Lo que se espera de un debate político no es, como en un combate bélico o deportivo, la victoria o la derrota de alguno de los adversarios. El proceso dialéctico de debatir sobre un asunto político, en el seno de la institución parlamentaria ideada para ello, tiene por finalidad exclusiva la de delimitar y esclarecer el tema debatido y, a ser posible, la de descubrir la verdad que está siendo ofuscada en permanentes controversias públicas, contradictorias e imprecisas. Como debatir no es batir o golpear ni combatir o pelear, como tampoco embatir (embestir) o acometer, sino rebatir las falsedades y mostrar las verdades con argumentos irrefutables, un debate sobre el estado de la nación fracasa si al final del mismo, como era más seguro que previsible, continúa la misma incertidumbre política respecto de la situación de las relaciones del Estado con la sociedad gobernada. Nadie ha vencido donde nadie ha convencido. Todos han perdido el debate que todos han rehusado. El verdadero estado de la nación, como sucede en cualquier debate intelectual, se percibe mejor, y puede diagnosticarse con exactitud, alejándose de los intereses opacos que median en los partidos políticos y los medios de comunicación, para acercarse a los problemas que acucian a la mayor parte de la población gobernada. Lo que ésta sienta a diario en sus propias vidas, lo que padece con la política practicada en la Monarquía de los partidos, es más verídico y digno de crédito que los discursos sin médula mental de los poderes estatales o mediáticos.   Resulta absolutamente ridículo, por ello, atribuir la victoria o la derrota al jefe del gobierno o al de la oposición. En el contexto y la planificación de ese falso debate parlamentario, la verborrea iletrada de cualquier charlatán de feria, manejando cifras abstractas al por mayor y ejemplos concretos al por menor, los habría noqueado en el primer asalto. Es cierto que solamente los portavoces de CyU y PNV expresaron de modo correcto y coherente las causas de sus distantes posiciones respecto del Gobierno de Zapatero, pero también lo es que ni un solo orador se atuvo al tema del debate, tratando de convertirlo en una moción de censura o de confianza, donde el discurso infantil del tú más o peor que yo dominó el espíritu de todos los oradores sin oratoria. En España existen millones de profesionales incapaces de descender a semejante nivel de miseria intelectual y moral. Pero el sistema electoral, la corrupción de partido y la irresponsabilidad del poder los mantiene alejados de todo atisbo de vocación política, aunque muchos caigan en la inconsecuencia de votar lo que hay.   florilegio   "El debate es estéril o confuso si no lo anima el afán polémico de descubrir la verdad."

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