masas proporcionándoles una realidad falsa. En los medios de radio sí existe más pluralidad sabiendo que cada emisora tiene su tendencia. En los pocos medios de prensa escrita podemos decir lo mismo que en el caso de las distintas emisoras de radio.

   Pues bien, la orden ministerial antes mencionada, argumentando de forma falsa decisiones en el entorno de la Unión Europea y la COVID-19 plantea la entrada en vigor de todo un «Procedimiento de actuación contra la desinformación» cuyo contenido está, de principio a fin, absolutamente tergiversado y con un fin absolutamente espurio, pese a que en esta orden ministerial se dicen aseveraciones tales como «esta situación sugiere la necesidad de un reajuste de este marco de actuación y, a tal efecto, se desarrolla la actualización de este procedimiento, que ha servido de base para la creación de un Sistema Nacional para la prevención, detección, alerta, seguimiento y respuesta cuyas causas, medio y/o consecuencias están relacionadas con la desinformación» o que «Por último, se revisan las funciones de la Comisión, a fin de responder a la necesidad de elaborar una propuesta de Estrategia Nacional de Lucha contra la desinformación».

En el desarrollo de esta «estrategia» dice la orden que «Acorde con los órganos y organismos que conforman el Sistema de Seguridad Nacional, se establece una composición específica para la lucha contra la desinformación. La estructura está constituida por los siguientes componentes:

1. El Consejo de Seguridad Nacional.

2. El Comité de Situación.

3. La Secretaría de Estado de Comunicación.

4. La Comisión Permanente contra la desinformación.

5. Las Autoridades públicas competentes.

6. El sector privado y la sociedad civil».

Casi nada. Es sabido que todo aquello que comience por ciertos vocablos como consejo, comité o comisión permanente, el ciudadano debe echar mano a su bolsillo pues ello conlleva indefectiblemente dinero que sale de todos para mantener ese conglomerado burocrático. 

   Expuesto el contenido de esta orden ministerial, cuyo rango jurídico es mínimo, redactado por el poder ejecutivo y sin participación alguna del poder legislativo, podemos concluir, en primer lugar, que pretendidamente, a partir de entrar en vigor, existiría «oficialmente» información y desinformación, verdad y mentira oficiales, creándose una suerte de «Ministerio de la Verdad» como en la escalofriante novela 1984 de George Orwell. En segundo lugar, partiendo de lo anterior, se implantaría un pensamiento único impuesto por el ejecutivo, una auténtica dictadura, además, plasmada negro sobre blanco.

  Desde mi punto de vista, jamás en España ningún gobierno se ha atrevido a tanto. Ahora, parece ser que con internet, y personas o grupos que defienden la libertad, necesitan este nuevo «Ministerio de la Verdad» para intentar en vano hacerles callar.

Pregunto: ¿quién va a creer seriamente a un presidente del Gobierno que de un día para otro cambia absolutamente de criterio?; ¿quién va a creer a un señor como Simón que en su día dijo que la pandemia en España afectaría a una o dos personas?; ¿o que Calviño vaticinara que la repercusión económica de la pandemia sería inapreciable?. ¿Quién miente y manipula en España?.

Sinceramente, creo que esta orden nunca llegará a ser aplicada, pero deja vislumbrar unas finalidades absolutamente totalitarias.

Para la verdad

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El tiempo descubre la verdad. Juan Antonio Vera y Calvo (1871).

En el mundo posmoderno, las grandes cuestiones, los grandes conceptos que secularmente han agitado las inteligencias más notables de la tradición greco-latina, han sido empequeñecidos, ocultados, cuando no directamente transformados mediante una metamorfosis trivializadora, en bisutería de mercadillo.

Si atendemos a su etimología, podemos distinguir dos orígenes de la palabra verdad: uno griego y otro romano. El primero aletheia, viene a significar lo que no está velado, lo que se nos muestra tal como es. El vocablo latino veritas, lo relaciona con la exactitud, con la realidad. Para Platón era un ideal como la belleza o la bondad y para Kant la piedra angular de todo conocimiento. En la cultura occidental aparecen fundidas las concepciones griega y latina y, mediante el consenso de nuestra percepción de la verdad con las de los demás, podemos asistir, por ejemplo, a la verdad incontestable de la naturaleza o a la de los grandes descubrimientos científicos. También podemos considerar a la verdad como algo absoluto y objetivo que se nos muestra o actúa de forma inalterable.


Así mismo, podemos hallar explicación en su opuesto: la mentira. La Real Academia Española nos arroja un poco de luz sobre uno de sus opuestos, y así recoge en una de sus entradas un concepto novedoso de la lengua inglesa: la posverdad. Dícese de la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad”.


En numerosas ocasiones podemos contemplar la posverdad como resultado de la voluntad individual, como un sentimiento que se intenta proyectar sobre el conjunto. “Pero las mentes de los demás hombres, siendo en sí mismas precarias e ineficaces, jamás podrían parecer un sustituto para la naturaleza”, nos avisa George Santayana. La verdad nunca puede ser consecuencia de la voluntad.

El régimen partitocrático que sufrimos en España, y en diferentes países Europa, es todo falsedad, todo posverdad. Un engaño que expulsa al ciudadano de la vida política, de toda actuación directa en ella. Se convocan votaciones plebiscitarias cada cuatro años para ratificar listas de partido. Hacer pasar como democráticos a los Estados de partidos es la posverdad paralizante que nos imponen las élites nacionales y europeas. Poder sin control y acciones legislativas tanto nacionales como europeas para favorecer intereses espurios de lobbies y grandes corporaciones.

Pero existen verdades veladas, incómodas, que han sido escondidas a propósito por el peligro que entrañan para el poder político. Me estoy refiriendo a la verdad política. Ésta se halla en estrecha relación con la libertad política colectiva. “La identidad de verdad y libertad se contrae a la esfera de lo político. Aquí se produce el descubrimiento de que la verdad, en la relación de poder entre gobernantes y gobernados, entre Estado y Sociedad, está y sólo puede estar en la libertad colectiva que la funda”, dijo Antonio García-Trevijano.

Esta ocultación, esta verdad sepultada, es hábilmente sustituida por la falsedad o por la posverdad. La falsedad de que un poder constituido pueda ser fuente de libertad. La única manera de acceder o descubrir la verdad política, es a través de la libertad constituyente. Es en el momento preciso de la libertad constituyente, libertad fundadora y retenedora del sistema político, cuando podemos contemplar la verdad política. Una Verdad, que nos muestra claramente la reciprocidad de ambos conceptos: verdad=libertad. La Libertad verdadera, la colectiva, de la que manan todas las libertades públicas, la que es fuente del derecho. Esa es la verdad política.

Ejecución penal e independencia judicial

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de Partidos», nos explica, en el capítulo nº 36 de «La lucha por el Derecho», por qué la ejecución penal debe ser exclusiva de un órgano judicial independiente.

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