Evento de espuma (foto: Tiacolulaere)   Los chicos de la fiesta   Los chicos de la fiesta son solidarios y alegres. Conocen el arte de irse de fiesta tras pronunciar un par de bellos apotegmas. Los chicos de la fiesta han leído literatura: a Vargas Llosa, también a García Márquez, y sin duda a Omar Jayyam o Li Po, a quienes emulan. Por descontado, a Kerouac y Bukowski. Los chicos de la fiesta discuten de política, antes de irse de fiesta. Se conocen bien entre ellos o pronto se conocerán, las ideologías apenas importan: éstas son la sal y la pimienta, una razón más para celebrar la diversidad.   Los chicos de la fiesta trabajan en lo que sea porque no les queda más remedio, “así son las cosas”. La sociedad no ve con buenos ojos que sus papis paguen sus vicios más allá de los treinta, y por eso se ven obligados a evacuar. No obstante, a los chicos de la fiesta sus papis les pusieron un piso. Los chicos de la fiesta son liberales, es decir, no condenan nada. Salvo a la Iglesia. También, claro, a Telefónica, la burocracia estatal, o el político de turno. Los chicos de la fiesta saben que donde España se juega verdaderamente su futuro es en el fútbol… y en el abastecimiento de cocaína.   Los chicos de la fiesta viajan, conocen países, van a sus museos y se cultivan (sin maestros, son muy independientes), y están al tanto de las nuevas tecnologías. Los chicos de la fiesta son muy críticos, pero saben olvidar — para eso se van de fiesta. Los chicos de la fiesta saben mucho de pobreza y opresión,  la han visto en la tele y experimentado con sus padres o sus profesores. Pero al cabo nace otra vez la alegría: pronto se irán de fiesta.   El ideal de los chicos de la fiesta es la eterna vegetación en los paraísos artificiales, aunque también son muy prácticos, y saben hacerlo entre los resquicios que les permite el mercado de trabajo. Los chicos de la fiesta demoran una relación estable, con la ilusa pretensión de que así, entre cópula y cópula esporádica, aprenderán más de la vida. Mas todo es compatible con la fiesta, siempre y cuando conste en acta que son celebradores de la vida hasta el final: trabajo doce horas al día, matrimonio e hijos, hipoteca y coche… todo es posible para los chicos de la fiesta.   Sus valores son impecables. Sus esperanzas nada menos que… todo. Todo han visto sus ojos experimentados, nada se les escapa, porque son chicos abiertos y han hablado con todo tipo de gente. El mundo está jodido: moralmente hacen lo que pueden, intachables. Los chicos de la fiesta se hacen mayores, pero no importa, porque todavía quedan los recuerdos… y la fiesta. Los chicos de la fiesta saben lo que hacen. Preparan nada menos que la revolución de las conciencias. Revolución silenciosa, inevitable. Revolución llena de sensibilidad, revolución un poco de todo, revolución sin instituciones, revolución de la magia. Sí, los chicos de la fiesta tienen el poder en sus manos. En una palabra, los chicos de la fiesta son los verdaderos demócratas en España. El auténtico futuro.

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