Hoy he visto la luz y sonrío cual ministrable porque me va a cambiar la vida. Lo sé. Lo siento. Lo palpo. Lo firmo. Es más, lo confirmo. Tras años de confusión absurda, de pegas infundadas, de mareo especulativo, por fin veo el camino con nitidez. ¡Oh, bendita luz!

Ustedes no me ven a mí, así que permítanme que les describa la estampa. En este instante me carcajeo a mandíbula batiente, al tiempo que un hilo de saliva de respetable grosor se desliza por mi barbilla y gotea sobre el escritorio para crear un pequeño lago de babas en el que se refleja mi careto. Iluminado, radiante como los mofletes de un sindicalista. ¡Ah, benditas babas! Me sonrojo al pensar en la inmensa cantidad de tiempo y esfuerzo que he malgastado buceando en la oscuridad del fango.

Como todo aquel que ve la luz, soy consciente de las envidias que despierto, así que seré sincero: no es tan difícil. Está ahí, todos los dedos apuntan hacia ella, no se dejen marear. Si no la vemos es por el infinito grado de estupidez que infecta nuestras meninges. La culpa, por supuesto, no es nuestra. Es de nuestros padres, que nos han maleducado y mentido; nos han hecho crecer torcidos; nos han inculcado una fe en la razón que carece de fundamento alguno. Historia, filosofía, ciencia, derecho, dignidad, decoro, vergüenza, escrúpulos… Un sinfín de conceptos que, lejos de esclarecer, emponzoñan. Paparruchas que lastran nuestro talento natural y nos incapacitan para desenvolvernos con eficacia en la sociedad.

¿La razón? Pero… por todos los dioses y diosas ¿han probado ustedes a razonar con un mandril? No mientan, por supuesto que sí. No voy a pormenorizar en las conclusiones que derivan de tamaña pérdida de tiempo. En un mundo irracional, razonar es morir. ¿Ven? Ahí tienen la luz. Deslumbrante, ¿eh? No, por favor. No me den las gracias, ha sido un placer.

Bien, ahora que todos estamos iluminados, llega el momento de sacarle rendimiento a la cosa. Verán que todo resulta más sencillo. Yo ya me he puesto manos a la obra y en un periquete, sin apenas esfuerzo, he puesto remedio a los dos problemas principales que laceran la convivencia en Espa… perdón, en este país.

Separatismo y derecho a decidir

Mi propuesta es irrebatible y definitiva. ¿Naciones? ¡Bah! Plebiscito ipso facto para refrendar ante el mundo entero que los españoles queremos que España sea el sexto continente. África, Ámérica, Asia, Oceanía, Europa y España. Más democrático imposible. Además, en previsión de que catalanes y vascos exijan su derecho a autodeterminarse como planetas, bastaría con tener dispuesta otra votación que nos permitiese convertir Espa… este país, en galaxia. Sublime, no me lo negarán.

Paridad y discriminación sexista

Este asunto es más delicado y requiere ir paso a paso para no herir susceptibilidades ramplonas. PODEMOS y sus confluencias tienen la iniciativa y hay que reconocer sin ambages su mayor autoridad. Así pues, a rebufo de las medidas que han adoptado con los discriminatorios semáforos de Valencia, voy a completar su propuesta en lo que se refiere al Senado. Las estatuas de bronce que flanquean la entrada deben ser retiradas cuanto antes. Esos dos leones representan el machismo más inicuo y recalcitrante. Lo proyectan sobre la sociedad e incitan a la violencia de género. Como las sumisas leonas y su idiosincrasia no son ni mucho menos ejemplos de feminidad, en pos de honrar la nueva política, se antoja más adecuado adornar el edificio con un par de hienas. Dado el parecido existente entre el macho y la hembra del mentado animal, se someterá a votación ponerle falda a una estatua o a las dos. En el caso de que algún colectivo se sienta discriminado, se optará por poner un par de caracoles. La condición hermafrodita y cornuda de este molusco garantiza un consenso nunca antes visto.

Y ahora me van a disculpar. Voy a ver un rato la tele, que me duele la cabeza.

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