Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 81 de «La lucha por el derecho», realiza un análisis sobre la prisión permanente revisable a colación de las diferentes declaraciones publicadas en los medios de comunicación a consecuencia del asesinato de un menor de 9 años en Lardero (La Rioja).
Revista de medios de octubre de 2021
Ignacio Ruiz Quintano se pronuncia sobre la ilegalidad de los sucesivos estados de alarma en el punto álgido de la pandemia: «Los partidos se saltan la ley (la defensa de todos contra uno) y la Constitución (la defensa de uno contra todos) por humanitarismo (“salvar vidas”, lo llaman: Bolinaga, Galhi, Covid…) […] El Congreso puede encarcelar ilegalmente (y sin consecuencias) a la ciudadanía porque lo que llamamos Constitución es una Carta Otorgada. La Constitución se impone de abajo arriba desde la libertad constituyente, y la Carta Otorgada se impone de arriba abajo desde el poder constituido, que otorga unas libertades individuales (no la libertad política), y por lo mismo que te las da, te las quita, como ha sido el caso. Constitución, en realidad, sólo hay una, la americana, escrita porque los fundadores venían escaldados de la “no escrita” de los ingleses: no querían un rey absoluto, pero tampoco un Parlamento absoluto, y con la pista que les dio Montesquieu (a un poder sólo otro poder lo detiene), dividieron la “soberanía” y separaron los poderes… para que los ciudadanos, en palabras de Madison, pudieran dormir tranquilos. Lo llamaron “democracia representativa”, de la cual en Europa estamos ayunos de lo que es y ahítos de lo que lo parece».
Carmona «retrata» las puertas giratorias del PSOE: «Nadie se indignó por el asalto a INDRA». Como señala el subtitular de la noticia, «el PSOE ataca a Carmona por su incorporación a Iberdrola. Pero fuentes del partido recuerdan que nadie dijo nada cuando se colocó a un dirigente del PSC en Indra o a Pepe Blanco y José Montilla en Enagás». El enfado en el partido más importante del régimen partidocrático parece debido más a la falta de oportunidad del momento, cuando se disparan los precios de la electricidad y el Gobierno de turno aparenta cargar contra las compañías del sector, que a un verdadero rechazo de la inercia de las «puertas giratorias» que grandes corporaciones del IBEX ejecutan incorporando a sus nóminas a antiguos políticos de los partidos que han servido a sus intereses.
Sobre la reciente sentencia del Tribunal Constitucional, que declara inconstitucionales ciertos aspectos del decreto del Gobierno de Rajoy sobre las cláusulas suelo, consensuado con PSOE y Cs, el jurista José Luis Escobar señala que tal normativa buscaba beneficiar a los bancos, ahorrándoles gastos, en vez de hacerlo con los súbditos afectados por el fraude de ley de dichas cláusulas. En todo esto subyace, según Escobar, la falta de separación de poderes, que sostiene la alianza del poder partidocrático —que elige a los miembros del CGPJ quienes eligen a su vez a los jueces del TS— con la oligarquía económico-financiera, que es para quien en realidad legisla.
Comentando unas recientes declaraciones de Felipe González sobre el populismo, Ignacio Ruiz Quintano señala lo siguiente: «Aclarémoslo para el españolejo joven: no hay más populismo que la democracia, definida por Lincoln en Gettysburg: “Gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”. […] Como en Europa no se puede hablar de demagogia, pues implicaría dar por sentada la democracia, la propaganda de los Estados de partidos llama populismo a la demagogia, y al consenso (método de gobierno de los oligarcas), democracia. La proverbial (y cultivada) ignorancia del españolejo en teoría política hace el resto, con las ideologías liberales inculcando a las masas la idea de que los asuntos públicos no son sus asuntos, salvo el acto de votar, y de “votar bien”, dicho por el Saint-Just de Puerta de Hierro (para Saint-Just la voluntad general no era la de la mayoría, sino la de los puros contra los que “amenazan la libertad”). La propaganda nacional viene llamando populismo a lo de Podemos y lo de Vox, aunque ninguno de estos dos movimientos ha hecho suyas, nunca, las dos vindicaciones del populismo o democracia: elección directa y separada del gobernante y un sistema electoral mayoritario, contra el proporcional de Gonzalón».
El economista Juan Ramón Rallo resalta que el «bono cultural» de 400 € que la actual facción estatal en el Gobierno promete a los jóvenes al llegar a la mayoría de edad para votar es un modo de comprar su voto. Afirma Rallo que se podría esperar que el partido no llegara al extremo de explicitar sus verdaderas intenciones, pero recuerda que ya anteriormente en votaciones en Aragón el mismo partido prometía una partida que fue publicitada explícitamente como recompensa a votarle. Los partidos del régimen no tienen empacho, pues, en utilizar el dinero del contribuyente en beneficio de su propia ambición de poder, ya que su función representativa de la sociedad civil es inexistente.
La Junta [de Andalucía] mantiene las grandes subvenciones de carácter nominativo a CCOO y UGT, que no han devuelto todavía el dinero defraudado en el pasado. Paco Núñez concluye su artículo citando al activista social Roberto Torres: «Personalmente, considero que los sindicatos deben renunciar a la financiación pública. No se puede servir al Gobierno y defender con lealtad, integridad y determinación a los trabajadores. Tienen que despegarse de la teta pública y aprender a vivir de las cuotas de los afiliados para recuperar la legitimidad y la confianza de los trabajadores. Es fundamental que la ética sindical sea el mecanismo impulsor de la renovación de los sindicatos mayoritarios. El sindicalismo independiente es el único camino para defender a capa y espada los derechos sociales». Tal ética sindical es imposible cuando los sindicatos citados, UGT y CCOO, encarnación bicéfala del antiguo sindicato vertical, son órganos del Estado al mismo nivel que los partidos, que son subvencionados por el súbdito-votante, y sólo atienden a los intereses de la clase partidocrática.
El politólogo Santiago Armesilla señala que la pérdida de músculo de la economía española estos últimos 50 años está ligada al sometimiento de la oligarquía política y económica al papel asignado a España por Alemania a través de la UE dentro de la llamada división internacional del trabajo, que ha llevado a la desindustrialización de nuestro país en favor de la aspirador alemana, que tiene a cambio donde mandar sus turistas y vender sus productos de alta tecnología. Con tal política, la oligocracia partidocrática demuestra su falta de carácter representativo de los intereses de la nación.
Indican Alberto Iturralde y Emilio Triviño que, recurrentemente, aparece la pregunta de si es necesaria una reforma constitucional, y dan su criterio acerca de las propuestas que surgen, cada vez con más frecuencia, para intentar corregir los fallos de nuestro sistema político. Tales proposiciones de reforma se dan cuando el régimen partidocrático entra en crisis, y sólo buscan reajustes parciales para que todo siga igual, al estilo leopardiano. Tales reformistas son, pues, los más conservadores, pues no conciben que, por cuestión de principio, no hay Constitución sin separación de poderes.
Vargas Llosa y su Fundación se muestran descarnadamente en el reportaje de Víctor Lenore, y a pesar de sus ansias de libertad indefinida, como un ente que afirma sin prejuicios buscar recaudación, y que se presenta rodeado de políticos del segundo partido del régimen, o marca blanca del PSOE, como dijo alguien, con lo que su denuncia de la cultura como una «dependencia estatal» queda más que en entredicho. La «cultura» como industria, y, en este caso, como abrevadero de patos más o menos mareados, resulta aquí en evidencia en cuanto que inseparable e inconcebible fuera de la tutela del poder partidocrático.
De miedos y cambios
A la muerte del Dictador, todo el mundo se formulaba la misma pregunta: ¿y ahora qué? España se despabilaba tras un letargo de 40 años. Aunque con una razonable bonanza económica, en las calles los gritos de libertad contagiaban la alegría que transmite este concepto hasta entonces proscrito. No había miedo, el tirano había dejado de existir. Estábamos listos para el cambio.
Desde ese momento, éste vocablo se convirtió en palabra talismán. Utilizado hasta el día de hoy, se ha convertido en cántico devocional, un catártico mantra, entonado por los soberanos del Estado y sus correspondientes voceros y corifeos. Imprescindibles en la cartelería electoral, los «súmate al cambio» o «vota por el cambio» son consignas clásicas en los regímenes sin libertad política, en los que nada cambia porque nada puede cambiar.
En el inconsciente colectivo no sólo se presiente, se sabe que no existe tal cambio, y se toma por lo que es: propaganda de buzoneo. Ya podemos dormir tranquilos, los cambios anunciados no entrañan ningún peligro, la burocracia estatal cambia las caras, la imagen corporativa. Nos ofrece renovada seguridad y crea diferentes formas de rebeldía controlada para después protegernos de ellas y mitigar nuestros temores.
El viejo aforismo atribuido a Julio César, «divide y vencerás»,toma su forma definitiva en la sociedad actual. Divide para reinar. Una sociedad fragmentada y adocenada en falsos bloques ideológicos, integrada en un Estado asistencial, es más fácil de dirigir, encuentra calor y consuelo contra sus temores en el brasero imaginario que le brinda su imaginaria ideología de partido.
El temor es una fase previa al miedo. Es prevención, suposición o sospecha de un peligro que puede o no llegar. Es el temor a que gobiernen los otros, el toque de rebato del régimen burocrático, apátrida y antipolítico que es el Estado de partidos. Un temor inducido que añade una pizca de fricción para dar apariencia de movimiento.
Pero el miedo es otra cosa. Un golpe súbito, aterrador, donde la seguridad torna en desamparo. «El miedo siempre permanece —escribe Joseph Conrad—. Un hombre puede destruir todo lo que tiene dentro de sí mismo, el amor y el odio y las creencias, e incluso la duda; pero mientras se apega a la vida no puede destruir el miedo».
El miedo a la ruptura o a la libertad, es miedo a lo desconocido. Un miedo colectivo, resignado y arraigado que nos hace exclamar «más vale lo malo conocido…».
Erich Fromm sentencia que «hemos debido reconocer que millones de personas, en Alemania, estaban tan ansiosas de entregar su libertad como sus padres lo estuvieron de combatir por ella».
El moderno Estado de partidos precisa de este miedo colectivo para su supervivencia y continuidad. Su pérdida sería fatal. No está preparado para la rebeldía suprema, sobre la que ningún control puede ejercer, la única pacífica: la abstención electoral, la rebeldía fundadora de la libertad política colectiva.
La mónada electoral
La unidad mínima de poder es el distrito o mónada electoral. La mónada electoral es la base para la construcción de un verdadero sistema político.
Antonio García-Trevijano Forte, 5 de Junio del 2014.
Fuente RLC: https://www.ivoox.com/rlc-05-06-2014-hacia-republica-constitucional-ii-audios-mp3_rf_3190687_1.html
Música: Allegro ma non troppo, un poco maestoso. 9ª sinfonía de Beethoven.
Pedro Sánchez, lord protector de la common vice
Hoy en el capítulo nº 22 del programa «Coloquio y análisis político» Álvaro Bañón y Carlos Villaescusa certifican la ausencia de libertad política en España y su origen histórico en la Transición.
En segundo, lugar analizan la defensa realizada por Pedro Sánchez del principal partido de la oposición, tras haber sido condenado éste por la reforma sin tributación de su sede en Génova.
Finalmente, distinguen entre Estado y nación diferenciando sanidad estatal de salud humana a raíz de unas declaraciones del catedrático de microbiología de la Universidad de Padua.
Cuadratura del círculo penológica
El asesinato por una alimaña humana de un niño de nueve años en Lardero ha disparado la habitual diarrea tertuliana de demagogia, «expertitud» (en términos carmencálvicos) y afirmaciones sentenciosas sobre la imperativa aplicación de la pena de prisión permanente revisable. Los catedráticos y catedráticas en todología salen por doquier se lea un digital, un periódico, se encienda una televisión o se escuche una radio. De las redes sociales, mejor no hablar.
Los malabarismos lingüísticos tanto de los tertulianos como de los partidos de Estado para no llamar por su nombre a la cadena perpetua son ridículos. Y todo para seguir el juego de la antipolítica, del consenso.
La pena de prisión permanente revisable se estableció mediante reforma del Código Penal para los delitos de terrorismo, magnicidio, asesinatos de menores de 16 años o discapacitados, y en aquellos producidos tras una agresión sexual sobre la víctima.
En síntesis, su ejecución consiste en que el penado cumpla una pena privativa de libertad mínima revisándose después su puesta en libertad dependiendo de la concurrencia de una serie de requisitos. Esta revisión se podrá realizar a petición del reo o de oficio por el Tribunal al menos una vez cada dos años. El límite mínimo de cumplimiento cuando se imponga esta pena oscila entre los 25 y los 35 años según las características del caso y nunca antes de lo previsto en la antigua redacción del Código Penal, como ya avanzara su promotor, el ínclito Ruiz-Gallardón.
La descoordinación entre ciudadanía, legisladores, encargados de dar cumplimiento a las leyes y quienes han de aplicarlas juzgando a sus conciudadanos, fruto de este sistema de de irrepresentación y poderes inseparados, consigue ahora la cuadratura del círculo: promover la cadena perpetua y su revisión a la vez excusando para ello la levedad de las penas privativas de libertad.
Mientras, mantiene un sistema punitivo que permite la acumulación de penas de forma que puedan superar el milenio en situaciones de concurso delictual, pero cuyo cumplimiento depende de una legislación penitenciaria que facilita que esos mismos reos alcancen situaciones de semilibertad en menos de quince años.
Control penitenciario de privilegios, régimen de cumplimiento y progresión en grado que, no olvidemos, queda en manos de la administración estatal o autonómica y sólo cuenta con el control judicial ex post por el Juez de Vigilancia Penitenciaria de esas previas decisiones burocráticas, dictadas al fin y al cabo por la misma clase política que promueve estas «brillantes» iniciativas.
Que la prisión sea permanente y revisable es una contradicción ajena a la lógica jurídica. Es como el alto fuego permanente, que lo es hasta que deja de serlo.
El porqué de tan peculiar y enrevesada técnica legislativa, cuando hubiera sido mucho más sencillo y coherente para la finalidad perseguida reformar el sistema de ejecución de la penas y beneficios penitenciarios, tiene una explicación muy sencilla: la resistencia de los ejecutivos estatal y autonómicos a desprenderse del control absoluto y utilidad coyuntural que le ofrece la plena competencia en materia penitenciaria modulando a su antojo el contenido de las resoluciones penales dictadas por la jurisdicción.
Y es que donde los juzgados y tribunales no se encargan de hacer cumplir lo juzgado no hay independencia de la Justicia.
Preguntas de la audiencia
Hoy, en el trigésimo cuarto capítulo de «La cátedra de Dalmacio», presentado y conducido por Enrique Baeza, Dalmacio Negro Pavón (catedrático de Ciencias Políticas y autor de numerosos artículos y libros) responderá a las preguntas de la audiencia. Las preguntas han sido las siguientes:
1. Nos preguntan si hemos hablado de la libertad de expresión (Cesetano).
2. Si fuera posible me gustaría que en algún programa hablara Dalmacio sobre la anécdota de Federico el Grande de Prusia con un molinero, ya que tengo la impresión de que es un mito y la historia ha sido falseada. C.J. Friedrich, que es fuente más fiable, cuenta una historia diferente a la habitual, en la que Federico destituye y encarcela a seis jueces por resolver a favor de unos terratenientes y no a favor del molinero, ponderando la razón natural. Además a partir de ahí Federico propone el Código prusiano, basándose en la razón natural y costumbres, que se redactará en 1794, con el fin de eliminar el poder de los terratenientes locales y su protección en los tribunales. Ojalá que Dalmacio pudiera tratarlo y desenmarañar este asunto, gracias (Daniel).
3. Si puede ser enviarle una petición a Dalmacio Negro de si puede reeditar antiguos libros que ya no se venden como por ejemplo “El liberalismo en España” y “Historia de las formas del Estado: una introducción ” en forma de papel con su portada y todo eso ya que son los únicos que me falta, como habéis hecho con los de Trevijano (aunque en eso he de decir que me gustaba más la portada anterior que la nueva) (Escuadrón Rapador Bo bobo).
4. Sugerencia: la escuela de Frankfurt como precursora del progresismo actual. Gracias por el programa (SON ZORTON).
5. Me gustaría preguntarle a Don Dalmacio si algo que esté politizado es bueno o malo, puesto que somos seres políticos y la política está impregnada en nuestras sociedades (lmarmota).
6. Programa interesante, se me ha pasado rápido. Interesante lo de supraestado UE vs imperio UE. ¿Eso se podría desarrollar más? (David Larré).
Delgado, ratificada por el Supremo
Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 80 de «La lucha por el derecho», analiza la desestimación del Tribunal Supremo a la demanda contra la idoneidad de Dolores Delgado como fiscal general del Estado. Dicha demanda ha sido presentada por el PP y Vox.
Cambio político
Aprendimos a convivir con el desempleo estructural (en España siempre hay más paro que en otros países europeos) y la corrupción sistémica, y ahora una enorme crisis sanitaria y una inminente crisis económica y social sin una solución clara a la vista. La gente empieza a cuestionarse el sistema sin miedo a que le tachen de antidemocrático o radical, y las consignas partidistas que animaban a votar «para poder quejarse después» o que obligaban a asumir lo que hay «porque es lo menos malo de lo posible», cada vez convencen a menos. ¿Podría ocurrir entonces que habiendo gran número de ciudadanos que coinciden en la crítica, estemos más cerca de que se produzca un cambio para mejor en nuestra forma de organización política?
La cuestión fundamental sería saber si todos pensamos lo mismo cuando pensamos en lo mejor. Esto es, si habiendo gran acuerdo en el diagnóstico coincidimos en el tratamiento a seguir. ¿Pero coincidimos en el tratamiento? Entre los españoles escépticos con nuestro sistema político abundan los que creen que el ciclo que comenzó en la Transición está agotado. Muchos piensan que ya es hora de instaurar una «verdadera democracia» y de cambiar la ley electoral. Y muchos son también los que se quejan de la corrupción, se consideran hijos de la Ilustración, se definen como republicanos y exhiben ciertas veleidades revolucionarias. Sin embargo, las mismas palabras no siempre se refieren a los mismos significados, por lo que las coincidencias son sólo aparentes. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de democracia, reforma de la ley electoral, república, Ilustración o revolución?
Cuando Juan habla de democracia piensa en la llamada democracia social donde el Estado intervenga para garantizar los derechos sociales, pero no se preocupa especialmente de la independencia de poderes ni de la libertades civiles. Para Juan más democracia significa más intervención estatal. Sin embargo, Antonio piensa en la democracia formal: un sistema verdaderamente representativo donde la independencia entre legislativo, ejecutivo y judicial sirvan para garantizar las libertades políticas e individuales.
Tampoco hay acuerdo sobre la ley electoral. Juan considera que la representación ciudadana mejoraría sustancialmente y la corrupción disminuiría si hubiese democracia interna en los partidos, cambiase la ley electoral que procura un reparto injusto de los escaños y las listas fuesen abiertas. Antonio, que ha leído a Robert Michels y conoce la ley de hierro de las oligarquías, considera que es ingenuo exigir democracia interna en los partidos de masas, pues toda organización genera siempre una élite dirigente, y es indiferente que las listas electorales sean abiertas o cerradas, pues si los candidatos están puestos por los jefes de los partidos seguirán dependiendo de ellos y sólo se representarán a sí mismos. De modo que Antonio se inclina por pensar que el mal electoral es el sistema proporcional. El verdadero cambio surgiría de la elección de candidatos en distritos uninominales. Esto es, procedimiento de mayorías. A dos vueltas si fuese necesario. De esta manera habría verdadera representación política, los políticos serían más responsables en relación con sus votantes y la corrupción disminuiría.
Cuando Juan habla de república se refiere a la segunda república, con toda la carga emocional que ésta conlleva. El republicanismo de Juan es histórico, pues considera la segunda república como un arquetipo al que hay que volver si queremos que las cosas mejoren. Hay algo de romántico y melancólico en la postura de Juan. Básicamente consiste en que deje de haber un rey y vuelva la bandera tricolor: con un presidente electo sin apenas poder ejecutivo, un cambio de bandera y un cambio de himno estaríamos en el Paraíso. ¡Bendita candidez! Sin embargo, Antonio es más esencialista y quizá un poco más racional. Y cuando habla de república piensa en un sistema donde el jefe del ejecutivo sea elegido por los ciudadanos de igual modo, aunque en distinto tiempo, que el legislativo. De esta manera se garantizaría la independencia entre el ejecutivo y el legislativo, que es lo que Antonio considera fundamental para que la libertad y la sociedad civil levanten al fin la cabeza.
Por último, sus referentes ilustrados y revolucionarios tampoco coinciden. Juan alaba a Rousseau y a la Revolución francesa y Antonio admira a Locke, Montesquieu y la Revolución estadounidense.
Me pregunto si la ciencia también dice cosas tan diferentes utilizando las mismas expresiones. Aunque me inclino por pensar que no, después de todo el científico pretende ser entendido y la clase política que padecemos, que es la que acaba por malear el significado de las palabras que al final todos confusamente utilizamos, sólo aspira a que vuelvan a votarla en las próximas elecciones.
Con el sistema proporcional no hay representación
El sistema proporcional, a diferencia del sistema uninominal, no es representativo. La elección de representantes a doble vuelta por mayoría absoluta es la única manera de tener representación en una asamblea legislativa.
El sistema proporcional anula la representación política e integra a las masas en el Estado a través de órganos estatales, de ahí que sea el preferido por los poderes dictatoriales y oligárquicos.
Antonio García-Trevijano Forte, 4 de Junio del 2014.
Fuente RLC: https://www.ivoox.com/rlc-04-06-2014-hacia-republica-constitucional-i-audios-mp3_rf_3187881_1.html
Música: Tercer mov. de la primera sinfonía de Mahler.






