El absolutismo monárquico significa la santa alianza entre el trono y el altar, por lo que no puede decirse  que la Constitución de 1812  fuera liberal en el sentido de respeto por el proyecto de vida de todos los españoles y la separación entre el estado y la Iglesia.

La Pepa de 1812 no separó el poder político del poder religioso, al contrario, tomó partido descaradamente por una de las religiones cristianas. Su artículo 12 decía expresamente:

La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por Leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra.”

Habrá que esperar al año 1958, bajo la dictadura del generalísimo Francisco Franco, para encontrar algo parecido, en concreto en el artículo 2 de  la Ley  de  principios del movimiento nacional:

La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación.”

Hay una acepción de liberalismo que implica necesariamente el laicismo, es decir, la neutralidad del estado respecto a las Iglesias. En ese sentido es liberal el mismo estado moderno y no son liberales ni modernas, aunque parezca mentira, ni la Pepa de 1812 ni la “constitución de 1978” que expresamente mantiene el siguiente artículo 16.3:

Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.”

Este artículo 16.3 de la constitución de 1978, que empieza declarando el principio liberal, de inmediato lo desmiente, lo niega. ¿Por qué? Pues muy fácil: si ninguna confesión, como proclama, tendrá carácter estatal ¿por qué los poderes públicos están obligados por la  misma constitución a mantener “las consiguientes relaciones de cooperación con” una Iglesia determinada – la católica- o “las demás confesiones”?

En octubre de 1813, de vuelta el rey a la Corte de España, y a la luz de las divisiones que el acontecimiento suscita entre serviles y liberales,  José María Blanco White comenta amargamente que “España está dividida en dos partidos: uno que nada ve ni nada atiende sino a convertir en leyes una porción de máximas abstractas; otro que a nada aspira sino a conservar la tiranía religiosa que ha reinado allí desde los siglos bárbaros.

 

Antonio Muñoz Ballesta.

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