(Foto: Maestro_M7) Ha empezado a jugarse la Final de la NBA. Los Lakers de Kobe Bryant y Pau Gasol contra Orlando Magic, un equipo o una franquicia que en sus veinte años de existencia no ha conseguido un solo “anillo”, pero que con la adquisición de Dwight Howard hace unos años, ya puede aspirar a ello. Eliminaron a los Cleveland Cavaliers (que tampoco han ganado nada en toda su historia), el mejor equipo de la temporada regular, donde milita Lebron James, declarado jugador más valioso del campeonato. Lo admirable de este asunto es que se da a los peores equipos la opción de reclutar a los mejores jugadores jóvenes (que provienen de la universidad) o extranjeros, a través del draft. De esta manera, por ejemplo, Chicago Bulls pudo incorporar a Michael Jordan y ganar por primera vez un “anillo” (al que sumaría otros cinco).   Sería inconcebible adaptar al campeonato futbolístico español esta forma de estimular o fomentar la competencia deportiva, no reforzando a los equipos más poderosos con los jugadores más prometedores, sino a los más débiles. El apabullante dominio del Real Madrid o del Barcelona se ha cimentado en un cúmulo de privilegios, tanto deportivos como económicos e institucionales. Tras el “triplete” y el primoroso juego desempeñado por la constelación azulgrana, los madridistas han invocado la figura del sumo hacedor de galaxias blancas para contrarrestar la superioridad del “eterno rival”. Ya se han olvidado de la huida del adorado “ser superior”, de aquella megalómana arbitrariedad (despreciar a Vicente del Bosque, desatender el equilibrio defensivo, etcétera.) que condujo a la impotencia y el fracaso.   Lo que importa es el poder adquisitivo del señor Pérez, su capacidad para enrolar a media docena de los mejores jugadores del mundo en su nuevo proyecto deportivo. Don Florentino ha demostrado poseer una incomparable habilidad para mantenerse a flote, incluso en periodos económicos turbulentos, y fundar sus negocios en unas excelentes relaciones con el poder discrecional o licencioso de los partidos estatales. La recalificación de la antigua ciudad deportiva y la construcción de unas altas torres para enjugar deudas astronómicas fue un escándalo denunciado por José María García (ya retirado), a quien Aznar confesó que “había que ayudar al Madrid”. Ahora, los presuntos periodistas o aduladores futbolísticos también “ayudan” a su equipo.

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