War pictorial (foto: JOnny_t) Beligerancia estatal Casi todo el mundo cree que el Estado es un producto de la diversidad nacional, tan natural al don político de los hombres como la gramática común y el pluralismo idiomático lo son al don de la palabra. Pero la nación, como hecho ingenuo, está vinculada al proceso biológico del nacimiento, mientras que el Estado, como idea artificial, fue concebido para proteger a la nación, sustancialmente belicista, separando el estado de guerra del estado de paz y alejando el campo de batalla a la periferia de las naciones.   Los hombres del Estado descubrieron pronto que el artificio se prestaba de tal manera a las necesidades de gobierno y a las conveniencias de la economía que, con el tiempo, estos aprovechamientos secundarios pasaron a ser fines consustanciales. El primitivo belicismo nacional se transformó en beligerismo estatal. Las guerras se fueron haciendo más espaciadas, más lejanas y más mortíferas. El Estado podía contener los sentimientos agresivos de su población mientras no alcanzaran el punto de ebullición bélica. En ese momento, tomando la delantera, declaraba y gestionaba la guerra hasta dejar extenuado el instinto de agresividad nacional. La disuasión nuclear retiró, de los Estados, el atributo de “beligerar” en las zonas comprometidas y, de las Naciones, la mentalidad bélica. Las visiones dantescas de los sufrimientos causados por las armas de destrucción masiva ya no son asumidas por los ciudadanos como pura continuación de los sentimientos de orgullo nacional en que se basan la política armamentista y de liderazgo moral de sus Estados beligerantes. El holocausto nuclear no continuaría nada.   El final de la guerra fría, conservando el “pacifismo” de los pueblos que la han soportado, devolvió a los Estados “civilizados” la capacidad de maniobra para la que fueron ideados: la de hacer la guerra lejos de sus fronteras contra pueblos “bárbaros” que todavía guerrean por sentimientos. Los conflictos de los últimos años han puesto de relieve el contraste que separa a pueblos y Estados, todavía identificados en la agresividad nacionalista, de una serie de naciones, como España, divorciadas, por falta de sentimiento, de la calculada beligerancia de sus Estados.

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