Solemos llamar cruciales a esos momentos o situaciones que, por la índole dramática de los efectos intensivos y extensivos que producen en las personas o en los pueblos, cambian el sino o el sentido de sus vidas. Esta noción académica de lo crucial, sinónima de crisis determinante, indica la circunstancia decisiva que ocasiona los cambios repentinamente operados en la personalidad de los individuales y en los valores sociales.

Sin embargo, ese no es el significado etimológico ni auténtico de lo crucial. Un vocablo que se creó para designar las experiencias científicas que corroboran la verdad de una teoría en el cruce de hipótesis contrapuestas. Francis Bacon llamo “instantia crucis” a los experimentos cruciales. Pues en la cruz se cruzan dos caminos de orientación diferente. Pero lo que ha sido estudiado en la filosofia de la ciencia (método crucial) y en la psicología analítica (experiencias místicas y traumáticas), no ha merecido la atención de la teoría de la acción política, centrada en el análisis del momento y de la situación. Confunde así la crucialidad de las acciones con la circunstancialidad que las propicia.

Esta confusión proviene del pensamiento oportunista derivado de las concepciones situacionistas de la vida -como la del “yo soy yo y mis circunstancias”-, donde la crucialidad no está en la acción que corrobora, en la realidad, la verdad de un ideal realizable, sino en la ocasión que no impide, con represiones institucionales, la expansión oportuna de las empresas ambiciosas.

Del mismo modo que hemos podido recuperar para la ciencia política el concepto leibniziano de espontaneidad, como pasión interna de verdad provocada por la necesidad de libertad externa, también debemos devolver su sentido genuino a lo crucial, en tanto que acción social experimentadora de la validez universal de la relación de igualdad entre verdad política y libertad colectiva. Pero sin cruce de caminos, o sea, sin posibilidad de elegir entre orientaciones políticas diametralmente divergentes, no hay acción humana que realice una experiencia crucial de orden colectivo.

Analicemos, como ejemplo paradigmático, la Transición a la Monarquía de Partidos. No fue una experiencia crucial para los españoles, como las apariencias hacen creer a la mente común. Pues aunque en sus comienzos existían dos caminos cruzados, el Estado decretó seguir la orientación política del que él trazaba. Si el fenómeno ha resultado crucial para mejorar la vida de la clase gobernante, eso no significa que la reforma liberal de la Dictadura fuese un acontecimiento crucial para la vida gobernada.

Se puede dibujar en un gráfico el punto y el resultado del cruce de dos líneas curvas que simbolizan el ritmo y la intensidad de dos movimientos divergentes. La curva de la línea F representa la inclinación descendente de la decadencia del poder estatal del Régimen franquista. La línea D dibuja la curva ascendente de la potencia del movimiento de la oposición democrática. El tiempo va curvando la línea F en dirección a la caída libre. El ritmo acelerado de la curva D la proyecta hacia la ascensión vertical. Esas dos líneas se cruzarán en el punto de coincidencia del mínimo poder descendente y la máxima potencia ascendente. Esa era la estrategia de la ruptura democrática del Régimen dictatorial. La acción crucial iniciada por la Junta Democrática.

Dibujemos en otro plano la estrategia de la Reforma Política del Régimen que dio nacimiento a la Monarquía de Partidos. La línea F, antes de curvarse hacia la caída libre, busca el encuentro brusco con la línea D, en un punto donde el debilitado poder de F, antes de cruzarse con la potencia de D, la doblegue transformándola en poder estatal. La figura resultante es la copa de un pino, donde el tronco sólido del poder estatal sostiene la concavidad etérea de la convergencia de las curvas en el consenso. El poder del Estado de Partidos ha eliminado la potencia de la sociedad civil.

Pero lo que importa saber ahora no es la habilidad del Régimen franquista para convertirse en un Régimen monárquico sin control del poder, que es la connotación de las dictaduras, sino cual fue la razón suficiente de que la oposición pudiera traicionar con tanta facilidad sus anteriores ideales democráticos. ¿Por qué dejó de ser crucial la acción unida de los partidos clandestinos?

Las explicaciones psicológicas de la rendición de la oposición dejan de tener sentido cuando la traición es colectiva. Aquel dramático y repentino desfallecimiento obedecía a causas más profundas, que manaban de una conciencia de naufragio de los ideales republicanos y de una conciencia de frustración de las ambiciones de triunfo social, en una generación igualitaria que despreciaba el valor de la libertad política.

Sin saberlo, todos eran subproductos de la cultura difundida por Ortega y Gasset. Este admirado filósofo redujo la vida a un asunto de náufragos, que agitan los brazos para mantenerse a flote, y rebajó la cultura a un saber a qué atenerse para evitar el desastre social de tener que atenerse a la libertad y a la verdad. Una cultura de resignación para mantener a niños y esclavos en el miedo a las consecuencias y responsabilidades de la libertad.

Sin saberlo, los partidos de la izquierda social eran, en lo fundamental, discípulos de Ortega. Náufragos y fracasados o frustrados, sin escrúpulos para agarrase a la primera tabla de salvación, subir las escaleras del poder ajeno y pisar las alfombras del reconocimiento social. En verdad, supieron a que atenerse.

Si ésta ha sido la circunstancia determinante de la Transición, y si tal idiosincrasia continúa vigente en los partidos estatales, ¿de dónde surge la confianza en que la acción emprendida por el MCRC tendrá carácter crucial para los españoles?; ¿por qué tenemos la seguridad de que no se repetirá la triste historia de la Junta Democrática y de su hijastra, la Platajunta?

Por estas razones. La falsedad de la Monarquía de Partidos se está haciendo evidente a la mayoría de los gobernados. La unidad de la conciencia española no la garantiza la Monarquía. La libertad política está siendo percibida como un valor previo y superior al de la igualdad. El vínculo que une al “Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional” es de orden substancial, mientras que el compromiso unitario de los partidos de la Junta y la Platajunta era de orden accidental. Esta última razón, la del vínculo substancial, la analizaré en el siguiente ensayo.

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