De la excepcionalidad humana a la sustancia única, eterna, inmortal, de Spinoza; de habitar la capital del universo, al provincianismo en el que nos sumió Copérnico; del aparente monolitismo de los seres, al atomismo de Dalton y siguientes. Antes de que Freud arrojara luz sobre la cara siempre oculta del comportamiento y de que Einstein redujera el constructo newtoniano a una constante matemática, sostén único del Cosmos, Carlos Darwin nos había sacado del arcón de los juguetes de Dios para hacernos fluir junto a millones de especies en el río de la vida.   Charles Darwin Pura genialidad, ninguna selección hay en este proceso de vuelta al sentido de la realidad del que nos había sacado el pensamiento iluso. Aunque seleccionar no es exactamente escoger, la expresión selección natural es desafortunada pues selección connota voluntad, mejora, discriminación, axiología, interés. Es decir, teleología. Cosa de la que la Naturaleza, afortunadamente, carece; ni selecciona ni descarta. El origen y evolución de las especies deberían asociarse a la indiferencia, a la dejación natural.   En todo caso, en la Política, profundamente teleológica, la maravillosa teoría del naturalista inglés se muestra impotente. El Estado procede de la necesidad pasional de la sociedad de librarse de la competencia cruenta y del imperio caprichoso de las mafias. En este sentido, el Estado de Partidos es un pseudo-Estado, una regresión en la civilización, pues no permite que el nuevo estatuto de la sociedad, el de sociedad civil, desarrolle sus propias y calmas pasiones, sino que institucionaliza, desempolvándolas, las miserias de las sociedades pre-estatales. Las mafias -como escribía Rafael Serrano en “Protección estatal”- establecen una colaboración competitiva (consenso): colaboran porque los recursos -dinero público- son suficientes para que la rivalidad entre las diversas familias elimine otras formas de organización y compiten para hacerse sin intermediarios con el gobierno, la administración y la impunidad. Es comprensible que los instalados en el poder hagan selección artificial de cuanto se les antoja -pues ese es privilegio del poder-, y a la vez exijan a sus protegidísimos compatriotas que hagan dejación natural de su condición de ciudadanos.

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