Martín Miguel Rubio

MARTÍN-MIGUEL RUBIO.

Luis María Anson el 12 de febrero de este año, Martes de Carnaval, nos brindó una magnífica y profunda conferencia en el prestigioso Club Siglo XXI. Aunque ya ha pasado mes y medio, sus palabras resuenan en el alma más ahora, cuando diríase que el Régimen actual está entrando en un  proceso de disolución irreversible, en barrena imparable. Los escándalos económicos y sexuales de la Corona, la ineficacia pantagruélica de la política que emana de los partidos, que representa el mayor obstáculo para el recto funcionamiento de una Administración con los funcionarios más preparados de Europa, la crisis económica ingobernable, el peligro real de desmembración de España y la delincuencia sistemática de las reboticas de los actuales partidos nos hacen verdad palmaria las palabras de Luis María Anson: “El Régimen está acabado. O lo reformamos nosotros desde dentro, o lo harán los otros de forma dramática y catastrófica“. En el “nosotros” Anson incluye a los constitucionalistas que fundaron el actual régimen sobre la base del consensus omnium bonorum y que ahora deben reformar la Constitución radicalmente para prolongar el Régimen otros treinta o cuarenta años y, de paso, el ser mismo de España. En los “otros” Anson incluye a los comunistas, los independentistas y todos aquellos otros partidos antisistema que han nacido y crecido al rebufo de la profunda crisis política que padecemos y que aniquilarían probablemente el sujeto histórico de España tal como lo conocemos desde la incorporación de Navarra a la Nación española.

Obviamente para Anson la solución a este impasse de régimen agónico, en breve moridero, debe venir de quienes integran el “nosotros”. Para ello, lo primero que se necesita es el robustecimiento del centro-izquierda encarnado en el PSOE. El PSOE debe aumentar clara y notoriamente el número de diputados, de suerte que si el PP no pueda llegar a la mayoría absoluta en las próximas elecciones ( 176 diputados ), el PSOE no se vea obligado para formar Gobierno a la aquiescencia disolvente de los que integran “los otros”, en expresión ansoniana. Es por ello que las próximas elecciones son cruciales en aras de prolongar la convivencia mediante reformas radicales que limiten el poder político de las autonomías, desalojen a los partidos del Estado reubicándolos en la sociedad civil, de la cual nunca tuvieron que salir, fortalezcan la Presidencia del Gobierno y la Administración Central, y se promulguen leyes orgánicas sobre Educación, Sanidad, Trabajo y Desarrollo Empresarial que isomorficen con sentido común todos los ámbitos del territorio nacional. Y también sería de interés la aceleración de la abdicación del actual Rey, Don Juan Carlos I, en su hijo, el futuro Felipe VI.

Pero la Reforma del Régimen sólo puede ser posible si el Partido político ganador en las próximas elecciones ( PP o PSOE ) no baja de 170 diputados. Si el PSOE gobernase con 155 0 160 se produciría el abrazo del oso con las fuerzas rupturistas, y el Régimen no sería profundamente reformado, sino quizás violentamente aniquilado.

Llegado a este punto, cabe una pregunta espinosa para mi admirado amigo Luis María Anson: ¿Se merece este Régimen ser reformado desde alguna instancia moral? ¿No nos vendría mejor a los españoles instaurar un régimen totalmente nuevo de forma pacífica? Salvo la unidad nacional y la libertad política todo lo demás es discutible. Menéndez Pidal señalaba con razón que la Historia de España se constituye en una unidad rítmica que se repite sin cesar, y que está compuesta de un tiempo marcado o ictus ( período de centripetismo ) y de un tiempo no marcado o débil (período de centrifuguismo). Acabamos el tiempo no marcado, y parece que iniciamos un nuevo pie con el ictus de centripetismo. Dios lo quiera.

Ahora bien, tanto la Reforma del Régimen como mucho más la Revolución Rupturista tienen como principal enemiga la modorra infinita de un pueblo y una sociedad debilitados por el suave veneno opiáceo del relativismo. Una sociedad sin valores comunes, en donde el subjetivismo y una libérrima hermenéutica de los derechos humanos y la libertad han sustituido la objetividad del bien moral y de la felicidad común, en donde la disolución de todo vínculo a la tierra, a las personas o a principios ha dañado la clásica naturaleza humana que necesita pertenecer a una comunidad natural, en donde la pluralización interpretativa y la fragmentación de la voluntad nacional impiden un decurso unitario de la historia nacional, en donde un mal entendido principio de la reducción de toda violencia ( cual el gongorino “Traten otros del gobierno/ del mundo y sus monarquías,/ mientras gobiernan mis días/ mantequillas y pan tierno…” ) asegura la inmovilidad del pueblo y consagra amnistiándolos los crímenes del poder, en donde la neutralidad ante el mal y las aberraciones ha hebetado la sensibilidad del pueblo, no nos da muchas esperanzas para salir de la cloaca de este presente. Sólo la crisis económica, el sufrimiento de la pobreza y la visión de la desfachatez cínica de la Corona, el Gobierno y los Partidos pueden hacer mover al pueblo a la búsqueda de una democracia no falsificada.

Nietzsche afirmaba profetizando en El crepúsculo de los ídolos, “Cómo el mundo verdadero se ha convertido en fábula”. Lo malo es que esta fábula sustituidora de la realidad se nos haya convertido a los españoles en un cuento de terror real.

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