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lunes 29 diciembre 2025
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Discrecionalidad gubernamental y Fiscalía

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Con la habitual y deplorable técnica de adelantar el resultado del fallo demorando el texto íntegro de la sentencia, el Tribunal Supremo ha anunciado la desestimación de los recursos contencioso administrativos de PP y Vox contra la designación de Dña. Dolores Delgado como fiscal general del Estado.

El motivo de la desestimación, ha anunciado el alto tribunal, no es de fondo, negándose a entrar en las razones esgrimidas por los partidos demandantes, sino de falta de legitimación activa al considerar que se trata de un nombramiento discrecional del Gobierno.

Sin entrar tampoco sobre el fondo, esta resolución nos sirve como reconocimiento explícito de la dependencia de la Fiscalía del poder político.

La cuestión es de suma gravedad en tanto que el ordenamiento jurídico español define al fiscal como neutral defensor del interés público, no como mero acusador. Al contrario que en el sistema norteamericano, en el que se configura como actor penal (el estado de Arkansas contra el ciudadano Smith, por ejemplo), en España su estatuto orgánico le obliga a mantenerse en el fiel de la balanza, siendo su deber, si se aprecian circunstancias que objetivizan la inocencia del reo o la atenúan, ponerlas de manifiesto en el proceso e interesar su libre absolución o la menor penalidad. Tal función de arbitrio en el derecho público, en puridad, se distingue tan sólo de la del juez por la ausencia de capacidad dirimente y ejecutiva, sin que resida en el fiscal potestas jurisdiccional, situándolo en estrados como parte procesal.

Sin embargo, y como ahora va a reconocer el Tribunal Supremo en papel de oficio, tal función de garante imparcial es imposible por la estructura jerárquica de su organización, con una cúspide en la que se sitúa un fiscal general del Estado designado por el presidente del Gobierno en su plena facultad decisoria. Por tanto, a nadie debiera extrañar que tal puesto sea inevitablemente ocupado por personas dóciles a la voluntad gubernamental y que luego transmita a sus inferiores las órdenes oportunas para el posicionamiento de quien debiera ser imparcial postulante, que se convierte de esta forma en auténtica marioneta de la voluntad política suprema. La labor del fiscal se confunde así con la del abogado del Estado.

Pero ahí no queda la cosa. Si ya las circulares, instrucciones, consultas y el régimen disciplinario de la Fiscalía General del Estado ponen coto a la actuación de los fiscales, es directamente el Ministerio de Justicia quien determina su movilidad geográfica y nombra a tenientes fiscales y fiscales jefe, cúpula y enlace en las distintas demarcaciones territoriales y órganos jurisdiccionales colegiados. A ello obedece, por ejemplo, que sea en el Consejo de Ministros, a propuesta del titular de Justicia y por iniciativa del fiscal general del Estado, donde se aprueben los correspondientes reales decretos designando tenientes fiscales y fiscales jefes de los distintos Tribunales Superiores de Justicia, Audiencias Provinciales y resto de órganos superiores.

Así, difícilmente puede sostenerse la función de garante independiente del Ministerio Público, en la que el Gobierno se apoya para sostener su propuesta de reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que pretende sustraer la instrucción de las causas penales a los jueces para entregarla a la Fiscalía, dotándola de facultad jurisdiccional para investigar los hechos de trascendencia penal. Mucho peligro.

España, hecho histórico (el legado de la hispanidad)

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Hoy, en el primer capítulo de la 2ª temporada (el trigésimo tercer capítulo) de «La cátedra de Dalmacio», presentado y conducido por Enrique Baeza, Dalmacio Negro Pavón (catedrático de Ciencias Políticas y autor de numerosos artículos y libros) disertará sobre la nación y el Imperio español. Se hablará del proceso «descivilizatorio» que, según Dalmacio Negro, venimos sufriendo en España e Hispanoamérica. Asimismo se realizará un breve repaso a la actualidad.

Réquiem por la libertad

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Étienne de la Boétie (1530-1563).

Étienne de La Boétie no era más que un muchacho cuando escribió su Discurso de la servidumbre voluntaria. Y lejos de ser una tara o un obstáculo, esa juventud, esa vitalidad e incluso una cierta ingenuidad son lo que le presta fuerza a su relato, igual de veraz y certero ahora que hace quinientos años. No deja de admirarme la mezcla de candidez y valentía que rezuman sus palabras, como si habiendo abierto los ojos por primera vez se asombrase profunda y genuinamente ante el estado de las cosas.

Personalmente gusto de releer el Discurso de la servidumbre voluntaria alguna que otra vez, pues lo encuentro ameno y revitalizador. Sin contarnos nada nuevo, parece que nos redescubre la realidad con mirada sincera y auténtica.

El tema tratado por La Boétie, la libertad, no era nuevo, ni muchísimo menos, cuando su ensayo vio la luz en la segunda mitad del siglo XVI. Muchos discursos de autores antiguos versan sobre lo mismo, aunque a mi entender pocos poseen su agudeza y su franqueza. Maquiavelo con su ensayo El Príncipe (mucho más extenso, eso sí) sigue la misma línea de argumentación, aunque desde otro enfoque, el de la dominación. Y Girolamo Vida, en su Dialogi de rei publicae dignitate (Diálogo de la dignidad de la república) al preguntarse por el propósito de las leyes, nos dice que sirven «para constituir la servidumbre, que los sabios califican de peor que la muerte; para obligarnos a vivir bajo el dominio ajeno».

Y aun así el amigo Étienne nos habla de forma más directa y más eficaz. Su figura del tirano, por ejemplo, de cómo se crea y de lo que representa, es eterna e intemporal. Se puede aplicar desde Calígula a los partidos actuales. Así con el abuso que hacen del poder, consecuencia directa de la propia adquisición de ese poder, y más todavía cuando en la cumbre de su esplendor se encuentran con que nada deben, ni a nadie. Falacia ésta, pues deben todo y a todos. En nuestra sociedad actual, por ejemplo, donde nuestros «tiranos» han sido elegidos de manera demo(partido)crática, al poco de establecerse en su trono-escaño olvidan incluso los pocos escrúpulos con los que comenzaron su andadura. Y no les importa mancharse con sangre las manos, porque siempre será de manera ajena e indirecta. Nunca desconectarán el respirador del enfermo terminal, claro que no. Pero no les importará permitir que el precio de la luz alcance cotas extraordinarias, impidiendo así que esos enfermos se puedan permitir el precio del respirador. Y eso ya se les escapa.

Llegan a un punto en el que se creen que son especiales, diferentes a los demás, que no se deben a nadie. Las personas que ocupan puestos políticos nunca podrán ser hombres y mujeres íntegros por la propia naturaleza del juego político que vivimos, que de política sólo conserva el nombre. Y así buscan tan sólo medrar y enriquecerse a costa de quienes les encumbraron. Eso es culpa nuestra.

Dice de La boétie que la primera razón por la cual las personas sirven de buen grado es porque nacen siervos y son educados como tales. Yo discrepo; creo que todos nacemos libres, pero somos educados por la generación anterior, que aprendió a agachar la cabeza y someterse y nos inculca esa servidumbre ya desde muy temprana edad.

Ningún otro ser vivo aparte del ser humano necesita que le recuerden, o le enseñen, a ser. No a ser de una manera u otra sino simplemente a ser, a existir. No hay libros de autoayuda para jabalíes; no encontramos en las librerías un Los abedules son de Venus, los abetos son de Marte. Y eso es porque no lo necesitan. Viven como tienen que hacerlo, siempre libres aun en cautividad. Porque respetan su esencia y su naturaleza («Mirad a los lirios del campo, ni se afanan ni hilan…»).

Y en cambio nosotros, especie superior, dominando la creación, el culmen de la escala evolutiva (¡ay! qué risa)… ¿cómo nos vemos? Luchando contra nosotros mismos, contra nuestros instintos. No nos dejamos simplemente ser. Tenemos siempre que ser algo, parecer algo, convertirnos en mejores a costa de otros en base a unos valores muchas veces inventados e imposibles. Porque si nos dejásemos llevar, si nos dejasen dejarnos llevar por nuestro auténtico yo, estoy segura de que las cosas serían bien diferentes. La sumisión colectiva que nos asfixia no sería tan densa. Por supuesto, vivimos en sociedad. Somos seres gregarios por naturaleza. No estoy con Nietzsche en esto ni mucho menos. Pero considero que sería posible vivir bajo unas normas ecuánimes, justas y válidas para todos. Tendríamos la posibilidad de la elección, y por tanto del cambio.

Evidentemente la selección natural entra en juego, y no todos somos líderes, aunque los necesitemos. Ni falta que hace. Pero, claro, precisamente la tiranía no consiste en esto. Y nos encontramos rindiendo pleitesía a infraseres carentes de dignidad, de compasión, de justicia. Hemos llegado a un punto en el que las leyes no sirven para protegernos, sino para protegerles a ellos (los que con tanta prodigalidad las confeccionan) de nosotros. Y eso es un error. Y con nuestro sometimiento lo único que conseguimos es hacerles más fuertes. E inconscientemente seguimos hundiéndoles la cabeza a nuestros hijos cada vez que, de forma natural, la quieren levantar. Y con nuestra pasividad y desidia premiamos a los que deberían ser castigados. Aguantamos a nivel colectivo lo que no toleraríamos de manera individual.

No sé muy bien a dónde quiero ir a parar con esta perorata. Tal vez mi discurso suene deslavazado. Quizás sea porque mientras escribo esto no pienso, sino siento. Sólo sé que mi espíritu se sacude las cadenas cada vez que leo a Étienne de La Boétie.

Libertad, esa utopía en las partidocracias actuales

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Libres, lo que se dice libres, podemos afirmar que lo somos, de una manera individual al menos. Parece que nada nos impide hacer lo que consideramos oportuno, siempre y cuando respetemos los derechos de nuestros conciudadanos, pero a nivel colectivo… ¿Podemos decir que somos libres a nivel colectivo?

Muchos lo afirman, lo gritan a los cuatro vientos e intentan convertir una mentira repetida en verdad, porque, por mucho que se proclame, estamos muy lejos de la libertad, de la libertad colectiva. 

Yo, como gobernado español, soy libre para votar, si quiero, a un partido político o a otro, y la suma de las libertades de voto de todos mis conciudadanos arrojará un resultado electoral que permitirá repartir proporcionalmente los escaños del Congreso de los Diputados. ¿Pero por ello podemos decir que somos libres o es un espejismo?

Son ellos quienes eligen al presidente del Gobierno. Y tanto ellos como los miembros del Gobierno no pueden ser revocados de sus cargos en caso de que cometan cualquier tipo de fechoría. ¿O acaso tenemos esa facultad por el hecho de haber dotado la elección de pompa y boato? ¡No!

Colectivamente no podemos definirnos como ciudadanos libres. El Estado de partidos impide nuestra libertad colectiva. Se trata de un régimen de partidos derivado del franquismo. Entonces contábamos con un solo partido estatal: la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS). ¿Y qué tenemos ahora? Lo mismo, pero multiplicado: un grupo de partidos que vive de las subvenciones del Estado (o sea de tus impuestos y de los míos).

Si consiguiéramos modificar el régimen de partidos, en su concepción actual, rompiendo el eje de conexión con la subvención estatal e incorporando los diputados de distrito, nos encontraríamos con representantes elegidos directamente por los ciudadanos, ante los cuales responderían por sus actos y verían peligrar su posición como representantes en el momento en el que se confundieran en el camino —el camino que prometieron y que los llevó a la posición en la que se encuentran—.

Hasta ese momento, ¡disfruta de lo votado, amigo!, pero en ningún caso te llames ciudadano libre porque te estarías haciendo trampas al solitario.  

Responsabilidad política y responsabilidad penal

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 79 de «La lucha por el derecho», nos habla de la imposibilidad de discernir entre responsabilidad política y responsabilidad penal cuando no hay separación de poderes ni independencia judicial.

Estado expansivo (2ª parte)

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Foto de los denominados Pactos de la Moncloa.

Señala Dalmacio Negro en su libro Gobierno y Estado un momento significativo en la historia del desarrollo de la estatalidad, aquel en el que el «poder personal del Gobierno y el impersonal y artificial del Estado» se hallan equilibrados. Y que la frase «el Estado soy Yo», atribuida a Luis XIV, podría simbolizar ese equilibrio.

Esta expresión parece indicarnos que el Rey y sus ministros eran capaces de gobernar y de «hacer funcionar y dirigir la máquina estatal de acuerdo con los intereses dinásticos y, por implicación, nacionales». Al decaer la creencia en el derecho divino que sostenía a los reyes, el Estado se desvincula de los intereses dinásticos y del poder eclesiástico, rompiéndose así el binomio trono-altar propio del Antiguo Régimen.

Desde aquellos lejanos días, el Estado ha sufrido múltiples mutaciones. Pero ha sido el siglo XX el que nos ha dado la medida de lo que puede llegar a ser: el Estado Total de Benito Mussolini, el Estado nacional-socialista, el totalitarismo soviético y, en España, el Estado franquista.

En España no aprendimos estas lecciones ni calculamos sus terribles consecuencias, no supimos aprovechar la ocasión que nos brindaba la ruptura democrática, impulsada por D. Antonio García-Trevijano, con el Régimen a la muerte del dictador, e iniciar un período de libertad constituyente que nos hubiera permitido decidir libremente la forma de Estado y de Gobierno. Mediante pactos de traidores, el Estado franquista mutó en el actual Estado de partidos.

Ahora asistimos impávidos, aturdidos y desorientados al totalitarismo suave, casi invisible, de esta forma política que, con paso firme y «prietas las filas», se extiende y agranda sin conocer límites. Las emanaciones legislativas del gran Leviatán poco tienen que ver con la finalidad clásica de las leyes: la resolución de conflictos de intereses. Tienen el superior objetivo de legislar las conductas y los principios morales que le convienen.

La máquina estatal dicta sus normas, genera o importa del exterior lo que el profesor Dalmacio Negro define como ideologías modales. Asuntos tan trascendentes como el medio ambiente o la violencia contra las mujeres son convertidos sin ningún pudor en ideología. El mito del buen salvaje, tan propio de la Ilustración, ha devenido en el absurdo indigenismo. El correcto trato a los animales (los perros y gatos, por ley, han de tener sentimientos) o algo tan antiguo como la homosexualidad se han transformado también en materia ideológica. Un engañoso oropel que apela al sentimiento y no al pensamiento: el Estado impone el modo correcto de sentir y de pensar.

No se cuestiona lo que se han venido en llamar «transformaciones sociales». No se ha caído en la cuenta de que estas transformaciones no parten de la sociedad civil, sino del Estado, mostrándose como una eficaz herramienta para la absorción e integración de las masas.

Toda resistencia ha sido anulada. El Estado de partidos es la nueva Iglesia y su atolondrada feligresía celebra con entusiasmo la eucaristía con el voto, un voto inútil, ya que nada se elige. Tan sólo se refrenda un régimen fruto de la corrupción y la traición.

Antonio García-Trevijano expone en su obra Teoría pura de la república la necesaria separación entre nación y Estado. Una separación antagónica que equilibre y contenga el fabuloso poder de éste, contrarrestado por el poder de la nación. Sólo la conjugación de la república como forma política del Estado y la democracia como forma de gobierno puede garantizar el equilibrio. Esta es la verdadera separación de los poderes, la que consigue que sea la nación el sujeto político y no la exclusiva élite de los partidos, en pugna por el reparto del botín estatal.

El cimiento de la libertad política

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El sistema de listas de partidos actual en España no es representativo, anula la representación.

En el distrito está la unidad mínima de poder.

El cimiento de la libertad política es la representación uninominal en distritos de unos 100.000 habitantes elegidos a doble vuelta.

Antonio García-Trevijano Forte, 4 de Junio del 2014.

Fuente RLC:
https://www.ivoox.com/rlc-04-06-2014-hacia-republica-constitucional-i-audios-mp3_rf_3187881_1.html

Música: Tercer mov. de la primera sinfonía de Mahler.

La sorpresa de Tezanos

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D. José Félix Tezanos.

Tezanos está sorprendido. El motivo de su sorpresa es que un juez de instrucción (especie en peligro de extinción) le ha llamado a declarar el próximo 29 de octubre como investigado por la presunta comisión de un delito de malversación de caudales públicos.

La imputación trae causa de su actuación al frente del Instituto de Investigaciones Sociológicas (CIS) donde supuestamente habría utilizado los recursos públicos a su cargo para modificar dolosamente las técnicas operativas del órgano público demoscópico para beneficiar al PSOE en sus encuestas, orientando el voto de los ovejunos gobernados.

Tanta demoscopia, tanta sociología, para sorprenderse de lo obvio: que un partido de Estado como es Vox se querelle contra un miembro de otro partido de Estado que está puesto a dedo al frente de un organismo público encargado de hacer encuestas sobre intenciones de voto.

La sorpresa de Tezanos sólo es comprensible por su convencimiento interno de que simplemente está haciendo su papel, el rol para el que se le puso ahí. Tristes tiempos en los que hay que luchar por lo evidente, que diría antes Dürrenmatt y ahora D. José Félix.

Y es que cuando los poderes del Estado no están separados y la Justicia no es independiente resulta imposible distinguir entre la responsabilidad política y la responsabilidad penal de sus actores. La politización de la Justicia y la judicialización de la política son las consecuencias de esta inseparación. El control de los titulares de la jurisdicción mediante la designación de sus órganos de gobierno y puestos más relevantes en la curia pone luego en la arena judicial la discusión política. Así, los partidos tienden a dirimir judicialmente cuestiones de orden estrictamente político resultando imposible distinguir entre responsabilidades penales y responsabilidades políticas.

No es sólo cuestión de pobreza intelectual y moral de una deleznable clase política, Vox y PSOE incluidos. La corrupción es de orden institucional e impide discernir la responsabilidad penal de los delegados de los partidos estatales de la responsabilidad política. Tezanos se sorprende porque como hombre de partido nunca se planteó que, mientras la responsabilidad penal precisa de culpa o dolo, la política es de simple orden objetivo.

La posibilidad de detección y depuración de las responsabilidades políticas es inversamente proporcional al grado de separación de poderes. Mientras que en la República Constitucional de los Estados Unidos de América los casos Watergate y Lewinsky, aún sin responsabilidad penal de los presidentes afectados, los puso en la picota de la responsabilidad política, en España se eludió el procesamiento del jefe del ejecutivo por delitos de asesinato con la excusa de su estigmatización pública.

Qué mayor muestra de la confusión entre responsabilidades políticas, nunca asumidas, y las penales que, confundiéndose en una sola, avalan a fin de cuentas la irresponsabilidad absoluta de los titulares de un poder único, sólo dividido funcionalmente.

Compartir o repartir el Estado

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Hoy en el capítulo nº 21 del programa «Coloquio y análisis político» han participado Pedro Manuel González y Manuel Ramos, donde han analizado dos informaciones sobre cómo PSOE y PP se reparten instituciones del Estado.

Noticias tratadas:

El Gobierno defiende la descentralización de instituciones de Madrid porque “hay que compartir Estado” https://www.elmundo.es/espana/2021/10/11/6164441dfdddff5fb88b45ed.html

El Gobierno y el PP inician la negociación para renovar todas las instituciones pendientes salvo el Poder Judicial https://elpais.com/espana/2021-10-13/casado-propone-una-renovacion-parcial-de-las-instituciones-y-sanchez-le-insta-a-acatar-todo-el-mandato-legal.html

Pablo Casado propone a Pedro Sánchez pactar “ya” la renovación del Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo y el Constitucional https://www.elmundo.es/espana/2021/10/13/61669592fc6c831e0c8b45ec.html

Casado fuerza a Moncloa a reabrir la negociación sobre los órganos constitucionales pero sin pacto a la vista https://www.abc.es/espana/abci-casado-pide-sanchez-renovar-organos-constitucionales-y-no-obtiene-respuesta-202110130929_noticia.html

Unión Europea y poder judicial

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 78 de «La lucha por el derecho», relaciona el papel de la Unión Europea con el tema de la independencia judicial. Este análisis lo realiza a partir de la siguiente noticia:

– El presidente del TSJ de Castilla y León no descarta un expediente de Europa por injerencias contra el poder judicial | Nacional | ABC: https://www.abc.es/espana/castilla-leon/abci-presidente-castilla-y-leon-no-descarta-expediente-europa-injerencias-contra-poder-judicial-202110081655_noticia.html

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