También es cierto que ni los Estados, ni los partidos totalitarios son sociedades secretas en el sentido estricto de este término, y que actúan públicamente. E incluso con gran cantidad de publicidad. Es que justamente -y en eso consiste la innovación de la que hablamos más arriba- se trata de conspiraciones a la luz del día”. Alexander Koyré.

Mentir define al Estado y al  hombre del siglo XXI, pues ya nadie cree que la libertad sea su esencia. Nos creemos libres porque creemos que los demás lo serán. Algo semejante ocurre con la creencia en Dios: el uno cree que es el otro el que verdaderamente cree y por tal motivo él también “hace como que cree”. Triste, pero cierto: hacemos como si la libertad política existiera pero sabemos de su imposibilidad en el régimen político actual, y, en conclusión, el resultado final es una sociedad del simulacro y de la mentira.

El hombre europeo, desde la segunda guerra mundial, y el español desde 1978, han establecido con firmeza la  gran mentira del estado de partidos en la constitución mental humana y la han convertido en mentalidad inmutable de una supuesta democracia representativa, en realidad inexistente. Decir lo que no es  todos los días durante décadas deviene configuración pragmática de lo falso en verosímil- aunque nosotros sepamos que no corresponde a la verdad política también sabemos la configuración mental de los demás en estos temas-.

La mentira política se reducía a la diplomacia hasta la época moderna, a partir de la cual la  necesidad de tener controlada a la opinión pública hizo multiplicarla hasta el infinito en cantidad y calidad. Unida a la razón de Estado, la mentira política legaliza el crimen del espacio público, la libertad colectiva e, incluso, de las personas.

Para la existencia de la mentira política se requiere un fondo de veracidad, pero en el estado de partidos dicho fondo no existe. ¿Cómo distinguir, entonces, la verdad de la mentira?- Es imposible. Así, incluso las voluntades más jóvenes, que en el nuevo 12 y 15 M se echarán a las calles de España, usarán el juego de mentiras que como <sprachspiel>  wittgensteiniano sigue aportando un significado espurio a la democracia representativa.

Y, sin embargo, la apelación a lo real incita  de inmediato en los jóvenes a pensar en la posibilidad de que la mentira política está también en sus mentes.

Todo movimiento social de ruptura con el estado de partidos debe saber que la naturaleza del mismo es, en cierta forma, “bélica”[1], en el sentido de que utiliza la mentira como arma de defensa contra sus enemigos externos e internos.

La partidocracia es un conjunto de grupos secretos dirigidos por sus jefes de partido que tienen como enemigos a la misma sociedad civil, pero su secretismo en la época de la opinión pública es de exposición mediática. Lo que explica que toda palabra de los miembros del estado de partido sea expresión de la mentira que disimula lo que son y simula lo que no son. El siervo voluntario se identifica con la palabra falaz de su jefe pues la misma está siempre dirigida- no a ellos-, sino al enemigo interno: la sociedad  civil, la opinión pública libre.

El estado de partido ha destruido, casi por completo, la libertad en Europa. Es hora de resucitarla o conquistarla por primera vez. Europa requiere  instaurar las  repúblicas constitucionales.

Antonio Muñoz Ballesta.



[1]  Ver mi anterior artículo en le diario rc: El estado de partidos es también un estado en guerra.

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