(Foto: sinsistema) Bastión y ariete   Circunstancias personales me impiden estar en el meollo de la acción y, en realidad, por el momento, apenas me dejan tiempo para enterarme del día a día de los acontecimientos a través de nuestro Diario. Sin embargo, con plena conciencia de mis limitaciones, me gustaría aportar mi granito de arena.   La física newtoniana establecía leyes generales válidas para fenómenos que, mirados después más de cerca, implican cierto grado de espontaneidad e indeterminación. La trayectoria de las partículas en un caldero de agua al que aplicamos un fuego no es enteramente predecible, aunque sabemos que la temperatura aumentará y que, de persistir, se llega a un punto de ebullición.   Las analogías del mundo natural con el social hay que manejarlas con cuidado. No podemos localizar con facilidad, por ejemplo, cuáles serían las paredes del caldero partidocrático, o hasta qué punto el supuesto fuego contiene llamaradas de hielo, por así decir. Si queremos seguir en todo caso esta analogía, lo primero que habría determinar es el grado de fuerza y duración del fuego y la masa de agua a calentar. Puede, así, que no se haya tratado más que de un fogonazo efímero y que la masa de agua sea tan grande que apenas nada se haya alterado. (Es evidente que el otro extremo –haber entrado en ebullición– no se ha producido).   A mi juicio, no obstante, y aunque en los acontecimientos inmediatos todo parezca diluirse en la renovación de un nuevo servilismo en formato postmoderno (o sea, insustancial, sensiblero y metafísico, a pesar de   sus   pretensiones    anti-metafísicas),    el movimiento 15M ha cambiado el panorama político en España. Incluso aunque su asamblearismo repita las discusiones bizantinas de la Asamblea francesa antes de la Revolución, el hecho de que el movimiento como tal se constituyese como netamente refractario a los Partidos Estatales demuestra que la situación no es tan estable como la pinta sin querer la prensa (sobre esto quisiera escribir otro día). El movimiento ha alterado notablemente la posición de las partículas. El retorno a aquella cómoda estabilidad de la corrupción es imposible. Los procesos físicos y sociales suceden en el tiempo, y la flecha del tiempo está marcada por la irreversibilidad.   El régimen partidocrático puede estar tal vez aún fuerte –digo estar, porque ser nunca lo fue–, pero no tanto como para resistir este bastión anti-partidocrático que, de hecho, más que bastión, es un ariete cornudo golpeando los portones del palacio del Poder. Cómo y cuándo caerá el portón son incógnitas, pero que caerá es indudable. El 15M ha dado un impulso vivísimo hacia una nueva situación abierta a un control realista el poder, sin demagogias particularistas.

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