Barack Obama (foto: Barack Obama) La furia desatada en E.U.A. por las inyecciones de dinero público al gran capital financiero, que incluyen amenazas de muerte a los ejecutivos beneficiarios del American International Group (AIG), recuerdan que una ayuda económica selectiva y desproporcionada a ciertos sectores de la sociedad nunca será bien recibida por un país que ame mínimamente la libertad. Especialmente cuando los receptores de la ayuda han manifestado cierta ineptitud en sus empresas que, de acuerdo con la lógica del sistema competitivo de la economía que ellos apoyan en teoría, debería mandarles de vuelta al punto cero.   La economía global es, no obstante, una red de gran fragilidad. No discuto, pues, hasta qué punto el Estado debe intervenir en las crisis económicas de sus respectivos países; tan sólo constato que el malestar popular creado por medidas gubernamentales que benefician a los que causaron la situación en primer lugar, sin pedirles cuentas, se remonta a una vitalidad democrática que aquí poseemos en menor medida justamente por carecer de una tradición democrática sólida.   Aquí las denuncias apenas transcienden la anécdota. En E.U.A. las medidas adoptadas están empobreciendo la imagen de Obama a pasos agigantados, y ello se reflejará en las próximas elecciones. Aquí, nos guste o no, bailaremos al son de los dictámenes gubernamentales, y los cambios de gobierno son sólo cambios de fachada. La retórica cambia, pero las medidas serán iguales con uno u otro partido porque todos están encarcelados por una visión unívoca de cómo tratar al pueblo (y a la banca). En realidad, el gobierno no gobierna.   Qué más quisiéramos nosotros poder acudir a una cita como la que presento a continuación, por uno de los padres fundadores del país americano: “Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a los bancos privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo sobre la tierra que conquistaron sus padres”. Es de Thomas Jefferson, en 1802.

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