Efectivamente la enseñanza de las TIC ( Tecnologías de la Información y la Comunicación ) es fundamental para el progreso del conocimiento en todos los ámbitos – también en la escuela -, y como banco casi infinito de datos que posibilita tal progreso de conocimiento. Ahora bien, no podemos hacer de las TIC una nueva teología o ideología absorbente y deshumanizadora. Enseñémoslas como medio para descubrir lo importante; no como sustitución de lo importante, del mismo modo que el tractor no puede sustituir la tierra de labor ni el labrador puede convertirse en un apéndice secundario del tractor. La experiencia nos dice ya que las civilizaciones tecnológicas son civilizaciones infantiles, además de tristes y nihilistas. Max Scheler, el padre de la ética material – con las mismas características de la ética formal que estableciese Kant – de los valores, ya nos advertía que los griegos no llegaron a una civilización tecnológica como la europea moderna porque no quisieron, porque la husmearon y presintieron, pero no les gustó, se echaron hacia atrás y tomaron el camino del estoicismo abstencionista y del neoplatonismo místico o interior.

    Señalaba Agustín Andreu que los indios y los chinos ( más entregados éstos a la cultura del saber terreno mero ), encantados por la demiurgia tecnológica contemporánea en la que están entrando con ímpetu arrollador, no han visto el peligro que para su humanidad puede suponer la aceptación de la victoria occidental en la conquista del mundo exterior. ¿Ha surgido entre ellos una sospecha griega? Salomón Reinach decía a comienzos de siglo que había analogías significativas entre los griegos antiguos y los japoneses.  Estamos seguros que los japoneses acabarán defendiéndose de los peligros de la neurosis del hombre occidental. Hoy todos los occidentales sabemos que cuando a alguien se le estropea el ordenador, por ejemplo, siente una angustia pánica hasta que se lo arreglan o compra otro. Y esa angustia se parece demasiado al que sufre el mono como enfermo adicto a cualquier droga dura del mercado. De hecho, la Organización Mundial de la Salud afirma que la escala de adicción que sentimos por los gadgets tecnológicos es superior al alcohol y al tabaco, y aún no conocemos del todo los efectos letíferos que pueda tener contra la salud. Esa angustia insoportable es el precio que paga el hombre occidental por su constante diálogo muerto con la máquina. Una máquina que nunca será un ser vivo, y que si se la golpea resuena de ella el mismo eco profundo, cavernoso y de letal presagio del Caballo de Troya (“Stetit illa tremens, uteroque recusso insonuere cavae gemitumque dedere cavernae”). Su corazón es el vacío. El maquinismo y la inteligencia artificial son falsos porque quieren simular la vida, engañar a la vida con un mundo virtual que no es verdadero y, por ende “bueno” ( Brentano ). Pero como no son la vida, como no representan la humanidad tibia y sufriente, su beso es el beso de la muerte ( Menéndez Pelayo ) y con su abrazo gélido nos inundan de una angustia mortal. No hay droga más dura que la mentira.

    La tecnología que estamos inventando nos aparta cada vez más de las formas naturales y se imagina otros espacios poblados de monstruosidades: el homo technicus genera monstruos. Pero la energía y las formas del ser bien empleadas deberían llevar dirección contraria. Nuestra inteligencia tecnológica es arcaica; con ella manchamos la Tierra como los mineros que vuelven a casa sin ducharse. Si la tecnología no se puede transformar en honda sabiduría para la vida sólo es un cacharro afeador del paisaje. Estas nuevas formas de alquimia de la ingeniería tecnológica son opio para el pueblo. Además, políticamente hablando, la demiurgia tecnológica es la heredera del imperialismo y el período colonial. Lenin se habría dado cuenta de ello. La tecnología está suprimiendo las diferencias culturales en virtud de su “objetividad” ( que es dominación ) y su éxito ( que es manipulación ). La tecnología es la última fuerza colonizadora de los viejos imperios que la producen ahora. Es la nueva filosofía imperial. El destino manifiesto. Las nuevas artes del nuevo imperio. El destino antivirgiliano del nuevo Eneas, que renuncia para siempre a su bandera: “Tu regere imperio populos, Romane, memento/ (hae tibi erunt artes), pacique imponere morem,/ parcere subiectis et debellare superbos”. La sociedad americana es muy consciente de ello: “Yes, BUT we have the technology…”

    El inglés funciona ya como la lengua franca de los negocios y la tecnología en todo el planeta. Steiner apuntaba que los ordenadores hablan un inglés sustentado en la lógica de Boole, que es una lógica nacida y engendrada bajo ciertas particularidades culturales ( en la época victoriana del esplendente British Empire ), así como las aportaciones de Turing y Shannon: “Hasta el más francés de todos los ordenadores habla angloamericano”. ¡Pobre De Gaulle!

    Por eso yo, si el Imperio me hubiera dado la ciudadanía hubiera votado a Santorum, que es el único discurso americano humanista que se oye hoy en USA. El Sanctum Sanctorum de la falsa mundivisión tecnológica se esconde o late en la socialdemocracia, de la que es representante máximo Obama en América y que se ha constituido en el supremo dominio ideológico en Europa desde hace cuarenta años. En Europa hasta la derecha es socialdemócrata. El día en que lo empiece a ser América con los obamitas el espíritu de los Padres Fundadores habrá muerto.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí