En la vida política, la mentira tiene su campo legítimo de acción. Si no sale de los límites que la enmarcan en la llamada razón de Estado, es decir, de la esfera que los gobiernos se reservan en exclusiva para mantener ocultas las motivaciones verdaderas de sus actos frente a supuestos enemigos exteriores o interiores; si tiene alguna  utilidad pública la mentira no es condenada por la opinión. La normalidad de la mentira en la clase gobernante –convencionalmente considerada extramoral- solo es permitida por los gobernados, en los sistemas con libertad de opinión,  si es útil al Estado o dañina para algún enemigo declarado o potencial.   Las mentiras de Nixon no fueron toleradas porque no tenían utilidad estatal ni dañaban a un enemigo exterior. Las de Bill Clinton, sobre sus relaciones  adúlteras, fueron perdonadas a causa de la desproporción que supondría  el castigo público, en relación con la causa privada que las motivaba. Era un asunto que, siendo suficiente para su dimisión, no era bastante para justificar un proceso de destitución. Existe además una diferencia de categoría politica entre las mentiras desde el poder y las mentiras para alcanzarlo. Las primeras, si no afectan a derechos fundamentales de la oposición, se olvidan pronto. Las segundas, al deshacer la integridad de carácter y la lealtad del candidato hacia los electores, se  resuelven con la renuncia del mentiroso a sus aspiraciones.   No es difícil predecir el futuro de la actriz de la mentira, Hillary Clinton, con su actuación ante las televisiones de todo el mundo. Primer acto: relato de su  heroico aterrizaje en el aeropuerto de Bosnia, corriendo agachada, ante fuego de fracotiradores, hacia los coches que la esperaban, sin recibimiento oficial. Segundo acto: filmación de esa llegada triunfal a Bosnia, con entrega de ramo de flores y protocolo diplomático. Tercer acto: confesión patética de su mentira, en tanto que es humana, como leve error de su memoria. Si no renuncia a la carrera presidencial, el Partido demócrata la obligará. Sería suicida que elijan a esta falsa heroína para competir con el héroe real en Vietnam, McCaine.   Hillary Clinton (foto: marcn)

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