Durante el último “Debate de la nación” se lanzo una bonita idea: la solución de nuestros males está en el cambio de nuestro modelo económico. Ayer mismo, en un mitin de la precampaña para la votación de su “Lista electoral” al Parlamento Europeo, Rodríguez Zapatero, anunció que en las próximas semanas firmará con sindicatos y empresarios un “acuerdo” sobre un nuevo modelo económico para salir de la crisis, que se centrará en las energías renovables, el ahorro y la eficiencia energética, en sectores de alta tecnología y en el desarrollo de la Ley de Dependencia; y les aseguró que lo conseguiría pese al escepticismo de los promotores de otra “Lista electoral” oponente. Y los fieles embelesados aplauden con delirio. Esta clase de predicadores de poca monta confunden el deseo con la realidad y sus posiciones de poder con el devenir complejo de la sociedad española. Piensan que cambiar de modelo económico es tan fácil como cambiar de traje cuando se dispone de varios para elegir y hacen creer a la gente que es posible tener un modelo económico con una agricultura selecta, una industria tecnológicamente impecable con escasos costes medioambientales y con gran proyección exterior y unos servicios de muy alto valor añadido (Manuel Lagares Calvo). Y se quedan tan campantes.   Un viejo artículo de R.G Lipsey y D.D. Purvis (Financial Post, 1994) relata el declive de la principal industria nacional, la industria X, que daba empleo a casi el 50% de la población activa, y que dentro de una generación solo ocuparía al 3%. Pronosticaba que más del 40% del empleo nacional sería destruido en el espacio de una generación. ¿De dónde vendrán los nuevos empleos? (pregunta un sindicalista). El Gobierno debe proteger la industria X para que no desaparezcan tantos puestos de trabajo (responde un empresario). Deberíamos promocionar nuevas industrias (dijo un alto funcionario). Y todos pensaron en el nuevo producto de alta tecnología, el producto Z, para el que pedían toda clase de subvenciones y deducciones tributarias. Quizás el nuevo producto Y, que algunos individuos fabrican actualmente en los cobertizos de sus casas, pueda generar un número significativo de puestos de trabajo (dijo un economista subalterno). ¡El producto Y! Hace mucho ruido, huele muy mal y es un juguete para los ricos y no generará tantos puestos de trabajo (exclamaron varios pensadores realistas). Datos reales de la historia: Estados Unidos, año 1900; producto X: la agricultura; producto Z: el zeppelin; producto Y: el automóvil. Muchos dirigentes y sus asesores, expertos en rendibú, no saben que la economía cambia constantemente; los productos nacen, se desarrollan y mueren; apuntalar industrias en declive es como apoyar la agricultura de 1900 y que la creación de empleo está en la fabricación de aquellos productos en los que la sociedad civil arriesga su fortuna y su vida, no en aquellos ideados por tecnócratas a modo de planes quinquenales. La función de un Gobierno representativo de esa sociedad civil será apoyar a estos emprendedores no a los vendedores de elixires económicos.

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