La victoria de Hollande impulsa otra Europa”, dice el titular de “El País”. Eso no es verdad y es más cercano a la realidad el de “El Mundo”: “La victoria de Hollande abre una incertidumbre en Europa”. El hecho de que Hollande haya ganado por dos puntos de diferencia con un programa a favor del crecimiento vaticina un enfrentamiento con Angela Merkel.

La celebración de la victoria de Hollande en la Plaza de la Bastilla ha sido simbólica, pero de espaldas a la historia. La creencia de que en la Bastilla se inició la Revolución Francesa es falsa. Allí no triunfó ninguna revolución, fue un accidente fortuito.

En el 14 de julio de 1789, la Comuna de París retiró de Los Inválidos fusiles y cañones. Para buscar pólvora, fueron a la Bastilla unas 500 personas sin oficio ni beneficio. Durante horas, negociaron con el gobernador Launay. Fracasaron. A las 5 de la tarde, llegó una columna de milicianos municipales mandada por el teniente Ely.

Con un cañonazo se derrumbó el puente levadizo de la Bastilla. Los soldados suizos de la cárcel dispararon contra la masa, dejando 80 muertos. La furia asaltó la Bastilla. Mató a varios soldados suizos y tomó prisionero al gobernador. La Revolución no existió, sino un crimen atroz: el gobernador y el preboste fueron detenidos por los rebeldes, que pretendían llevarlos a la Comuna, pero antes les cortaron la cabeza, las insertaron en unas picas, las pasearon por París y las llevaron hasta donde estaban reunidos los revolucionarios: el Jardín de las Tullerías, residencia del Duque de Orleans.

Dos grandes revolucionarios franceses, Saint Just y Babeuf, describen este suceso en sendas cartas privadas a sus mujeres, relatando el horror que habían visto, propio de pueblos bárbaros y crueles. En Versalles, donde el rey estaba reunido con los diputados para convocar a los Estados Generales, llegan estas noticias y a Luis XVI le informan:

–      Sire, la Bastilla ha sido asaltada.

–      ¿Cómo? ¿Una rebelión?

–      No, Sire, una revolución.

La palabra revolución significaba entonces la vuelta de los astros al lugar donde giraban y era la primera vez que se aplicaba para definir una revuelta política. El rey se asustó tanto, que salió precipitadamente del Chateaux para ir a buscar a los jefes políticos del Tercer Estado, parte de los cuales habían huido pensando que tras la Bastilla irían a por ellos.

Cuando los encontró, tan atemorizados como él, pronunció aquellas célebres palabras:

–      Yo me confío a vosotros.

Estalló entonces el entusiasmo, la alegría y la euforia. Y allí acordaron varios puntos: celebrar la toma de la Bastilla con un tedeum en la Catedral, dirigida por el Arzobispo de París, que era el consejero de la extrema derecha y de María Antonieta. También decidieron que el rey se pusiera la gorra de París y que acudiera a la Comuna.

Luego la toma de la Bastilla fue en realidad un crimen santificado por la Iglesia y el rey por el miedo colectivo de la Corte y los revolucionarios a ser decapitados. Allí no empieza ninguna revolución.

Ha sido en la Plaza de la Bastilla donde el recién elegido presidente, Francois Hollande, pronunció las palabras de rigor: “Gobernaré para todos y no sólo para los que me han votado”. Esto también es falso porque es imposible, ya que el presidente va a ser fiel con el programa que lo ha elegido. Y lo que deberá hacer Hollande es cumplir su programa pues es el que mejor representa el interés general de Francia. Y ese interés general no es, obviamente, el de la mayoría que lo ha nombrado.

“Estoy encantado de que haya ganado Hollande, pero no porque yo sea socialista ni piense que vaya a realizar el círculo cuadrado de combinar la austeridad con el crecimiento, aunque seguro que se van a alargar los plazos para cumplir el déficit del 3% y es seguro que a España le van a dar un respiro y más plazo para cumplir el déficit” concluye Antonio García Trevijano.

LE PEN Y EL NAZISMO: UN EQUÍVOCO COMÚN

El resultado de estas elecciones presidenciales tendrá una importancia enorme sobre las legislativas del próximo junio, cuyas primeras encuestas dan al nacionalismo francés de Le Pen el mismo número de votos y escaños que ahora (18%). Sarkozy ha anunciado que se retira de la política activa, el centro y la derecha gaullista están descabezados. Le Pen puede llegar hasta el 20% en las legislativas. En tanto que nacionalista, el FN es de extrema derecha pero eso no quiere decir que sea fascista, como la extrema derecha española.

La extrema derecha francesa no es nazi. El nazismo fue un fenómeno muy singular de una época que nace de una vejación sufrida por Alemania como reacción contra las potencias occidentales por su política de imponerles unas condiciones inicuas en el Tratado de Versalles, que puso fin a la primera guerra mundial del 14. Alemania no podía cumplirlas y eso produjo una situación política tan espantosa de paro, deflación y devaluación, que su moneda, el marco alemán, llegó a ser usado para empapelar las habitaciones.

Hoy es imposible un renacimiento del neofascismo, que no tiene nada que ver con el simple racismo y la reacción contra los inmigrantes, que es la ideología de los partidos de la extrema derecha. Tienen en común con el nazismo la exaltación que éste produjo en la raza aria y la condena de los judíos y el semitismo. La torpeza de Occidente provocó el ascenso de Hitler y sus dirigentes no tuvieron el valor y el coraje para pararlo en Munich.

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