La prueba más concluyente del carácter filofranquista y antidemocrático del régimen vigente la constituye la conminación, por parte del Ejecutivo, a un "gran pacto" para poner remedio a la crisis, y, en justa correspondencia que redunda en un único y mismo error, la respuesta de la oposición que, lejos de cuestionarse el pacto en si, apela a la inviabilidad o imposibilidad del mismo por necesitar condiciones que el Ejecutivo se niega a cumplir.   El presupuesto jurídico de un régimen democrático establece que el Ejecutivo gobierna bajo el control del Legislativo. La concepción que subyace en el "gran pacto" que ahora monopoliza el debate político supone que el Legislativo renuncia a controlar al Ejecutivo para sumarse, como si de un gobierno de concentración nacional se tratase, a la magna tarea de levantar el país. Solamente la ambición de un poder descontrolado puede exigir tal clase de acuerdos. El consenso, lejos de ser el fundamento de la democracia, es la virtud de las oligarquías y la negación de la política: si el sistema democrático funciona, existen cauces institucionales para el ejercicio del disenso, y por lo tanto, del control del poder, sin menoscabo alguno para la supervivencia del Estado. El "gran pacto" defendido por el Ejecutivo y, muy a su pesar, no secundado por el Partido Popular, es una brutalidad que invita a repartir el poder entre facciones que renuncian a controlarse entre sí y que hacen imposible todo control externo sobre sus actuaciones. Pero es también un síntoma infalible que define el régimen vigente por encima de toda propaganda. Francisco Franco no se equivocó cuando creyó dejar todo "atado y bien atado".   Hoy, la clase política española está demostrando haber aprendido a la perfección las enseñanzas del Caudillo: "Haga como yo, no se meta en política". Es decir, dejemos la política en manos de los políticos, ellos se bastan y se sobran para emprender las acciones que la grave situación demanda: la más perfecta y acabada definición de una oligarquía. Un atropello que sólo la ignorancia o la mala fe pueden pasar por alto. Un atropello que sólo un pueblo y unos medios de comunicación que han vivido en la cultura del "consenso", en la renuncia a la política, como buenos hijos de la dictadura, pueden pasar por alto.     "A pure theory of democracy"     Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"

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