El abogado Antonio García Trevijano recordó en los micrófonos de Radio Libertad Constituyente EL que el pueblo español odia la violencia de tal manera que frecuentemente exagera el riesgo o temor a que pueda producirse: “El 15-M es un ejemplo: logra concentraciones importantes de masas de ciudadanos pero es tremenda, fundamental y esencialmente pacífico”.

 

Todo esto procede del hecho de que los padres y madres españolas han legado a las nuevas generaciones un miedo ancestral a una guerra civil, a que sus hijos se metieran en política y a que alentaran la algarada callejera. Con esos temores se llegó al extremo absurdo de que cuando murió Franco mucha gente inteligente y de buena fe creía que se podía desencadenar una guerra civil si no había consenso, como si un conflicto fraticida se pudiera declarar por decreto: “Ese disparate caló y no hay pueblo europeo que tenga más espanto a la guerra que el español, es el más pacífico”.

 

Trevijano dio a conocer una anécdota histórica que puede ser reveladora de esta conciencia: “Ese chiste de la guerra civil sirvió para que Santiago Carrillo se inventara el “ruido de sables” y que su partido aceptara así sustituir la hoz y el martillo por la corona, admitiendo la Monarquía. El terror verdadero a ese falso peligro de violencia fue la trampa de la transición que impidió abrir un período de reflexión sobre la forma de Gobierno con un verdadero referendum y no un plebiscito”.

 

La diferencia entre ambas formas de consulta reside en que en el plebiscito sólo se aclama o aplaude masivamente: “las tropas romanas elegían a mano alzada a sus jefes del Ejército y Emperadores, con el plebiscito sólo se puede decir sí o no a una propuesta, mientras que el referendum es optativo y electivo. En el referendum sobre la reforma política no se pudo elegir entre Monarquía o República, ni entre Gobierno centralista o autonómico o entre sistema parlamentario o presidencialista. Todo fue impuesto por los herederos de Franco y eso trajo una de las peores constituciones del mundo porque copió todo lo malo de la italiana y la francesa”.

 

“Franco tenía los tres poderes unidos y una Constitución sólo tiene sentido si los separa. La nuestra no lo hizo y se limitó a copiar la fórmula franquista: unidad de poder, pluralidad de funciones, y todo el poder lo ostenta el partido que gana las elecciones. Ni equilibrio ni control y de ahí el desastre de la política y la economía española”.

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