La transición es ir de una situación a otra dentro de la misma entidad o cuerpo. En lo político implica que elementos del nuevo gobierno tendrán que convivir con elementos del viejo, dentro del mismo régimen, reproduciendo una necesaria cohabitación. Transición no significa cambio porque la esencia putrefacta del sistema que queremos derrocar se mantendría intacta, quizás cambiando caras, mas no la estructura de poder.

Transición es lo que la oposición electoral blandengue promete en forma engañosa al país. En el fondo, creen tener amarrado el apoyo del pueblo opositor y hacen de la consigna de “transición” una promesa potable al chavismo en el poder. Una promesa de que lo esencial del régimen seguirá su curso, que no hay nada que temer de un gobierno opositor. La transición, así, no es más que otra traición a la esperanza de cambio que tiene el país, pero que se le hace tragar a quienes, desesperadamente, quieren salir del chavismo como sea.

Lo que Venezuela necesita no es una transición como lo proponen, en forma abierta o encubierta, falsos opositores. Por el contrario, necesitamos una ruptura total con el régimen político chavista y la Constitución en que se apoya, para poder construir una nueva república de leyes y ciudadanos libres, fundada en la idea de libertad, tal como lo propuso Francisco de Miranda. Triturando el viejo régimen, no maquillándolo, es como podremos construir uno nuevo.

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