La extraordinaria obra política de Antonio García Trevijano no es fruto del azar ni de la improvisación, no pretende arrastrar a las masas de un día para otro hacia los palacios del poder, ni deslumbrar a un pueblo boquiabierto y atónito ante revelaciones inéditas y maravillosas. Sus ideas son claras, precisas y concretas, hasta tal punto que al principio nos hacen sentir cierta perplejidad, pues estamos acostumbrados a discursos relativistas, a afirmaciones sin certezas, sin seguridad. En definitiva, sin autoridad.   Es la obra de una vida de trabajo, reflexión y estudio, y por eso no se acomoda al mundo actual de prisas, resultados a corto plazo, inmediatez y marketing. La obra de don Antonio precisa ser aprendida, reposadamente entendida para ser sentida en toda su dimensión; de lo contrario no adquirirá la extensión y fuerza que la Libertad precisa.   Exige y produce en nosotros un cambio de mentalidad, un renacer. Nos requiere una profunda transformación en el bagaje estandarizado de las ideas con las que deambulábamos erráticos por la vida antes de conocerlas, aprenderlas y sentirlas. Exigen, de cada uno de nosotros, el esfuerzo de entender la Libertad para amarla. Pero nos da una ventaja, nos explica lo que es la Libertad política, su forma y su contenido y el sistema que la defiende y entroniza en la vida social y política.   Como los grandes hitos de la historia, y la obra de García Trevijano lo es, va poniendo despacio y sosegadamente a cada cosa su nombre y nos muestra el lugar de cada una de ellas.   El verdadero triunfo de la Libertad política no vendrá súbitamente cuando alguien la encumbre en la cima del poder, tal como hoy se entiende el poder en la partidocracia, sino de la convicción de millones de personas dispuestas a hacerla prevalecer en su vida, a todas horas, en todo lugar y en cualquier ocasión, incluida la política.   Nada ha resultado tan difícil para la humanidad que el cambio de pensamiento. Los cambios de paradigmas nos sitúan ante procesos tan amplios como aparentemente lentos: El Cristianismo, el Renacimiento, la Ilustración. Son procesos de fondo que modifican la trayectoria hasta entonces seguida por cada persona en sus costumbres y forma de pensar y por las sociedades en que tales personas se insertan.   Para el verdadero triunfo de las ideas esenciales, que generan cambios de paradigmas, no sólo en necesario la lúcida mente que las descubra y explique, sino del esfuerzo tenaz de muchas personas dispuestas a hacerlas fructificar sin importar los contratiempos.   A veces surgen en la historia chispazos, momentos límite en los que parece que la humanidad supera en un instante siglos de opresión y libera sus energías con el entusiasmo de quien cree haber alcanzado la meta, la Libertad. Pero si las ideas fundamentales que en ese momento entran en juego no son conocidas y reconocidas por todos, sin exclusión, lo que acontece no adquiere más que la categoría de anécdota tumultuosa y sus resultados suelen ser inversos a los deseados.   Quienes estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos para hacer prevalecer la obra política de Don Antonio, no por homenaje al Maestro, sino por la Libertad de todos, no necesitamos consuelo ante la adversidad, pues ésta nos estimula a seguir esforzándonos para conseguir que cada día más personas las conozcan, las aprendan y las sientan. Tampoco nos urge alcanzar el poder, pues ese no es nuestro propósito, sino que el organizar el poder para que nos sirva a todos con garantía la Libertad de todos.   El adversario no es tanto la partidocracia, pues ésta es fácilmente reconocible y sencillamente explicable; sino las ideas que conservamos en nuestros pliegues cerebrales, asentadas y decantadas en ellos firmemente por generaciones. Para que los regímenes de poder permanezcan en el tiempo, no es bastante con la violencia del Estado, la mentira permanente ni la impostura sistemática; es preciso, sobre todo, que esos regímenes tiránicos, dictatoriales o despóticos sean acogidos favorablemente en la mentalidad de las gentes a las que reprimen, oprimen y engañan.   Lo que tampoco podemos olvidar hoy es que las situaciones de quiebra económica del Estado y de la sociedad, cual es el caso que sufrimos, no se resuelven con una mejora circunstancial de los datos macroeconómicos sin que la estructura del poder político se resienta. En tales circunstancias la sociedad bulle en busca de las soluciones que el régimen no es capaz de encontrar o actuar.   Admitido cualquier sacrificio con la expectativa de salir del entuerto, puesta la ilusión y la esperanza en un cambio de gobernantes; desde el mismo momento, y no es este precisamente, en que la desesperanza se apropie de quienes con generosidad de ánimo entregaron su confianza a los que aseguraron la solución, la sociedad buscará con denuedo las ideas a que asirse. Ese será el momento en que la Libertad nos exigirá a los repúblicos haber hecho bien nuestros deberes.

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