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JESÚS MURGIEGO

Comienzo mi nueva temporada de artículos en el Diario Español de la República Constitucional escribiendo sobre la festividad Alemana del Einheit, una conmemoración que cumple su 25º aniversario y que cada vez despierta menos entusiasmo entre la ciudadanía alemana.

Empezando por el nombre, que literalmente significa unidad, aunque nos solemos referir al proceso que vivió Alemania a finales de los 80 y principios de los 90 del pasado siglo como la “Reunificación o Unificación de Alemania”, lo que oficialmente se celebra en este día es la “Unidad de Alemania”.

También el día requiere clarificación, ya que el día marcado para la conmemoración no es el día de “la caída del muro”, 9 de noviembre. Esta fecha que además coincide con el aniversario de la proclamación de la República de Weimar en 1918, tuvo que ser descartada al ser el aniversario también de la infame “Noche de los Cristales Rotos”. La fecha elegida es el 3 de octubre, día en el que la Volkskammer, parlamento de la extinta Alemania del Este, votó su “adhesión” a la Republica Federal, hecho que supuso la desaparición del antiguo satélite soviético. Una votación similar a la que realizaron las cortes franquistas en el 77. Pero esta celebración, como casi todo lo histórico, salvando quizá lo deportivo, no despierta el interés de los alemanes; al contrario, se encuentran más cómodos evitando recordar sucesos de la historia aunque sean agradables como la reunificación del país.

Así pues, el 25º aniversario de uno de los mayores logros de los alemanes se celebra en una época en la que Alemania ha tomado un papel protagonista en la escena política internacional, especialmente en Europa, donde después de la crisis y de la integración monetaria, la política económica se hace al Diktat alemán. Pero a pesar de todo esto, la desafección hacia la clase política queda patente en la aprobación de la Canciller – quien aún convertida hoy en una figura de relieve internacional – su popularidad está por los suelos. Solo uno de cada tres alemanes apoya su gestión y su prestigio está en caída libre.

Pero no le puede extrañar esta desconexión a quien conozca la naturaleza del ParteienStaten, o Estado de Partidos Alemán, nacido de los rescoldos humeantes de la guerra mundial y fundada por los viejos políticos fracasados de la República de Weimar, quienes tan fácilmente fueron derrotados en las urnas por el Partido Nacionalsocialista.

Aquel que conoce la ausencia de representación política en este sistema, tiene la certeza de que a los intereses que sirve, en primer término la Canciller, no son los de los votantes, sino a los del Estado creado tras la capitulación del Reich. Así se entienden hechos como, por ejemplo, que un país cuya conciencia social es tan contraria a la energía atómica, y que se está gastando cantidades ingentes para desmantelar las centrales nucleares y minimizar así su riesgo, acepta de buen grado, sin rechistar y haciendo el menor ruido posible en la prensa, la instalación por parte de la fuerza aérea norteamericana USAF en la base militar de Büchel, no lejos del lugar desde donde escribo estas líneas, de 20 bombas atómicas con una capacidad cuatro veces mayor que la de Hiroshima.

En este Estado de Partidos, la misma Canciller que alecciona a los pobres países mediterráneos para conducirlos con mano de hierro por la senda de la austeridad hacia la solvencia económica de la que tanto hacen virtud los germánicos, se deshace, por el contrario, en elogios y en reverencias al visitar al Reino Unido al que ruega que se quede en la tambaleante UE. Al mismo tiempo, cierra la puerta a la negociación sobre los sacrosantos principios de libertad para la circulación de capitales, personas y mercancías entre los países miembros. Libertades que Alemania considera que “no deben ser sacrificadas en ningún viejo altar político doméstico”, ni siquiera en el altar político de la nación de la que surgieron los Derechos Civiles y de la Representación Política (germen de la Democracia Representativa). Así pues, aunque acercándose con reverencias, aun consideran los alemanes que en política tienen que “enseñarle una lección al Reino Unido”.

Después de 25 años unida, Alemania continúa siendo un país sumido en la ideología socialdemócrata y sumiso a los intereses globales de las potencias vencedoras en la guerra. Gracias también a la docilidad del pueblo alemán que acepta este corrupto Estado de Partidos, al igual que aceptó el régimen totalitario de los años 30, quizá aquel con mas entusiasmo.

Sin duda, si algo caracterizó a los eventos conmemorativos el pasado 3 de octubre fue la falta de interés de la ciudadanía, complaciente en el marasmo socialdemócrata de la República Federal.

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