Matar es muy fácil, hacer política del asesinato es algo muy difícil. El poder de ETA ya no son las pistolas, son los medios de comunicación, es la clase política del Estado de Partidos, que baila al son de sus disparos. ETA ya no necesita liturgias para sus adeptos, tiene la habilidad de proyectarse en los mítines de los grandes partidos.   Cuán absurda resulta la prohibición de sus insignificantes reuniones públicas cuando tiene a su servicio los altavoces del Estado. ETA puede prescindir de su periódico GARA para propagar el terror de sus acciones sobre la población, para ello cuenta con los titulares de la prensa del Estado de partidos: "ETA irrumpe en la campaña electoral". Cuán absurda resulta la persecución de sus fuentes de financiación cuando tiene espacios gratuitos en la prensa oficial. ETA ya no necesita acudir a la masacre como muestra de poder, la muerte de una sola persona provoca en el corrupto Estado de Partidos, el mismo efecto que el de miles. Cuán absurda resulta su persecución policial cuando una pistola y una bala bastan. En sus pequeños zulos, los terroristas se nutren del martirologio político del monstruoso Estado de Partidos. En los cuarteles de los grandes partidos políticos, todos acuden a ETA para arrancar votos de la masa demagogizada y procesionar a sus mártires.   Erróneamente, los cuasi-ciudadanos españoles, han acudido a votar creyendo que esta acción debilitaría a los terroristas. Al contrario, ETA se refuerza con el Estado de partidos al que el voto de los españoles da aliento. Para derrotarla, no se necesitan procesiones urnarias salidas de la martirizacion terricida, como hacen los partidos políticos, sino reformas institucionales inteligentes, que acaben con su base social y su magnificada influencia política. Reformas que acaben con el Estado de Partidos y conduzcan a la democracia representativa de la República Constitucional. La unidad de los abstencionarios, más numerosos que los terroristas y que los afiliados a los partidos, es imprescindible para sacar a las masas de su estado servil y gregario.   Procesión (foto: Silvio Rizzo)

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