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jueves 25 diciembre 2025
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No fue omisión del deber de perseguir delitos, fue encubrimiento

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La reunión de la vicepresidente en funciones señora Díaz con el prófugo Puigdemont ha dado lugar a todo tipo de especulaciones sobre su trascendencia penal. Al punto, asociaciones como Sociedad Civil Catalana o la Asociación Europea contra la Corrupción, amén de otros particulares, se han apresurado a calificar la conducta como constitutiva de un ilícito de omisión del deber de perseguir delitos, penado y previsto en el artículo 408 del Código Penal (CP), interponiendo seguidamente las correspondientes querellas.

Dado que el derecho penal huye de toda interpretación extensiva de los ilícitos previstos fruto del elemental principio de tipicidad, contrapunto del  principio de autonomía de la voluntad que rige el derecho civil, conviene hacer un mínimo ejercicio de rigor jurídico para evitar, más allá de la espectacularidad de la presentación de la acusación formal, un resultado frustrante en el espectador lego en derecho, que contempla la delicada situación de España, o peor aún, el efecto vigorizante de la seguridad en la impunidad en la clase política.

El mencionado artículo 408 del CP reza como sigue: «La autoridad o funcionario que, faltando a la obligación de su cargo, dejare intencionadamente de promover la persecución de los delitos de que tenga noticia o de sus responsables, incurrirá en la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de seis meses a dos años».

Centrarse en si la vicepresidente del gobierno es funcionario o no por ser miembro de éste resulta inane, puesto que lo que está claro es que es autoridad. Ello colmaría el primer elemento del tipo sorteando la exigencia jurisprudencial de que el funcionario reo de este delito tenga una obligación directa derivada de sus funciones específicas.

Sin embargo y añadida la intencionalidad, que parece también evidente, es igualmente claro que la obligación de promover la persecución del delito implica la capacidad para hacerlo, y entre ésta la competencial. Al respecto cabe preguntarse, ¿tiene competencia la autoridad española para perseguir delitos cometidos en territorio belga?, ¿tenía la potestad o posibilidad la señora Díaz de ordenar la detención y los medios necesarios para detener al señor Puigdemont en la sede del Parlamento Europeo o en aquel país siquiera? La respuesta parece obvia.

Tan es así que siguiendo las tesis de los querellantes, la prosperabilidad de su acción penal sería superior tanto antes como después de la consabida reunión en tanto las facultades para perseguir el delito y ordenar las actuaciones tendentes para ello serían más eficaces desde España, donde dispone de las potestades e instrumentos para ello, que desde Bruselas.

Lo anterior no significa que la señora Díaz no haya cometido ilícito penal, puesto que sí existe un tipo penal que encaja, al menos presumiblemente, en su conducta. Ese tipo penal es de encubrimiento, que recoge el artículo 451 del CP.

Veamos que dice este precepto al menos en lo que nos ocupa: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años el que, con conocimiento de la comisión de un delito y sin haber intervenido en el mismo como autor o cómplice, interviniere con posterioridad a su ejecución, de alguno de los modos siguientes: 1.º Auxiliando a los autores o cómplices para que se beneficien del provecho, producto o precio del delito, sin ánimo de lucro propio (…). 3.º Ayudando a los presuntos responsables de un delito a eludir la investigación de la autoridad o de sus agentes, o a sustraerse a su busca o captura, siempre que concurra alguna de las circunstancias siguientes: (…) b) Que el favorecedor haya obrado con abuso de funciones públicas. En este caso se impondrá, además de la pena de privación de libertad, la de inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de dos a cuatro años si el delito encubierto fuere menos grave, y la de inhabilitación absoluta por tiempo de seis a doce años si aquél fuera grave».

Nada dice el tipo transcrito sobre la forma de auxilio, comprendiendo todas las conductas posibles, como tampoco de la naturaleza del provecho, producto o precio, que incluye las pretensiones, o mejor dicho ambiciones, de orden político. Igualmente, no limita las formas en que se materialice la ayuda a sustraerse de la busca y captura, que incluiría la negociación de una amnistía que abarque al delincuente auxiliado.

En cuanto al abuso de las funciones públicas, si de por sí resulta evidente, se subraya con el carácter de interinidad en que se ejercen, cerrando así el círculo de la consumación.

Por tanto, y a salvo de mejor y más autorizado criterio, fue encubrimiento. No omisión de perseguir delitos.

Como en Weimar

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La fallida república de Weimar tras la Primera Guerra Mundial introdujo el sistema de listas de partidos acabando con el parlamentarismo y dando la victoria al partido nazi en 1932. En un régimen representativo y con separación de poderes el ascenso de Hitler hubiera sido imposible.

Antonio García-Trevijano Forte, 2 de mayo del 2016.

https://www.ivoox.com/rlc-2016-05-02-la-hegemonia-lo-economico-no-audios-mp3_rf_11378412_1.html

Música: Marcha fúnebre . 3ª sinfonía de Beethoven.

PP, PSOE, Sumar, Junts, ERC, PNV y Bildu, hacia el autoritarismo

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En el capítulo nº 69 del programa «La partidocracia entre líneas» Fernando de las Heras y Juanjo Charro analizan los siguientes artículos de la prensa española:

– El nacionalismo aprieta, el Gobierno pone límites. Edición impresa de El País. 3 de septiembre de 2023.

– Puigdemont exige «interlocución directa» con el PSOE para negociar. Edición impresa de El Mundo. 4 de septiembre de 2023.

Rasgarse las vestiduras

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Rasgarse las vestiduras y escandalizarse ante las negociaciones con Puigdemont para obtener el beneficio de su apoyo, y ser investido presidente del Gobierno, no tiene sentido.

Conviene reflexionar sobre las causas que hacen posible esta atrocidad.

Y es que, ignorar que en España, y tras la aprobación en referéndum plebiscitario, de la Constitución del 78…

1º No hay separación de poderes en origen.

2º No hay representación política del elector.

3º No hay elección directa del presidente del ejecutivo por todos los españoles.

4º No hay independencia judicial.

Equivale a ponerse una venda en los ojos y estar a merced del mejor postor.

Este es el juego al que nos tiene sometidos la clase política y mediática; oligarcas de partido y periodistas de todos los medios de comunicación saben que los españoles no disponen de un sistema de poder y contra poder, saben que en las votaciones no podemos elegir diputado de distrito por el sistema mayoritario y a doble vuelta, y saben también que las minorías separatistas vienen condicionando la investidura del jefe del ejecutivo, obteniendo así contrapartidas y beneficios para su particular poder regional. Y, todos son conscientes de que el régimen del 78 tampoco consagra la independencia de la justicia, y de que por tanto, eso supone la injerencia de los políticos en el nombramiento del órgano de gobierno de los jueces.

Conocedores por ello, de que el germen de tanto desajuste se halla implícito en sus propias reglas de juego, lo silencian, miran hacia otro lado y forjan su futuro como auténticos oligarcas, importándoles poco o nada la verdad. No hay quien se atreva a coger el toro por los cuernos.

Vidas mágicas e ideología

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En el edénico estanque de nenúfares y savia ciudadana, rodeado por los más bellos y exquisitos frutos de la nación, viven sus mágicas existencias, los únicos sujetos políticos admitidos en el Olimpo estatal; las clases dirigentes de los partidos integrados en el Estado. Sus vidas y ocupaciones, nada tienen que ver con los intereses y tribulaciones que preocupan al común, los asuntos terrenales carecen de importancia para ellos. Sus aspiraciones trascienden las más grandes ambiciones de los gobernados porque, la fuente del poder de su magia, se encuentra en el Estado. Éste, a la manera trotskista, se halla inmerso desde el siglo XVII, en una revolución permanente de sí mismo, haciendo crecer sin pausa, su enorme poder sobre la casta inferior de los simples. Cuanto más grande e implacable es su poder, más ambicionado. La dominación del Estado sobre la nación se ha consumado, de forma sibilina e incruenta, con una sofisticación nunca antes alcanzada, en el Estado de partidos. Decía Antonio García-Trevijano que suponía un error confundir lo totalitario con el totalitarismo. Lo totalitario admite libertades personales, casi todas. Pero, proscribe la libertad política colectiva, la única que rompería el sortilegio y acabaría con las vidas mágicas de los exclusivos propietarios del paraíso estatal.

El medio que utilizan los aspirantes a la mayor tajada en el despiece, es el de proyectar una falsa -por inexistente- diferencia con sus competidores, atrayendo al mayor número de fieles de entre los gobernados, mediante la identificación de éstos con la vitola ideológica del partido que, desde el Estado, salmodia el ensalmo.

Su fabuloso poder, ya engulló en toda Europa a los partidos civiles, convirtiéndolos en tentáculos de un solo cuerpo estatal.

Tras la caída del muro de Berlín, Francis Fukuyama profetizó primero el fin de la historia, para corregir después transformando este aserto, en el fin de las ideologías. En cierto modo no le faltaba razón, todas las ideologías han devenido  una sola, la del Estado. Toda ideología posible, vieja o nueva, tiene su origen y final en el Estado, manan de él y vuelven reforzadas a él mediante la legitimización del voto, apariencia de poder ciudadano que cambia una facción de la misma oligarquía, por otra.

Las ideologías clásicas, carentes ya de su esencia, se acomodan a los acontecimientos del momento, modificando y pervirtiendo su significado para mayor gloria y poder del papelero que enarbola el símbolo. Las nuevas, cubiertas con el armiño de las transformaciones sociales y la modernidad, tienen la novedad de apelar al sentimiento, sobre el que acabarán legislando. Pero son igualmente falsas, porque tales cambios sociales tienen su origen en el Estado y no en la sociedad, su finalidad es la integración de las masas sociales en él. Sindicatos, asociaciones patronales, partidos, organizaciones, fundaciones, «todo en el Estado, nada fuera del Estado», cada uno con su distintivo de oxímoron político y corrupción.

De los partidos y sus ideologías no queda más que la vitola, una marca comercial sugerente y un producto vistoso para los confundidos nefelibatas consumidores de la mentira política, que necesitan creer que entonando la antífona correspondiente a cada salmo declamado desde los púlpitos estatales, encontrarán un punto de apoyo en el campo de Agramante en que han convertido su ideología. Pero los   engañan una y otra vez, votación tras votación, tergiversando y poniendo en almoneda el catecismo ideológico que aparece en la colorida vitola, todo por el superior fin de conseguir o mantenerse en el vergel glorificado del Estado.

La nueva relación del ciudadano con los partidos y sus ideologías, es puramente sentimental, la militancia ha dado paso a la identificación integradora y a la ideología mágica.

Antaño, la clase política tenía formación, y no es que fueran menos codiciosos o deshonestos, pero al menos, algunos gozaban de una autoridad natural asentada en la experiencia y la cultura. Hoy, ya no es necesario. El lenguaje culto, las intervenciones inteligentes y las buenas formas, han dado paso a la grosería de la clase política actual, compuesta salvo contadas excepciones, por vividores chabacanos y maleducados, sin ningún oficio o profesión conocidos, sin ninguna experiencia vital, que medraron en los partidos humillándose ante el líder y humillando a los que estaban en el escalafón inferior, su cultura política no va más allá del vocerío de sus proclamas y del empleo de refinadas técnicas de manipulación, con el objetivo de alcanzar mediante su poder, la autoridad natural de la que carecen. Pero la lección magistral, la han comprendido todos. El Régimen del 78 tiene su fundamento en la traición y la impostura, ellos lo saben y lo aplican, lo vemos a diario y sorprenderse sería necedad.

En el Estado de partidos, cualquier cuota de poder, les permitirá vivir vidas mágicas.

La falacia federal. Conclusión y soluciones

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 176 de «La lucha por el derecho» y en el sexto programa de la serie «El hecho nacional» nos habla de cuáles son las soluciones al problema territorial de España y de las falacias de la clase política acerca del federalismo.

Los males de España

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Los actuales males de España vienen de la carta otorgada de 1978.
La falsa Constitución de 1978 no separa los poderes del Estado y anula la representación política. No es una monarquía constitucional ni parlamanteraria, es una monarquía de partidos.

Ser funcionario no es contradictorio con pertenecer al tercio laocrático.

David López y Antonio García-Trevijano Forte, 1 de mayo del 2016.

https://www.ivoox.com/rlc-2016-05-01-la-abstencion-crecera-hasta-tercio-audios-mp3_rf_11369097_1.html

Música: Marcha fúnebre . 3ª sinfonía de Beethoven.

La Unión Europea y los intereses españoles

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Hoy publicamos el capítulo nº 56 del programa «Escenario internacional», presentado y conducido por Marcelino Merino, donde Fulgencio del Hierro y Juan José Charro hablan sobre la UE, sus mecanismos, órganos de gobierno, acción política y de como le afectan a los intereses particulares españoles.

Las partidocracias presidencialistas americanas

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Hoy publicamos el capítulo nº 55 del programa «Escenario internacional» y el noveno de la serie «La democracia en América», presentado y conducido por Marcelino Merino, donde Héctor Feliciano, Daniel Vázquez Barrón y Fulgencio del Hierro, dan un repaso a las elecciones en Ecuador, al poder del narco y a los Estados de partidos hispanoaméricanos.

El germen del fascismo

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 175 de «La lucha por el derecho» y en el quinto programa de la serie «El hecho nacional» explica por qué Antonio García-Trevijano afirmaba que en todo nacionalismo con pretensiones estatalistas está el germen del fascismo.

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