Lo de Urdangarín produce vergüenza ajena. Es como lo del “Cachuli”, pero con infanta.

Los Urdangarín solo quieren ahora que los “paparacci” les dejen vivir tranquilos en Whasintong. Si será inocente don Iñaki, que algunos periodistas cursis le dicen “Señor” o se dirigen a él como “Don Iñaki”.

Esta monarquía, con su manía de modernizarse, ha caído en su propia trampa. La Corte, en su tiempo, además de para adular y entretener a la familia real, servía para que algunos cortesanos, con pose digna, haciendo honor a su lealtad a la monarquía, se apuntarán los marrones de la Casa Real. Los últimos vestían uniforme militar de invierno, pues era febrero.

En la moderna Monarquía hispana, que desestimó formalmente la Corte para no dar cante a rancio, cada palo tiene debe aguantar su vela. Ya no hay cortesanos dispuestos a autoinculparse por otro, ni lealtad monárquica sin privilegio que la retribuya con título de nobleza y realengo en provincias.

Las crónicas en rosa transmiten a la opinión pública el cabreo del Rey y su heredero con Don Iñaki y la Infanta. También nos informan del deterioro físico de los duques abrumados por el escándalo. Bolsas en los ojos, cierto desaliño en el vestir, pelo descuidado; están, según dicen, en riesgo de sufrir depresión exógena.

Este es hoy un reino de deprimidos, con más de cinco millones, más dos, en riesgo cierto de padecer “melancholía”. De ellos, la inmensa mayor parte nunca han pasado por Palacio ni han regateado mas que con el tendero de la esquina. No son pocos los que hoy se conformarían con encontrar un banco donde dormir tranquilos, para poder resarcirse del sueño que les hizo perder el que les desahució.

A los deprimidos de hoy se les ve deambulando por las calles y plazas del reino, ojerosos, desaliñados, huidizos, muchos sienten avergüenzan de recibir amparo de la caridad, a la que nunca imaginaron tener que recurrir. A muchos no les quedan ánimos ni para indignarse; sólo sienten rabia, pero se la comen, único plato caliente que se echan al cuerpo al cabo del día.

El Juez de Palma los tiene que tener cuadrados. No me extrañaría encontrarle un día de estos descansado al sol y también a la luz de la luna también deprido. Los tiene cuadrados y muy grandes. De momento investigan su juzgado por las filtraciones a la prensa de sumario. No ha tomado las cautelas oportunas para evitar que el escándalo, además de escandaloso, sea público, que es lo que de verdad tiene de malo el escándalo; y ahora no se puede dar marcha atrás, corregir sutilmente la interpretación de las pruebas que ha ido acumulando el de Palma contra el de Palma, y así no hay que pueda exculpar al señor duque, so pena de mayor escándalo aún. Todos somos iguales ante la ley, aunque lo diga el que ante la ley no lo es.

Alguien se ha inventado que la presunción de inocencia consiste en no contar cosas de nadie mientras no haya sentencia condenatoria firme. Y nos manda callar. Pues a callar se ha dicho. Pero lo del Urdangarín da vergüenza ajena, aunque sea duque de Palma y yerno del Rey, da vergüenza. Nadie se imagina a Don Iñaki en prisión ni a su mujer en un bis a bis carcelario. Si ese día llega, la III República Española, la constitucional, sabrá ser indulgente con quien hizo más que nadie, aun sin pretenderlo, por su advenimiento.

Seguramente, el fiscal del Gobierno, que, como es bien sabido, nunca imparte instrucciones a sus subalternos de la carrera fiscal; ni atiende, claro está, las sugerencias del ministro del ramo, se alegrará de que las cosas no se salgan de madre. Ya lo dijo la Señá Rita en la Paloma: “Iñaki, que ties madre”, y yo añado que madre no hay mas que una. Pero la Rita ni paseó por la Zarzuela ni la emplearon en Noos, y de náutica lo más que supo en toda su vida fue que siempre anduvo a dos velas. Pues a callar.

Fotografía de Negro sobre Blanco

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