Ese día conocimos los resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA), relativos al último trimestre de 2009, con unos datos aterradores: 4.326.500 personas con ganas de trabajar estaban desempleadas y las ocupadas habían bajado hasta 18.645.900, un 60% de la población española mayor de 16 años y un 40% de la población total. Un número de parados jamás alcanzado y unas tasas de empleo (ocupados/población total mayor de 16 años = 60%) y de paro (parados/población activa = 18,38%) que nos acerca a países tercermundistas. De las muchas conclusiones a las que se puede llegar merece destacar el aumento de la miseria social (1,2 millones de hogares sin nadie que trabaje), la marginación de nuestros jóvenes del proceso productivo y de la sociedad (39% de la población activa entre 16 y 29 años está desempleada) y más gente que tira la toalla por desánimo que ni se molesta en buscar trabajo (menos población activa). Desde las primeras líneas de “La riqueza de las naciones” Adam Smith nos dijo que la riqueza de una nación está en el trabajo. ¿Dónde está nuestra riqueza?   Ese mismo día el Gobierno nos dio a conocer la “Actualización del Programa de Estabilidad 2009-2013 y Plan de austeridad 2010-2013” que muestra el sendero de un ajuste duro, con sus lindas palabras: una consolidación fiscal que ataje el impacto de la crisis económica sobre las finanzas públicas y conduzca el Déficit de las Administraciones Públicas desde 11,4% del PIB en 2009 hasta un 3% en 2013 a través de un plan de austeridad que consiga reducir los gastos públicos en 50.000 millones de euros en ese período. Con esta jerigonza muestran la situación como un suceso ajeno a ellos, una catástrofe ocasionada por las fuerzas de la naturaleza, como si ellos y los poderes territoriales que financian no hubiesen sido los auténticos causantes. Hace un mes de la aprobación del Presupuesto para 2010 y ya tienen que modificar aquellas proyecciones, que en su momento consideramos como ungüento de serpiente.   Y por último, ese mismo día destaparon la “Caja de Pandora” de uno de los pilares del Estado de Bienestar: las pensiones públicas, con el objetivo de justificar una bajada y contribuir al duro ajuste que nos espera. A lo largo de los próximos meses veremos desgranar las múltiples razones (vida laboral personal, esperanza de vida española, porcentajes de la base reguladora, límites a las pensiones de viudedad y orfandad y a las prejubilaciones, parámetros ajenos a tener en cuenta….) para perfeccionar el sistema de reparto (transferencias de los ocupados a los inactivos), pero jamás oiremos las causas de realizarlo ahora y no antes como han estado sugiriendo cientos de analistas.   Sucesos, aparentemente independientes, pero  políticamente relacionados.  Son  piezas del mismo puzzle que nuestros dirigentes nos ocultan día tras día escondiendo la verdad de los hechos. No quieren ser portadores de malas noticias que dañen su imagen y tapan una noticia mala con otra peor para distraer a los ciudadanos ¿Serán razones oídas en los viveros electorales? ¿Serán rumores financieros oídos en Davos?

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