“Palabra de Rey” (Planeta), el libro hagiográfico sobre Juan Carlos del periodista Fermín Urbiola, confirma los planes del rey: quiere morir con las botas puestas, en la cama como quien lo nombró, y su infancia fue tan “traumática” que aún no ha podido superar el disparo con el que accidentalmente mató a su hermano, confirmando de paso la versión que Patricia Sverlo publica a diario en DRC: quiso ponerse los hábitos de monje y abandonar su aspiración al trono. El monarca considera una virtud “hacerse el tonto” y defiende la igualdad de todos “ante la justicia”, aunque la entrevista se hiciera después de que dos juezas declararan su impunidad ante una demanda de paternidad. Eso al menos se desprende de la extensa entrevista que Urbiola ha concedido a Juan Bosco Martín Algarra en “La Información.com” y cuyas preguntas y respuestas más significativas reproducimos a continuación:

El Rey confiesa que en tiempos de Franco pasó “20 años haciéndose el tonto”. ¿Eso fue una virtud?

Sin duda, y no podría haberla ejercido de forma tan excepcional sin el apoyo de la reina Sofía. Ella había mamado desde pequeña las cualidades de una reina en el Palacio griego de Tatoi. Sabía cómo permanecer callada en el momento oportuno. Guardar silencio no es fácil para nadie, y menos en aquellos tiempos para el príncipe, pero doña Sofía le ayudó mucho. Sobre todo en su trato con Franco, del que como buen gallego nunca se sabía si iba o venía; era como para cortarse las venas.

El Rey no se defiende ante los rumores de sus relaciones extramatrimoniales o las disensiones en el interior de su familia. ¿Debe hacerlo?

Ha respondido ya. Ha dicho que debemos ser ejemplares e iguales ante la justicia.
 ¿Que piensa el Rey del hecho de ser el sucesor de un dictador al que la mayoría de partidos políticos condenan?


Esa visión no es real: él no quiere los poderes dictatoriales recibidos de Franco, sino que los devuelve al pueblo. Ni siquiera aceptó la posibilidad de una “dictablanda”. Quiso quedarse “con menos poderes que el rey de Suecia”, si así se podía crear una concordia entre todos los españoles, y devolvernos la capacidad de decidir por nosotros mismos. El Rey no deseaba reinar en un país de vencedores ni de vencidos. El rey quería serlo de todos los españoles. En aquel momento nadie creía que pudiera conseguirlo, pero ahora lo estamos disfrutando todos.

 


Tras leer su libro, no parece que el juicio del rey con Franco sea severo.


Su relación con Franco es poliédrica. Mantiene un trato cercano, pero a la vez sufre el rechazo de quienes rodeaban al general. Le agradece a Franco que le haya hecho llegar su testamento a través de su propia hija, Carmencita, y por haber pedido a todo el mundo que “se pusieran del lado del futuro rey”. Pero tampoco puede olvidar que su padre, don Juan, estaba en el exilio. No fue una relación fácil la suya con Franco.

¿Se puede decir que el Rey tuvo una infancia traumática?


Considerando que desde niño fue una ficha en un tablero de ajedrez, sí, podemos decir que su infancia fue traumática. Llegó a somatizar el sufrimiento: padeció terribles dolores de cabeza y de oído. Se movía de aquí para allá según los deseos de un general que gobernaba España y un rey en el exilio. Fue durísima la lejanía de sus padres, con ocho años se queda solo en el internado Ville Saint-Jean de Friburgo y desde los diez viaja y vive sin su familia en España.

 


¿Se recuperó el Rey del golpe ocasionado por el disparo fortuito que mató a su hermano?


De una experiencia tan trágica, como aquella de en Villa Giralda, nunca te recuperas. La pistola semiatomática Star de 6,35 milímetros, con la que «jugueteaban» afinando su puntería los dos hermanos, Juanito y Alfonso, terminó con la vida de éste y noqueó, hundió y desbordó mental y sentimentalmente al príncipe Juanito. El padre, Don Juan, tiró la Star al mar y ahogó su tristeza navegando. Doña María de las Mercedes, la madre, sufrió una fuerte depresión de la que fue tratada durante meses en una clínica próxima a Fráncfort. Hubo, por entonces, algún comentario en relación a que el príncipe consideraba la posibilidad de renunciar a todo y que, incluso, pensó retirarse a un monasterio…

 


¿Y qué conclusión saca usted después de haber investigado la vida del Rey?

Que es una figura irrepetible en la historia de España, de esas que en siglos no volverá a aparecer y de esas que a lo largo del tiempo estudiaremos porque hizo algo insólito: recibir todos los poderes de un dictador y depositarlos en el pueblo. ¿Nos damos cuenta de lo que eso supone? Ahí arranca la Transición. Es una figura irrepetible también porque fue capaz de unir a los españoles. Al tiempo que legaliza al Partido Comunista, logra que los vencedores de la Guerra Civil no se conviertan “en los vencidos de la democracia”. Es un rey capaz de despedirse agradecido de Carrillo, en su capilla ardiente, y de recibir en la escalerilla de un avión al Papa. Qué te puedo decir, a mí me gusta ese líder para España.

¿Por qué no abdica el rey en su hijo?

Él tiene casi 75 años, edad de sobra para jubilarse. La gente lo vería bien, ¿no?
 Sí, sobre todo en una sociedad como la nuestra enganchada a lo joven, lo poco arrugado, lo nuevo… esto es lo que se admira en nuestra sociedad. Pero sinceramente creo que no hay español ni europeo en el mundo que tenga mejor agenda de contactos y mejor entrada a cualquier parte del mundo que el Rey Juan Carlos. El príncipe Felipe le ayuda mucho en sus tareas, y le está dando paso. Lo lleva haciendo desde hace tiempo.

O sea, que don Juan Carlos se morirá de Rey, y no de Conde de Barcelona.


No hay más que verle esta semana, que está de viaje en la India, encabezando una delegación de empresarios. Se ha llevado consigo a cuatro ministros. Trabaja en su pasión: servir a España. Yo no estoy en su cabeza, pero sólo te transmito algo que me dijo en la recepción del 12 de  octubre en el Palacio Real: “¡y lo que me queda por hacer!”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí