El editor y abogado Antonio García Trevijano contó esta semana a los oyentes del informativo de Radio LC su trato personal con Juan Luis Cebrián cuando se hizo acconista mayoritario de “El País” por delante de Jesús de Polanco. Lo calificó de “chaquetero”, pues viendo que Trevijano podía hacerse con el control, fue a visitarlo y adularlo, aunque luego forzó un escrito de los trabajadores para impedir que el abogado convirtiera el diario en un periódico más crítico con el franquismo y más favorable a las libertades colectivas, algo que suena parecido a las estrategias laborales que siguió practicando en la redacción, la última de las cuales tituló “Transparencia frente a Fuenteovejuna”.

El periodista Jesús Cacho ha corroborado esa desconocida faceta de su colega y hoy también banquero, con quien trabajó en El País:

“En mayo de 2009, Enric González, uno de los periodistas más solventes de la redacción de El País, intentó publicar una columna en la que aseguraba, textual, “No quiero ponerme en lo peor, pero cualquier día, en cualquier empresa, rebajarán el sueldo de los obreros para financiar la ludopatía bursátil de los amos”. Lo intentó, pero no pudo. La dirección del rotativo no consideró adecuada la frase. No había nombre propio de por medio, pero resultaba evidente que el ludópata de marras no podía ser otro que Juan Luis Cebrián, 68, el periodista metido a tiburón financiero que ya había sellado la suerte del Grupo Prisa al hacerle contraer una deuda de más de 5.000 millones de euros. El año pasado, este jugador de fortuna se embolsó 13 millones de euros (más que cualquier empresario del Ibex-35) entre sueldo, bonus y extraordinarios varios, mientras su empresa perdía 450. Esta semana, tras haber materializado EREs en los distintos negocios del grupo, el célebre Janly anunció que El País, que hasta ahora había permanecido ajeno a los ajustes, despedirá a 138 -más 21 prejubilaciones- de sus 440 periodistas, además de rebajar el sueldo un 15% al resto. El académico ha justificado tan dolorosa medida asegurando que “no podemos seguir viviendo tan bien”.

 

 

 

Con estas palabras, el director de Voz Populi explica que es “imposible desligar la singularidad del Grupo Prisa y de su fundador, Jesús Polanco, de la esencia misma de la Transición española. Miembro en su juventud del Frente de Juventudes, Polanco hermanó de forma natural con aquellas Cortes de camisa azul que, en glorioso harakiri, fueron capaces de saltar de la dictadura a la democracia sin solución de continuidad. Lo extraordinario de aquel hombre de ademanes rudos, poco cultivado aunque dotado de una gran inteligencia natural, y apasionado del dinero, es que iba a darse cuenta muy pronto de que aquella democracia sin demócratas, aquella tropa fiel seguidora de la “servidumbre voluntaria” sobre la que teorizó Etienne de la Boétie, en cuya cúspide se instaló un Rey ungido por el dedo de Franco, iba a convertirse en lo que, casi 40 años después, lamentablemente es: una democracia meramente formal carcomida por una corrupción galopante, con una Justicia domesticada por el poder político, unos medios de comunicación al servicio de los negocios del editor de turno y de sus amigos, y un horizonte donde todo está en almoneda, empezando por las propias fronteras de España tal como se han conocido en los últimos siglos”.

Y añade: “Tras los rasgos descritos, cuyo relato pormenorizado daría para varios volúmenes, parece claro que el Grupo Prisa tenía que ir a morir en la ribera de la gran crisis de España, en el mismo momento y en idéntica circunstancia, porque llevaba en su seno la misma semilla de destrucción que esta democracia sin demócratas nuestra. De dar la puntilla al hace unos años aparentemente inexpugnable Imperio Polanco se ha encargado ese Cebrián que el 21 de julio de 2007, tras el fallecimiento del fundador, reclamaba a su hijo Ignacio “lealtad a la alianza de sangre en torno al propósito fundacional de El País que habíamos sellado [Jesús Polanco y él mismo] entre nosotros”. La “lealtad” de Cebrián consistió en arrinconar a los herederos del fundador y hacerles perder la mayor parte de su fortuna. Él, por contra, se ha hecho rico. Como buena parte de los responsables de la ruina de España, Cebrián se ha convertido en millonario a costa de hundir su empresa, no obstante lo cual sigue, “impasible el ademán” que decía el viejo himno falangista, impartiendo doctrina desde el púlpito de El País”.

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