Qué pecados han cometido los argentinos para que les gobiernen payasos y payasas desde hace ya ochenta años? El pueblo más europeo de América del Sur, con la nómina de escritores, pensadores, artistas y científicos más abultada, tiene una payasa como Presidenta de la República. La genialidad de la sociedad civil argentina, uno de los depósitos nacionales de mayor inteligencia humanística y científica del mundo, para nada compagina con su chata sociedad política. Su sumisión al justicialismo casposo, espectacular aventurerismo político de raíces fascistas, vano, apasionado, inquieto, retórico, ladrón, banalmente violento y autoritario, centón ideológico que se engaña a sí mismo con grandiosos proyectos e impracticables cruzadas, no le ha dejado percibir el hecho de que lo esencial es seguir la política pacífica y prudente de antes de Perón. Aquí el apetito por la estética de un gesto frenético y el ansia incontenible de robo se tragan el sentido común de la política económica. No les basta a los gobiernos de La Plata con robar a su patriótico pueblo, y comienzan a robar a los forasteros.

    Borges contaba un chiste porteño, antiteológico, a Bioy Casares, en la época en que Perón le había nombrado para despreciarlo “Director general de abonos de origen avícola”, en que decía que en el principio de los tiempos, cuando Dios Todopoderoso andaba con ayuda de San Pedro – un san Pedro anterior al San Pedro mortal – distribuyendo las riquezas naturales entre todos los futuros países de la Tierra, al llegar el turno a la Argentina el Altísimo concedió con abundancia desmedida y pantagruélica a esta Nación petróleo, oro, plata, cobre, antimonio, azufre, amianto, manganeso, wolframio, mármol, pórfido, alabastro, ónix, granito, hierro, mercurio, níquel, plomo, carbón, lignito, pesca, vacas, caballos, ovejas, cabras, cerdos, lino, maíz, patatas, tabaco, trigo, aceite, alfalfa, árboles frutales, madera, caña de azúcar, viñas, legumbres, hierba mate, mandioca, algodón, arroz, centeno, café y mil cosas más. Hasta tal punto que el propio San Pedro, picado por una posible desigualdad que estaba introduciendo quizás en el mundo la Divina Providencia, se atrevió a decir a Dios:

–         Creo, Altísimo, que os estáis pasando con los tesoros que concedéis a este país.

–         No lo creas, Pedro. Aún no he puesto a sus gobernantes.

Diríase que el profeta Isaías pensaba en Argentina cuando afirmaba: “Tus príncipes son rebeldes, y colegas de ladrones; cada uno ama el soborno y persigue dádivas”.

      Y, desde luego la actual Presidenta, payasa donde las haya, está confirmando el triste chiste borgiano.

    Nos apena especialmente a los españoles, que tanto debemos a Argentina inmediatamente después de nuestra Guerra Civil, que el rumbo político de Argentina se halle desde ya hace mucho desnortado. El país que nos ayudó a salir del hambre de los Años 40, apenas puede dar de comer a sus habitantes en medio de un paraíso de leche y miel.

     Desde el año 1930 en que el general José Félix Uriburu usurpó el poder, desalojando al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, Argentina ha estado gobernada por asesinos, incapaces, visionarios o sencillamente payasos. En junio de 1966, el radical Arturo Ilía, que había ganado las elecciones de 1963, fue derribado por un golpe militar encabezado por el general Juan Carlos Onganía, cuyo sello sombrío ha contagiado desde entonces todo el poder político argentino, y que se singularizó durante cuatro años por la represión que ejerció contra estudiantes y obreros.

    En un acto de buena voluntad el gobierno de Lanusse permitió que Juan Domingo Perón visitara Buenos Aires en noviembre de 1972, aunque impidió la realización de actos públicos. No obstante, miles de personas acudieron a las cercanías del aeropuerto de Azeiza para recibir a Perón, que no pisaba suelo argentino desde el 19 de septiembre de 1955, fecha en que se había asilado en una cañonera paraguaya para huir como un conejo del país. En Argentina se había proclamado el “ballotage” como sistema electoral, por si ninguno de los candidatos obtenía la mayoría absoluta en la primera vuelta, como ocurrió realmente, Cámpora y Balbín, lo representantes más votados, quedaron , en consecuencia, para la segunda vuelta, en que ganó el siervo de Perón. Dos meses después de haber asumido la presidencia, Cámpora – ante el estupor de los que no estaban en el juego – decidió renunciar a su cargo, a fin de que Juan Domingo Perón se hiciese con el poder junto a su nueva compañera María Estela Martínez de Perón.

    La muerte del líder llevó al poder a la incapaz de su mujer, y la influencia de López Rega se hizo cada vez más notoria con la creación a partir de los militantes justicialistas de grupos armados que terminaron por llamarse Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A, y su acción se hizo cada vez más flagrante. La Argentina empezó a vivir una verdadera guerra civil soterrada que tuvo su cumbre en el golpe militar encabezado por el general Jorge Rafael Videla. Una frase del gobernador de Buenos Aires, Ibérico Saint-Jean, que había sido íntimo colaborador de Onganía, resumió la que iba a ser la filosofía del régimen: “Primero vamos a matar a todos los subversivos; después, a sus colaboradores; después, a los simpatizantes; después, a los indiferentes y, por último a los tímidos”. Desde luego, todo una gran aportación política de Argentina a la filosofía moral. Gran número de escritores y científicos fueron encarcelados o asesinados. A comienzos de 1977 el físico nuclear argentino Máximo Victoria señalaba que “un millón de argentinos se encuentran fuera del país y, lo que es más grave aún, se calcula que entre un 40 y un 50% de los científicos, investigadores y profesionales con que cuenta la Argentina han emigrado”. Y es evidente que aún no han vuelto. También el escritor Rodolfo Walsh, en una carta que hizo pública antes de que lo secuestraran y asesinaran, daba cuenta del clima represivo y atroz que se vivía en la Argentina en todos los órdenes de la vida nacional. Los militares llegaron a corromper a todos los partidos argentinos hasta el tuétano, incluido el Partido Comunista, que ya estaban en general bastantes corrompidos con anterioridad.

    Con la Democracia renovada llegó Raúl Ricardo Alfonsín, que sin ser un genio fue sin duda un buen demócrata y un hombre honesto – que ya es un milagro entre la clase política argentina -. A éste le sucedió Carlos Saúl Menem, una perfecta imagen de “leno” o rufián porteño que llevó a Argentina al “corralito”, otra gran aportación de la hermana andina a la Historia de la Economía. Fernando de la Rúa fue un digno intervalo entre payasos. Néstor Kirchner fue el perfecto paradigma de la demagogia malvada con una corrupción sistemática y unas prácticas pseudofascistas. Y naturalmente Cristina Fernández de Kirchner es una buena esposa de Néstor.

    Argentina debería, además, recordar que Aznar le prestó mil millones de dólares en el peor momento del “corralito”, e hizo un viaje urgente al despacho del Director General de F.M.I. para que se relajase la presión y acoso contra la malherida Argentina. La Sra. Kirchner, bien se ve, lo ha debido olvidar ya. O no lo sabe, que es very absent-minded.

    Mas quebrará Yahveh la verga de los malvados, el cetro de los dominadores, que hería a los pueblos con furor, golpeando sin descanso.

Martin Miguel Rubio

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