El régimen político vigente en España, oligarquía de partidos, no cumple los requisitos mínimos para que sea considerado un sistema democrático.
Los poderes políticos, ejecutivo y legislativo, no están separados, ya que no existen unas elecciones separadas para elegirlos. El poder legislativo no está formado por representantes de los electores. Además, la justicia no es independiente.
Para cumplir con los requisitos de la democracia, sería necesaria una nueva constitución. Para hacerlo, la actual debe ser deslegitimada, debiéndose abrir un nuevo período constituyente.
Como defendía Antonio García-Trevijano, la deslegitimación de la actual constitución debe venir a través de las urnas. Una abstención elevada provocaría, en última instancia, un cambio político que traería la democracia a España.
Estos son los porcentajes de participación en las elecciones generales desde 1977:

De esta serie de datos, y tras la lectura del ensayo La abstención electoral en España: certezas e interrogantes de Joan Font Fabregas, se pueden extraer diversas conclusiones, teniendo en cuenta que deducir por qué hay una mayor o menor participación no es una ciencia exacta.
En primer lugar, podemos observar que el nivel de abstención varía considerablemente de unas elecciones a otras. La participación más alta fue en 1982 con un 79,97% y la más baja en el año 1979 con un 68,04%.
El nivel de participación depende, entre otras cosas, de la percepción que tiene el votante sobre la importancia de las votaciones de que se trate. Así, el nivel más alto de abstención en unas elecciones en España se dio en las elecciones europeas de 1989 con un porcentaje de 45,2 %. Probablemente muchos ciudadanos consideraron que votar o no votar carecía de relevancia.
En las elecciones donde las previsiones de voto a los partidos están más igualadas y, por tanto, hay más posibilidades de que cambie el partido en el poder, se da una mayor participación. Así ocurrió en las recientes elecciones de 2019, con una participación del 75,7%, donde no había un claro favorito y sí bastante incertidumbre.
Las elecciones de 1982 y de 2004 fueron dos de las elecciones con un nivel más alto de participación, debido al golpe de Estado del 23F y a los atentados del 11M .
En 2016 se dio una participación relativamente baja, 66,48 %, debido probablemente a la proximidad de las elecciones anteriores del 2015. También hubo una participación baja en el año 2000 ante las expectativas claras de una victoria del PP.
El efecto de hartazgo de los españoles con los partidos tradicionales, tras la crisis económica con gobiernos del PP y del PSOE, que podría haber significado una mayor abstención, probablemente se vio compensado con la aparición de nuevos partidos como Ciudadanos, Podemos y, más recientemente, Vox.
Teniendo en cuenta estas reflexiones, hay que apuntar que existe actualmente la posibilidad de que las cúpulas de los partidos españoles no lleguen a acuerdos de gobierno y que, por tanto, se tengan que volver a celebrar elecciones generales.
De ser así, estas podrían tener una muy baja participación. En primer lugar, habría una sensación de hartazgo por tener que votar de nuevo en muy poco tiempo por el hecho de que los partidos políticos, por intereses propios, no hubieran alcanzado un acuerdo.
Además, los resultados podrían ser muy similares a las últimas elecciones, lo que haría que la “importancia” de ir a votar disminuyera. También se podría haber difuminado el efecto de los “nuevos partidos” que en el pasado probablemente fomentaron la participación.
En definitiva, cualquiera que quiera fomentar la abstención tendría su momento en estas posibles próximas elecciones.
Francisco Bustos

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