JOSÉ MORILLA CRITZ.

Antes aun de que la Teoría General de Keynes hubiera sido considerada un caso particular del modelo IS-LM que inauguró la “síntesis neoclásica” que hoy día practicamos en economía, ya el genial economista había reconocido que su propia afirmación del anacronismo del axioma de la  salida de las depresiones con reducciones de los salarios reales, se basaba en que era impensable que las economías desarrolladas retornaran a un mercado laboral lo suficientemente flexible como para considerar tal axioma factible. Ese axioma era uno de los elementos que hacía predecir a los economistas liberales que la economía automáticamente  volvía siempre a una situación de equilibrio. Pero ese era el modo en el que, como el mismo Keynes decía, “nos gustaría que se comportara la economía, pero suponer que lo hace realmente así es suponer resueltas nuestras dificultades”.

Este y otros descubrimientos son los que parecían hacer inevitable una economía lo suficientemente regulada como para hacer realidad un crecimiento de la renta compatible con el pleno empleo, de ahí la paz social y, de ahí, la salvación del sistema capitalista como el menos malo de los sistemas.

Pero henos aquí y ahora, observando cómo las políticas de ajuste, desregulatorias y estructurales, no sólo se proclaman como las únicas capaces de recuperar la senda del crecimiento generador de empleo, sino que su práctica no sólo dio resultado en algunos países en su día (la Inglaterra de Thatcher, la América de Reagan) sino que lo han dado en Alemania y en los países nórdicos, porque a pesar de  empobrecer a la clase media e incrementar la desigualdad, no produjeron la caída del sistema capitalista y se están practicando ahora en el resto, sin producir la suficiente conflictividad como para intimidar a las autoridades que las ponen en práctica. Porque este es el meollo de la cuestión: si con ellas el sistema  se equilibra, como Keynes también decía “la teoría clásica queda restablecida” y con ella la política económica correspondiente.

Hay que preguntarse pues por qué la irreversibilidad de las conquistas sociales que hace tan sólo dos generaciones parecía un axioma incontestable, se ha demostrado falso no ya teóricamente, sino en la práctica. En suma, tenemos que explicarnos el hecho social de que la clase media esté asistiendo a su desmantelamiento con resignación. Porque hemos de convenir  que ni los “dramáticos conflictos callejeros” de Grecia, ni los movimientos tipo 15M, ni mucho menos las huelgas “generales”, están siendo capaces de generar el nerviosismo suficiente en los beneficiarios y gestores técnicos y políticos del sistema, como para replantearse el restablecimiento del modelo de acumulación desigualitario que están llevando a la práctica.

La población está entrando en el juego de su empobrecimiento y asiste al desmantelamiento de los poderes que en su día garantizaron que las ganancias en productividad fueran en parte a mejorar su seguridad y bienestar, con una resignación en otros tiempos sólo garantizada por la religión, la mitología nacionalista y la represión. Estudios sobre este fenómeno no faltan ciertamente y aunque pueda ser atractiva, por lo simple, la “teoría de la conspiración” proveniente de unos poderes en la sombra pero teóricamente identificables, soy de la opinión de los que piensan que ojalá fuera así, porque al menos sería tranquilizador saber que el mundo tiene un centro pensante, no que es un sistema en el que ha surgido un complejo de asunciones, religiosas, pero sin tal nombre, a las que inevitablemente hemos de someternos. Me intranquilizan pues mucho más serias reflexiones como las de la prestigiosa economista Deirdre McCloskey, de que la Economía ha devenido no ya en una ciencia positiva que pretende entender y explicar la realidad, sino en una ideología practicada sin conciencia de tal por los economistas, que hace realidad nuestras supuestas “leyes”, consiguiendo que las personas se comporten de acuerdo a ellas y, así, se hagan verdad. Por ello es por lo que McCloskey propone que, siendo así, en nuestras Facultades de Economía se enseñe como disciplina fundamental la retórica (el arte de convencer) como cuando en la Escolástica la economía, la religión, la política y el derecho eran una sola cosa al servicio de una pretendida “Ciudad de Dios”, hoy el sistema sin más, que progresivamente irá tomando la forma de un feudalismo financiero, con cada uno en su sitio.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí