PATRICIA SVERLO.
Por los datos de que se dispone (entre otras pistas, algunas declaraciones de Suárez posteriores al golpe), fue un destacado socialista el primero en sugerir al general Armada la idea de un gobierno civil de coalición presidido por un militar. En principio, además de Armada, se especuló sobre varios nombres, entre otros el del mismo Sabino Fernández Campo.En el verano de 1980, un documento secreto llegó a manos del rey. Le había llegado de Madrid, y se trataba de un informe anónimo, aunque por el lenguaje parecía de autores civiles, según fuentes de la Zarzuela. Se hacía un análisis muy crítico de la gestión de Adolfo Suárez y acababa con una propuesta, de la que no se conocen todos los detalles. Se trataba de derrocar al presidente, eso sí que se sabe, y proponer como candidato alternativo a un militar o a un civil independiente de prestigio. En la versión oficial que se ha dado del informe, la vía propuesta para lograr un objetivo como aquél era presentar una moción de censura, pero esta idea parece poco verosímil, puesto que ya se había intentado sin éxito el mes de mayo de 1980. Todo parece indicar que lo que se estaba proponiendo realmente era lo que después se llamó “la solución Armada“, cuyo leitmotiv fundamental era que las acciones se habían de enmarcar dentro de los límites constitucionales, en una clase de renacimiento del famoso lema de Fernández Miranda, “de ley a ley” (para hacer el tránsito del franquismo a la democracia parlamentaria dentro del contexto de las Leyes Fundamentales). Pero con el paso previo imprescindible de la tentativa de “golpe duro“, que después el rey se encargaría de reconducir. A nivel operativo, para la tentativa de golpe duro, todas las acciones militares planificadas, y después llevadas a término, respondían a un plano único que gravitaba sobre cuatro puntos neurálgicos: el Congreso de los Diputados, la Capitanía de la III Región Militar (Valencia), la sede de la División Acorazada Brunete (de Madrid), y el palacio de La Zarzuela. Algo falló en el complejo entramado.

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El primer elemento discordante lo puso Sabino Fernández Campo en La Zarzuela, con dos iniciativas muy simples, que ha asumido públicamente, y que al comienzo no resultaron demasiado trascendentales. En primero lugar, insistió en el hecho de que Armada no actuara desde la Zarzuela, para no comprometer demasiado a la Corona, aun cuando mantuvieran contacto telefónico durante toda la noche del 23-F. En segundo lugar, con la misma intención, intentó evitar que se involucraran los nombres del rey y de la reina, de la manera tan explícita en que se estaban utilizando, para hacer la llamada al alzamiento. Si quisiéramos creer que la Zarzuela estaba al tanto del golpe del 23- F desde el comienzo, no solamente el rey, sino también su secretario general, Sabino Fernández Campo, las iniciativas de este último sólo habrían sido una precaución para proteger al rey en caso de que saliera mal algo, o incluso tan sólo una cuestión de forma. No se puede olvidar que, pese a la propaganda institucional para presentarlo como el gran defensor de la democracia la noche del 23- F, casi más efectiva con respecto a Fernández Campo que al mismo rey, Sabino no ha brillado nunca precisamente como “progre”. Sólo hace falta señalar, por el momento, las declaraciones que ha hecho recientemente, en el verano del año 2000 (en una conferencia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo), en las que afirmaba que el rey, como moderador y también como necesario mando supremo de las Fuerzas Armadas, “debería intervenir en el caso de que las prerrogativas concedidas por un hipotético Gobierno en minoría a un partido separatista amenazaran la integridad de España“. Estaba defendiendo nada menos que una intervención militar en Euskadi, que apoyaba en consideraciones jurídicas sobre el artículo 8 de la Constitución. En la línea constitucionalista de Armada, se le habría podido ocurrir algo parecido en febrero de 1981.Sabino y la Reina

En todo caso, las de Sabino fueron iniciativas que, en sí mismas, nunca habrían evitado el golpe. El elemento verdaderamente distorsionador fue Tejero. Uno de los puntos más débiles del plan era que, con un estilo similar al que Suárez había utilizado para legalizar el PCE, sin informar del todo a los militares, esta vez se había utilizado a Tejero sin decirle toda la verdad del plan. Y en el momento crucial, Tejero fue quien realmente abortó el golpe.

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