En la evolución de las especies, el oportunismo desempeña una función capital. Las mas dotadas para vivir exclusivamente de la oportunidad, como esos peces con la boca siempre abierta o esas plantas carnívoras que solo tienen que cerrarse para abastecerse de energía, son las menos aptas para modificar su circunstancia vital. Es el reino del puro oportunismo. Otros vertebrados tienen que mudar de camisa para crecer. Es el reino del oportunismo reptil. Especies superiores, como el castor, no esperan su oportunidad de vida, se la procuran modificando el medio natural mediante la construcción de la nueva circunstancia que constituye su mundo artificial. Es el reino de la inteligencia instintiva.

Si desde un punto de vista biológico, el oportunismo pasivo es la facultad intelectual del parasitismo, desde la perspectiva de la humanidad es la primera causa de la decadencia de los pueblos. Los más dependientes de su circunstancia vital, los que siguieron al pie de la letra la enseñanza experimental de que el individuo no era más que su circunstancia tribal, quedaron pronto marginados de la historia de la humanidad.

Todos los cambios repentinos en el sistema de poder, al modificar la circunstancia vital, ocasionan tsunamis de oportunismo de todos los tipos. Cambios reptiles de chaqueta, bocas apostadas para engullir la presa, adaptación espontánea a la nueva situación, descubrimiento repentino de ocasiones favorables, olvido inmediato de lo anterior, imprevisión de lo porvenir, apología del presente. Los ejemplos históricos más ilustrativos se producen cuando, sin intervención de la sociedad gobernada, el asesinato, la muerte natural de un dictador o la destrucción de la tiranía por un ejército extranjero, liberan de repente las ambiciones soterradas en la cobardía.

Aunque sea fenómeno universalmente repetido, no deja de llamar la atención que el oportunismo de las acciones haya sido inmediatamente seguido por el oportunismo de los pensamientos, es decir, las teorías inmorales de religiosos y filósofos de la irracionalidad, que acomodan la ética a cada caso particular (jesuitismo o casuismo, combatido por la Ilustración); a la circunstancia vital (circunstancialismo del yo orteguiano, copiado, sin citarlo, de Max Stirner); a la situación (situacionismo de Aranguren, derivado del existencialismo); a la ocasión (ocasionalismo medieval del consensus, contra el libre albedrío), o a la coyuntura histórica (coyunturalismo o historicismo del sentido moral).

España ha dado constante ejemplo de oportunismo político. En la derecha se manifiesta en su apego a la doctrina de la accidentalidad de las formas de gobierno, de origen religioso, y a la ideología nacionalista, de origen fascista. Pero es la izquierda la que ha desarrollado todas los tipos de oportunismo, bajo el pretexto de que solo se tiene la ocasión de hacer cosas buenas para el pueblo desde el poder (millerandismo socialista) y de que el partido comunista creó la oportunidad de realizar la reconciliación nacional, también de origen religioso. Un Rey oportunista, elegido por un dictador, corona consecuentemente el Reino del oportunismo total, en esta Monarquía de Partidos, que no puede dar oportunidad, sin destruirse, a que asomen la moralidad natural y la inteligencia instintiva de la sociedad.

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