Lección de ciencia política para diferenciar los conceptos de nación, Estado e imperio y Gobierno.
Antonio García-Trevijano Forte, 1 de mayo del 2016.
Música: Allegro con brío. 3ª sinfonía de Beethoven.
Lección de ciencia política para diferenciar los conceptos de nación, Estado e imperio y Gobierno.
Antonio García-Trevijano Forte, 1 de mayo del 2016.
Música: Allegro con brío. 3ª sinfonía de Beethoven.
Lo peor del irreflexivo y permanente debate ideológico en España es que no se reflexiona nunca sobre la ausencia de democracia. Los ciudadanos se distraen con tanto circo, trampantojo y sociedad del como si.
Los electores son llamados a unas elecciones generales haciéndoles creer que decidirán sobre quién será el presidente del Gobierno, sin embargo, el presidente será investido tras una negociación de los jefes de los partidos y una posterior votación de los diputados. El jefe de Gobierno de España solo encabeza una candidatura provincial, la de la lista de Madrid, en ninguna otra provincia de la cincuentena que existen tiene presencia ese candidato.
En estas votaciones, que no elecciones, lo que se decide es el porcentaje de refrendos que obtiene cada partido. NO SON ELECCIONES, Y MUCHO MENOS PRESIDENCIALES. Son votaciones para refrendar lo que previamente han decidido los jefes de cada uno de los partidos que concurren: la composición de un Congreso de los Diputados sin diputados de distrito, sin representación de los electores, sin mandato imperativo de éstos pero con mandato imperativo de esos jefes de partido sobre sus diputados bien estabulados.
Lo peor de estos debates y de las tertulias de periodistas mamporreros del poder, es que contribuyen a mantener viva la creencia de que vivimos en un sistema democrático cuando en realidad estamos padeciendo un régimen de poder oligárquico: el poder político está en las manos de unos pocos.
Los españoles no pueden elegir a su presidente de Gobierno.
Los españoles no pueden elegir a su diputado de distrito.
En España no hay independencia judicial respecto de los poderes políticos.
En España no hay separación de poderes en origen (legislativo y ejecutivo).
Lo peor de todo es que nadie reflexiona sobre ese espíritu de las leyes ausente e ignorado desde los inicios de esta gran mentira, pero necesario para que los gobernados (la nación) elijan, controlen y depongan a sus representantes (el Estado), y para que todo el orbe judicial pueda elegir, sin injerencia del poder político, el órgano de gobierno de los jueces.
Es triste, pero prefieren vivir esa servidumbre voluntaria, esa gran mentira, ese circo, ese trampantojo, esa sociedad del como si…
En España se vota por identificación ideológica, por afinidad; no se elige al que ha de representarnos y controlar al Gobierno, tampoco elegimos a ese ejecutivo por mayoría y a doble vuelta, se permite que lo designen tras el acuerdo y el negocio establecido entre unos cuantos.
Lo peor de los debates electorales es que solo sirven para continuar viviendo en la mentira, eso sí, con la ayuda de la clase política (toda), y con la ayuda imprescindible de los periodistas y medios de comunicación (todos).
Estimado lector:
Mi nombre es Adrián López Cánovas, abogado de profesión, por la Universidad de Murcia, con despacho en Totana (Murcia). Me dirijo a ti, que intentas buscar la democracia formal. Porque la democracia, o es democracia, o no lo es. Y el régimen que nace tras la mal llamada Constitución, claramente no lo es.
He de decir que llegué al MCRC (Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional) de casualidad. La única vez que he votado en mi vida, fue en otras elecciones generales, concretamente las de 2011; aquellas de la mayoría absoluta del señor Rajoy. Y mi voto fue para éste, mejor dicho, para ratificar la lista que impuso desde Madrid. Porque en Murcia no lo votamos, ratificamos una lista en la que ni siquiera aparece el candidato a presidente del Gobierno.
Tras dichas elecciones, este humilde ratificador de lista, se vio defraudado. La primera medida que hizo fue en contra de su programa electoral, subió el IVA, cuando dijo que iban a bajar todos los impuestos. Desde mi ideología liberal en lo económico esto lo vi como una traición. No es posible que se pueda hacer esto, tan impunemente, incumplir el programa sin que nada ocurra; tampoco hay herramientas de los ciudadanos, te tienes que «comer» dicho incumplimiento.
Este incumplimiento impune me llevó a pensar en abstenerme, era la reacción lógica para un sistema que te deja engañar a tus votantes de esa manera y te puedes ir «de rositas». De esta manera, indagué en la web hasta que di con el maestro Trevijano y pude ponerme en contacto con el MCRC a través de la figura de don Vicente Carreño Carlos en Totana (Murcia). Había un movimiento detrás de esto para intentar conquistar la democracia para nuestra nación. Separación de poderes, representación, revocación de mandato a tu representante, etc. Son conceptos que parecieran estar superados por lo que nos venden en los medios de comunicación, e incluso, en la universidad, pero nada más lejos. NO EXISTEN en España.
Dicho lo cual, para estas ratificaciones del 23J, me llegó una carta certificada para ser el segundo suplente al presidente de la mesa electoral de mi distrito. Evidentemente, con mis ideales y con la abstención que practico, sería incoherente y un sin sentido participar activamente en la mal llamada fiesta de la democracia. Tuve que ponerme en contacto con don Vicente Carreño, el cual me puso en contacto con don Fernando de las Heras (secretario del MCRC) y me pudo facilitar un certificado como integrante de dicho movimiento, que propugna y alza conceptos que no existen a día de hoy en España por lo expuesto en el presente artículo.
Sin más, pude adquirir unas alegaciones de un compañero (abogado también), don Bernardo Garrido, y les di forma para presentarlas ante la Junta Electoral de Murcia, que es la competente para conocer, en este caso por estar mi residencia en Totana, un municipio de Murcia. Finalmente, me estimaron las alegaciones, (eso sí, sin dar motivación) y me «excusaron» ante tal impostura de la fiesta de la democracia.
Para cualquier duda, pueden contactar conmigo en el correo personal [email protected]
Un saludo, estimado lector.
En el capítulo nº 67 del programa «La partidocracia entre líneas» Álvaro Bañón y Juanjo Charro analizan los siguientes artículos de la prensa española:
– El director de la DGT anuncia que en 2024 se implantarán peajes en las autovías y el Gobierno lo desautoriza. Publicado el 13 de julio de 2023 en el diario El Mundo: https://www.elmundo.es/economia/macroeconomia/2023/07/13/64b02048e85ece2e6a8b4589.html
– El PP aumenta su ventaja y suma seis escaños desde el cara a cara con Sánchez. Publicado el 13 de julio de 2023 en el diario El País: https://elpais.com/espana/elecciones-generales/2023-07-13/el-pp-aumenta-su-ventaja-y-suma-seis-escanos-desde-el-cara-a-cara-con-sanchez.html
Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 168 de «La lucha por el derecho» nos habla de algunos errores que se comenten en la acción política.
La identidad «verdad = libertad» debe ser axioma en la acción de todo aquel que se proclame repúblico. La lealtad es la virtud suprema y motor de la espontaneidad sincera en toda forma de acción a favor de la libertad política.
El MCRC, como original instrumento para la acción creado por Antonio García-Trevijano, ha dado a luz a numerosas iniciativas que han corrido como la pólvora por la sociedad de gobernados. Para sus miembros observar el éxito de sus iniciativas, con su generalización social más allá de la propia asociación, es motivo de satisfacción. Ello, sin embargo, no es óbice para que se reconozcan el origen y la autoría de esas obras, como mínimo gesto de leal respeto y reconocimiento.
Entre las referidas iniciativas ha estado el auxilio y apoyo jurídico a los objetores designados para ser parte de las mesas electorales, que, por primera vez en España, puso en marcha el MCRC en el año 2018, y que desde entonces ha prestado a cada proceso electoral.
Esta acción, que suma a cada votación nuevos éxitos, se basa en un material como son los formularios e informe jurídico elaborados en el seno de la asociación, y cuyo desarrollo y aplicación se complementa con el generoso asesoramiento jurídico que ofrece el MCRC.
Pero una cosa es beneficiar a todo objetor con la mayor difusión y otra coger el trabajo de los demás y presentarlo como propio, como ahora contemplamos, teniendo que escuchar que otra asociación, como es la nueva y autodenominada Junta Democrática (nada que ver con la fundada por Antonio García-Trevijano), es la pionera de esta iniciativa (entre el minuto 26 y 28 del vídeo enlazado).
No es de recibo arrogarse el duro trabajo desarrollado por el MCRC en la defensa de los objetores de conciencia copiándolo, poniendo el logo propio y, después del fusilamiento perpetrado, diciendo que se es pionero en el tema.
Véase como incluso en el dictamen jurídico, uno de los documentos, sigue el membrete del MCRC. Bien está que todo el mundo pueda beneficiarse de nuestro trabajo, pero el decoro, la decencia y el reconocimiento debido exigen el reenvío o al menos la cita expresa a la autoría original, y no ofrecerla como propia. Para que pueda comprobarse lo que aquí se manifiesta, consúltese la versión original. Y ahora comparen fechas y contenidos con esta otra versión.
No es la primera vez que sucede que las iniciativas nacidas en el MCRC hayan sido asumidas como propias por otros colectivos que voluntariamente decidieron apartarse de la obra para la acción de García-Trevijano. Pero la gravedad de lo ahora sucedido es la gota que colma el vaso. Porque, no lo olvidemos, son los mismos que confundiendo activismo con acción acusan a los miembros del MCRC de quedarse en los sillones de sus casas. Y eso, no.
Lealtad, verdad, libertad.
Que en España no se lleva eso de dimitir de los cargos públicos no es algo nuevo. La memoria política define como excepción el comportamiento de quienes colgaron las botas ante un descalabro en sus responsabilidades políticas. A vuelapluma, la última sonada fue la del exministro del Interior don Antonio Asunción, tras la fuga de Luis Roldán allá por abril de 1994. Su exótica e ingenua línea de conducta le causó luego innumerables problemas en el seno de la agrupación regional de su partido.
Sin embargo, el atornilllamiento al cargo, que repele de la digna despedida, no es algo genético de los españoles, sino que trae causa de la imposibilidad de distinguir entre responsabilidades penales y responsabilidades políticas si no existe separación de poderes. Sin separación entre la política y la justicia ambas responsabilidades irán aparejadas. O todas o ninguna. «Yo no me voy, que me denuncien y que me eche un juez». Por ende y a contrario sensu, dimitir supone poco menos que reconocer la comisión de delito.
Pero en otra vuelta de tuerca los españoles hemos conseguido un hito en esta norma de comportamiento depravada, un expediente singular. Se trata de la dimisión no aceptada. La dimisión en grado de tentativa. Se dimite poniendo el cargo a disposición de quien proceda… para que no se acepte por el superior. Luego, a seguir en el cargo libre de polvo y paja. Eso sí, continuando en la conducta pecaminosa con la percepción del peculio correspondiente.
Las elementales normas de urbanidad califican eso de la «dimisión irrevocable» como un pleonasmo. ¿Pero cómo alguien con la mínima consideración de sí mismo que haya tomado la decisión de abandonar un cargo puede permitir que se le sujete a la silla? No cabe mayor indignidad, por no hablar de la descalificación moral automática que supone para seguir en el ejercicio de las funciones atribuidas.
Si España conquistara la libertad política sería la consecuencia de una previa madurez política.
David López y Antonio García-Trevijano Forte, 1 de mayo del 2016.
Música: Allegro con brío. 3ª sinfonía de Beethoven.
En el capítulo nº 66 del programa «La partidocracia entre líneas» Álvaro Bañón y Fernando de las Heras analizan las mentiras de esta semana de Pedro Sánchez en el programa El Hormiguero, y de María Guardiola en la configuración del nuevo Gobierno de Extremadura.
Otro año más (2022), la clasificación mundial de universidades QS sitúa a las españolas por debajo de los 100 primeros puestos. La primera facultad española es la Universidad de Barcelona (puesto 165), ocupando la Universidad Autónoma de Madrid (puesto 207) y la Universidad Autónoma de Barcelona (puesto 209), el segundo y el tercer lugar, respectivamente.
Este ranking es liderado por las facultades de Estados Unidos de América y de Reino Unido, añadiendo a sus primeras clasificaciones claustros en Canadá, Australia y las grandes capitales europeas y del resto del mundo: Zúrich, Singapur, Beijing, Kuala Lumpur, Taipei, Hong Kong, Tokio, Kyoto, Seúl, París, Múnich, Ámsterdam, Buenos Aires, Moscú, Copenhague, Leuven, Estocolmo… no hay ninguna universidad española entre las ciento cincuenta primeras. El español, segundo idioma más hablado del mundo, ausente, pues la universidad española sólo convence a sus domésticos nepotes y a sus aberrantes departamentos mercantilizados.
La libertad depende en parte de la educación, educación para la libertad mental, contribuyendo a que niños y adultos piensen por sí mismos y vean lo esencial de un problema, ayudándoles a comprender conceptos, no simplemente a memorizar hechos. La educación en España, derecho fundamental, somete a los estudiantes a aquello a lo que menos comprenden. Memorizan lo que no entienden. Se perjudica a los jóvenes más brillantes.
Pedro Manuel González señala acertadamente: «La mera existencia de un Ministerio de Justicia estrangula la independencia judicial» (2019). Paralelamente, la presencia de un Ministerio de Universidades y una agencia dependiente del Gobierno de turno (ANECA) obstruyen la enseñanza libre y las cátedras independientes. El sistema de acreditación mediante una agencia gubernamental es un «disparate totalitario» (Andrés de la Oliva Santos, 2003) que funciona como una agencia de colocación de empleo público estatal.
Judicatura, universidad, medios de comunicación, todos son un eslabón más de la cadena de transmisión del poder político. Algunos catedráticos, funcionarios públicos adormecidos, propagan las ideas dominantes en el mercado del consenso cultural, olvidan su vocación agobiados por el asfixiante peso del Estado de partidos, premiados con un sueldo vitalicio y desmotivados por el desprecio a la investigación, divulgan aquello que le conviene al poder. Son puros intermediarios de éste, agentes de difusión, pregoneros de ideologías conformistas entre sus pupilos. Al igual que los medios de comunicación, son «filtros casi automáticos que solo dejan pasar las ideas y valores que legitiman el sistema de poder» (Antonio García-Trevijano, 1994).
La selección del profesorado se realiza mediante un procedimiento opaco y que atenta contra los principios de transparencia y publicidad. «El método de selección y promoción del profesorado ha ido a la deriva hasta extremos inconcebibles» (Francisco García Olmedo, 2013). La acreditación de profesores es ejercida por una agencia gubernamental a la que le falta imparcialidad. «El sistema actual de acreditación controlado por la ANECA es un menosprecio al saber y a los aspirantes. Es una clara negación de aplicar la Ciencia» (Alfonso Serrano Gómez, 2015; 2021). La entrada en vigor de la Ley Orgánica 2/2023, de 22 de marzo, del Sistema Universitario, contra la que ya se han alzado voces críticas entre los diferentes sectores, varios rectores incluidos, no parece que vaya a corregir la dinámica de que cuenten más los méritos políticos que los académicos. Se selecciona al personal docente por afinidades de partido. La ANECA, «cáncer de la universidad española» (Jerónimo Molina Cano, 2023), es una agencia de evaluación dependiente del Gobierno de turno, que con esta nueva ley puede ser sustituida por una agencia autonómica, también dependiente del poder político, que acredite al personal docente, pero siempre bajo el vértice común superior de la ANECA (ver los artículos 69 y 85 de la LOSU).
El filósofo y pedagogo John Dewey afirmaba que «para que la democracia pueda ser el objetivo de la educación debe ser también el medio» (1916). Sin embargo, como es lógico, en una oligarquía de partidos como la española, la educación es una herramienta política más para adoctrinar, no hay enseñanza ni instrucción, la universidad ya no es una institución de pensamiento, sino una fábrica de expedición de títulos donde se estudian opiniones y cuestiones morales infladas de ideología que no vienen al caso. La información impartida en clase, salvo honrosas excepciones, posee una base fundamentalmente política, se trata de formulaciones ideológicas carentes de espíritu crítico, propias de una cultura dominada por la demagogia de la igualdad y del consenso. La asimilación ha de ser pasiva y vegetativa, sin posibilidad de objeción. Los profesores se buscan la gloria en el Estado, empobreciendo culturalmente al individuo, «uniéndose al poder político en una vasta empresa de dominación cultural a través de la ignorancia» (Antonio García-Trevijano, 2007).
El control que ejerce la universidad llega a muchos ciudadanos (cursos formativos, divulgación científica, artículos periodísticos, redes sociales, libros de texto…), así, esparcen la simiente del consenso medieval del Estado de partidos. Programan en las psiques opiniones irreflexivas sobre asuntos menores, simulando que estimulan la libertad de pensamiento mientras silencian espontáneos debates. Es un lugar donde se cumple a rajatabla la fórmula Hannah Arendt: «pensar se vuelve peligroso». No hay reflexión genuina ni acciones inteligentes.
El igualitarismo académico arrumba la igualdad intelectual. La educación universal deroga el esfuerzo y el talento, suprimiendo la jerarquía y la competencia entre estudiantes. Ni alumnos brillantes ni mediocres, todos son iguales. No hay competitividad ni fines sublimes en la educación superior, solamente un medio burocrático para obtener un diploma. La democratización de los títulos universitarios convierte las carreras en meros trámites de autoescuela. El odio de la idiotez a la inteligencia y la demagogia de la igualdad rebajan el nivel de exigencia. El comunismo intelectual produce un proceso de alienación que niega la individualidad a la par que integra al individuo en una comunidad de iguales. La universidad sigue su declive, ya que la lucidez solo puede igualarse reduciéndola a la mínima expresión. La demagogia modernista de la igualdad, iguala implícitamente a todos los alumnos, aunque paradójicamente impone una fuerte separación entre profesores y alumnos.
El sistema de corrupción y omertà generalizadas ya es reconocido, pero, como ocurre en las sociedades de consumo y consenso, mientras unos se corrompen otros miran para otro lado. Los textos académicos están cada vez más imbuidos de corporativismo. El profesor que es honesto obra el milagro masoquista de no imponer la compra de su propio libro a los alumnos. En cambio, los equipos docentes que no tienen reproches morales hacen caja vendiendo monografías defectuosas a estudiantes que necesitan ese material para superar las asignaturas impartidas. Profesores marxistas de bolsillos profundos y cuentas bancarias abultadas incrementan sus fortunas a costa de meter con calzador a toda una legión de alumnos recién matriculados unos textos con infinitud de erratas. Los autores de estos manuales reclaman para sí respeto social y admiración cultural por el material que sólo sus colegas fingen entender y que el alumnado, según ellos, no tiene capacidad de interpretar. Se justifican en que es un material de referencia. La realidad: errores garrafales y faltas de ortografía disimuladas con verborrágica ampulosidad. Cuanto más ininteligible, más erudito. La maravillosa habilidad del escritor consiste en que nadie lo comprenda. Así funciona este desagradable negocio en el que solo saben citarse a sí mismos y ni siquiera se molestan en pasar el corrector ortográfico, puesto que en el país de Babia la universidad se convierte en refugio de funcionarios dormidos y anticuados. Daniel Grasso y Rafael Méndez nos cuentan más sobre este negocio fraudulento en el artículo de 2018 al que pueden ustedes acceder haciendo clic sobre este enlace.
En este desierto intelectual endogámico y corrupto, los profesores saben que es muy poco probable que se les pida responsabilidad por sus posibles actuaciones irregulares, estos empleados no vocacionados, en lugar de dar un servicio público, se sirven de lo público, cometiendo todo tipo de arbitrariedades. Ahora bien; para hacer una reclamación, el nihilismo académico exige rellenar el formulario concreto en un impertinente plazo reducido, la comunicación entre el alumno y el docente es harto difícil, marcando claramente la jerarquía entre unos y otros, con los que no cuentan, salvo cuando hay elecciones a rector, en las que las bandejas de entrada del correo electrónico del alumnado y las paredes de las facultades se llenan de propaganda y de promesas vacías, pues «nadie promete más que el que sabe que no va a cumplir» (Francisco de Quevedo).
Todos estos temas han sido tratados y criticados por multitud de profesores, medios de comunicación y alumnos, pero no se investigan las causas que lo originan. La queja, salvo excepciones, es siempre contra las consecuencias. Mientras en España no exista democracia, los gobiernos de turno, a través de sus ministerios y sus agencias de acreditación —que fungen como agencias de colocación—, seguirán controlando a los claustros universitarios, utilizando a los profesores como ejecutores del poder político y voceros de la propaganda del régimen del 78. Por desgracia, todo ello no hace más que obstaculizar la conquista de la libertad política colectiva y de la democracia formal.
Este fracasado sistema desprestigia los espacios universitarios. Sin democracia el poder no tiene control, pero éste controla los departamentos universitarios. El Gobierno de turno puede impedir que gigantes como Félix Ovejero o Antonio Escohotado obtengan sus títulos de catedráticos, a la vez que puede dar plaza a los mejores relaciones públicas del Estado (los ingenieros sociales se trasladan del Centro de Investigaciones Sociológicas al departamento de sociología, y viceversa). Lo que es invariable es la ausencia de recursos por parte de los afectados, tanto alumnos como profesores. No hay cauce racional para poner límites, conforme a la libertad y a la democracia, a los abusos cometidos por determinados funcionarios sin escrúpulos. Si la universidad es el alma mater intelectual y los alumnos el futuro cultural de un país, éstos deberían tener voz y voto en las cuestiones que les afectan, y no ser tratados como masa inculta, porque parafraseando a Proudhon, «el pueblo siempre tiene razón, salvo cuando piensa». Lo mismo ocurre con el alumnado.
El profesor decente y con escrúpulos tendría que desarrollar su carrera como docente sin el control ni la presión de los hombres del Estado, sin que cuelgue sobre él la espada de Damocles de una agencia gubernamental, compuesta por funcionarios domesticados, que decidirá si promociona o no. La libertad de cátedra sólo se ejerce de arriba abajo, pero no al revés. Este sueño sólo puede cumplirse suprimiendo estas absurdas agencias de control que constriñen y arrinconan la autonomía del docente. La solución pasa por una democracia formal que limite e impida el abuso y la corrupción del poder del Estado, donde se interpreten las necesidades de la sociedad civil, y los afanes de poder no medren siendo instrumentos conservadores del statu quo. Todo esto, como colofón, arrinconaría la ineficiencia administrativa y el empobrecimiento cultural propios de los Estados de partidos.
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