Chica de acción (foto: Stephanie Wallace Photography)   Reflexión sobre la acción   El fin de la cultura es una mayor y mejor comprensión de la realidad. Al perseguir la verdad buscamos un sistema de categorías que nos permita orientarnos en el mundo. Al principio, el conocimiento ha de ser eminentemente práctico, puesto que el hombre primitivo ha de dejar a un lado las dudas e indecisiones que interrumpan una acción de estricta supervivencia. Ahí, sólo sabemos en la medida que hacemos.   Pero con la pura acción individual se pierde la noción de un entorno general, sumiéndonos en la atomización y en el conocimiento superficial y fragmentario. Al concentrarnos en la inmediatez de los asuntos particulares que conforman nuestras vidas, tendemos a extraviarnos o a perder la perspectiva de lo que acontece más allá de nosotros, dándole finalmente la espalda a todo lo que rebasa o difumina el horizonte particular.   Dentro del solipsismo reinante, la conducta del hombre medio actual no responde a proyectos elaborados por él mismo, sino que suele ser el producto de un mimetismo o de una adhesión automática al conjunto de “valores”, modas y mitos difundidos por las opiniones oficiales y oficiosas. Así, el comportamiento del votante de listas de partido se convierte en puro accionismo impersonal y mecánico. Antes de votar, no se preguntan por el sentido último de su acción, estando dispuestos a poner sin vacilaciones su destino en manos de fuerzas ajenas a la libertad política de todos.   El hombre masa ya no puede recluirse fácilmente en el ámbito del consumo o de aquello que sólo esté relacionado directa o indirectamente con los planes, intereses y objetivos del propio yo o de las ínsulas familiares. La crudeza de la crisis, o lo intrincada, problemática y difícil que se va volviendo la vida que nos rodea sacude y hasta zarandea al hombre que se había despreocupado de lo público, pero no evita que siga tendiendo a reducir o aligerar su pensamiento, vaciándolo de verdadera cultura política.   Los humanistas italianos exaltaron la vida activa respecto a la contemplativa. El que se perdiese en la contemplación de Dios hasta el punto de no conmoverse por la desventura del prójimo ni inquietarse por la ruina de la patria, no sería un hombre, sino un tronco o una piedra. Por eso, la verdadera sabiduría no consiste sólo en el puro entendimiento, sino también, en la prudencia de la acción, o sea la razón directiva de la vida, que en el ámbito de los asuntos públicos, se ciñe a la conquista y garantía de la libertad política.   Por último, no está de más recordar la historia de Porthos (el personaje de Dumas): el hombre de acción cuyo primer pensamiento le causó la muerte mientras corría para alejarse de una carga de dinamita que había dispuesto. Porthos se preguntó súbitamente cómo podíamos caminar o por qué colocábamos siempre un pie delante del otro. Se detuvo y la dinamita explotó. {!jomcomment}

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