La falacia pública sobre la que se cimienta la actual Monarquía no se detiene en el teatral “como si” institucional de apariencia democrática con que se la viste, también asume por principio que los partidos políticos y los sindicatos estatales han de representar conjuntamente a la sociedad civil. No puede concebirse que éstos hayan sido así dispuestos como una barrera para ocultar y proteger el interés esencial de una minoría y su clientela en sus intocables negocios. Todo lo demás, puede abandonarse al reparto proporcional entre los descreídos figurones que copan las jefaturas de aquellas organizaciones, con su particular comisión y concurrencia para la nutrida pantomima mediática que adormezca al graderío.   No hay, como tal, un análisis global de los últimos treinta y dos años del que pueda deslizarse una única voluntad. El camino ha de fraccionarse en diversas decisiones, según personajes y partidos, que en todo caso se señalan reflexivas de la participación popular. Pero, una vez que se aprecia la irreversible maniobra conjunta, uno admira la pericia con la que han metido la mano en el bolsillo a tan grande mayoría; y la soltura con la que han persuadido, a los pocos que lo descubrían, de que el “carterismo” era algo normal y hasta conveniente; cuando no convirtiendo en socios a los irreductibles.   Los prohombres del posfranquismo decidieron hacer de España un país de turismo y servicios. Lo hicieron, naturalmente, porque podían hacerlo, y porque creyeron que aquella era la solución más fácil, más rápida, más estable y, sobre todo, de mayor rendimiento para los intereses financieros de sus negocios bancarios y mercantiles. Se sirvieron del obsoleto Estado de partidos para ocultar sus ambiciones asegurando el rumbo emprendido. Semejante planteamiento de economía política, no solamente significó que España no pudiera aspirar a ser más que una potencia de segundo orden, sino que condenó a las clases medias asalariadas al empobrecimiento y a un destino similar al de la antigua esclavitud por deudas.   Playa abarrotada (foto: Heart Industry).jpg

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