El código no escrito del Bushido Samurai La caída de los ciegos   ¿Por qué se preocupan por su peinado cuando les van a cortar la cabeza? (Proverbio Samurai)   El incuestionable derrumbe de España y de otros países de la UE a causa de la tópica crisis no obedece en profundidad a cuestiones estrictamente económicas, pese a lo que dicen los simplones y manipulados informativos. Sí políticas, porque la gestión de la res pública está unida indisolublemente a la moral y la cultura. Toda la evolución de nuestro país desde que terminara la dictadura ha sido una sucesión in crescendo de mentiras y eufemismos que han definido y consolidado la ‘sociedad de la apariencia’. No importa lo que se es. Importa lo que los otros creen que eres. De tal modo que la dedicación fundamental de los ciudadanos en general y los políticos en particular no ha sido otra que emitir señales de falsa grandeza. La realización personal, lejos de ser un camino a la sabiduría, ha pasado a residir en el extracto de las cuentas bancarias, el registro de la propiedad, las sociedades interpuestas, los paraísos fiscales… Ese tremendo error de pensamiento ha construido un Baal complicado, multivectorial y servilista que se alimenta de vileza y metal. La soberbia, los brindis al sol, el ombliguismo, la autocomplacencia y el terrible dogma de considerar el dinero público dinero de nadie no podía tener otro fin que el que ahora vivimos. Así nuestra democracia no ha sido jamás democracia y la corrupción se ha extendido como el cólera.   A Gustavo von Aschenbach el sudor le derrite el maquillaje, el rimel de las pestañas y el tinte del cabello, mientras pasan cadáveres camino de la cal viva. Quiere tocar los cielos. Ha rechazado todo contacto con la vulgaridad. Y ha depositado su tormentosa ansia de belleza en el rostro y la rubia melena de Tadzio al viento. Tadzio, que juega con su camisa de rayas en las playas del Lido, ajeno a la grotesca decadencia que respiran los canales, lejos de las evoluciones del Vibrio Cholerae. Tadzio, delicado cirro que deja atrás al compositor que agoniza. Thomas Mann coloca pluma sobre la mesa en 1912 y Lucchino Visconti apaga el último foco del plató en 1973. Ambos están sentados frente a frente en una pequeña mesa de caoba. El entorno es expresionista. Sorbo a sorbo paladean un té. De repente Mann extrae de una vieja maleta de cuero un mapa que extiende sobre la tabla. Y Europa se desata cuando los pliegues del papel forman llanura. “Lucchino: lo he visto en las palabras de Nietzche. La esclerosis de la creatividad, la maldad y la mezquindad han destrozado Europa. Ya no tenemos civilización”. “Mi querido Thomas: buscando el oro han perdido el alma. La semana pasada en Princeton, Albert me dijo que ‘la vida es muy peligrosa, no sólo por las personas que hacen el mal, sino y sobre todo, por las que se sientan a ver lo que pasa.”   A mediados de este mes, quizá el día 15 o el 16, el eurodiputado británico Nigel Farage aseguró en el Parlamento de Estrasburgo que el rescate de España será siete veces superior al de Irlanda. Farage, dirigiéndose a sus compañeros advirtió que, aunque saben que “se ha acabado el juego”, en su desquiciado sueño europeísta del Estado-Nación “quieren seguir adelante y eliminar cualquier rastro de democracia”. Asimismo, destacó que el miedo – ya he hablado de él en estas páginas – se está apoderando de la clase política “mientras los ciudadanos quieren tirar todo a la basura de la historia”. Se podrá estar de acuerdo o no con la postura que defiende el señor Nigel, pero no se le puede negar que conoce perfectamente que estamos ante un problema de sistema y no simplemente ante un bache económico o un choque de ideologías. Sin embargo, en España, los ciudadanos, esos que Einstein define en el párrafo anterior como “los que se sientan a ver lo que pasa” no han entendido todavía que sólo la ruptura con la partitocracia, con la dictadura de los partidos, podrá generar un estado de cosas que nos posibilite avanzar. Si el resultado de las próximas Elecciones Generales sólo es la confirmación de la alternancia, el tren habrá pasado una vez más dejándonos con lágrimas en el andén.   España fue y sigue siendo picaresca y copla. Y hasta Zorrilla llegó a escribir en 1840 ‘El Zapatero y el Rey’, aunque la trama argumental nada tiene que ver con el descalabro que han organizado unos cuantos presidentes de Gobierno y Juan Carlos I. A Zapatero le ha tocado lo peor porque es el lodo de aquellos polvos ilícitos que constituyeron la denominada reforma. Pero son palabras de otra obra, también de Zorrilla, las que definen mejor a ese presidente que no lo es sin dejar de serlo (tal vez Ratzinger lo meta junto a la Santísima Trinidad en el ADN): “Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí”. Aunque Bambi no es precisamente un Tenorio. Por ello la ‘memoria amarga’ no viene de pendencias, entuertos y amoríos. El Financial Times estableció hace poco su origen: la estupidez. Así, en estos últimos 8 años de Vía Crucis, la socialdemocracia y sus sindicatos han logrado que el PIB per cápita vuelva a niveles de 2004. Entre talante y puñaladas traperas, España continúa alejándose de la convergencia con los países punteros de la UE. Algunos datos, no sé si los últimos: a) paro oficial por encima de los 4 millones de desempleados. b) Seguridad Social con un descenso del 1,23% de cotizantes. c) Inflación: en torno al 3%. Un panorama de altos precios y casi nulo crecimiento económico es de lo más indeseable. Y no sigo con la deuda fiscal, la deuda externa, los quinquis imputados por todo tipo de delitos, etc, porque para hablar de economía, el sr. Pedro M. González está mucho más preparado que yo. Sí les diré que el FMI ha vuelto a exigir al Gobierno que le meta mano “de forma valiente” al mercado laboral. Es decir, a los trabajadores. Que los eurodiputados no quieren volar en clase turista, leches. ¿Tan difícil de entender es eso?   Decía que España fue y sigue siendo país de picaresca y copla. Don Pablo de Cimorras, paradigma de vagabundos y tacaños, el lazarillo de Tormes, el Guzmán de Alfarache, eran personajes que basaban su existencia, aunque a un nivel más bajo, en lo que la cimentan hoy los miles de políticos y efectos colaterales que nos amargan la existencia desde el gran invento del Estado de las Autonomías: el robo, mangoneo o mamandurria, según el nivel lingüístico que uno quiera emplear. Ya les conté una vez que la clase política, enriqueciéndose a costa de las costillas del personal, ha constituido una clase social blindada que las únicas crisis que sufre son las esquizofrénicas. ¿Y la copla? Pues muchas coplas no son más que la historia de España extrapolada al lance amoroso. “En el café de Levante entre palmas y alegrías, cantaba la zarzamora; se lo pusieron de mote porque dicen que tenía los ojos como la mora. Le habló primero un tratante, y olé, y luego fue de un Marqués, que la lleno de brillantes, y olé, de la cabeza a los pies. Decía la gente que si era de hielo, que si de los hombres se estaba burlando, hasta que una noche, con rabia de celos, a la zarzamora pillaron llorando” … “Cuando sonaban las doce una copla de agonía lloraba la zarzamora, más nadie daba razones ni el intríngulis sabía de aquella pena traidora. Pero una noche al levante, y olé, fue a buscarla una mujer (Ángela Merkel); cuando la tuvo delante, y olé, se dijeron no sé qué. De aquello que hablaron ninguno sabió más la zarzamora lo dijo llorando en una coplilla que pronto ha corrido y que ya la gente la va publicando”. ¿Acaso no es ésta la reciente historia de España?   Siempre he preferido la mar a la tierra. Por ello veo a nuestra España llena de cardúmenes que, perseguidos por las orcas (del latín orco, demonio), se desplazan sin aún tener claro los rumbos a seguir. Y también almadrabas donde la vida de los atunes se extingue en la roja marea, ola convulsa de su propia sangre diluida. Es tiempo de Apocalipsis (revelación) y de falsos profetas que sin mojarse los pantalones tratan de obtener su botín. La suerte está echada y dudo que exista la posibilidad de una marcha atrás. La miserable partitocracia tiembla y rápidamente ha instalado sus mesas de trileros por calles, aceras y plazas, allí de donde les viene el miedo que les llega. Pero aún hay ciegos dando palos de ciego que necesitan un labrador que les evite la caída. Que el perro es más noble que el lazarillo. El 19-J fue un intenso momento de luz, la demostración de que cambiar la partitocracia por la libertad constituyente no es imposible ni entelequia sino algo muy cercano. Las dádivas del poder oligárquico pueden ser una tentación para algunos. Pero vienen envenenadas porque la falta de moral no permite el bien. Es irrenunciable acabar con esta manipulación fanática que ya dura 36 años. Es irrenunciable terminar con el secuestro del Estado. En caso contrario, entre todos protagonizaremos ‘La caída de los ciegos’, un film que ya no dirigirá Visconti sino ese equipo que traicionó a los españoles llevándolos, llevándonos, de una dictadura a otra a cambio de unos pocos altramuces de los que ya sólo quedan algunas cáscaras secas.

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