Semilla de arce (foto: Zerpheus) El ideal (in)coherente Poquísimos ideales permiten vivir con el orgullo de la coherencia toda la vida. Menos todavía si el ideal es vivido todo el tiempo con la misma fuerza que cuando fue descubierto, con la misma pasión y con la misma energía. Se diría que un síntoma de noble ideal es la energía que procura a quién lo busca incesantemente y la pasión de distinción de quién se siente poseído por él, con humildad por verse sobrepasado por la nobleza del camino emprendido y con orgullo al mismo tiempo por la consciencia de aquello que da sentido a la vida. Síntoma de ideal que quedó en mueca grotesca es la incoherencia de vivir traicionando a cada paso lo que fue sembrado al principio del camino. Es la peor tristeza, el rastro más infame que no puede desdibujarse en lo que quede de conciencia del traidor.   No hay muchos ideales que merezcan desgastarse hasta el último aliento de vida con la misma ilusión e ingenuidad moral de los primeros días de andadura. Sin duda, el camino de la libertad política es el mejor de ellos. Vivir por y para la libertad de uno mismo es vivir por y para la libertad de todos. El buscador de la libertad no descansa y no se cansa, no huye, sabe a dónde va y de dónde viene y sabe que la libertad es la verdad. No es poco. Más bien, es la vida. La vida verdadera que paga y reditúa al instante a quién se decide por ella. A García Trevijano le cabe el honor de haber abierto los caminos de la libertad política, matriz de libertades, a varias generaciones de españoles.   Otros ideales de signo espiritual más notorio fueron difundidos a los cuatro vientos como semillas liberadoras. Más de medio siglo después, sin embargo, el Opus Dei y los Legionarios de Cristo recogen las cenizas de los rastrojos que han ido dejando por donde han ido pasando. En las almas de los suyos dejaron tristeza, enfermedades mentales crónicas, dobles vidas, jóvenes de espíritu viejo y esquivo y corrupción. Sorprende la cantidad de personas que se entregaron a un ideal de manera generosa y el fraude que encontraron una vez dentro. La enorme decepción. Encerrados en vida y enclaustrados bajo la llave de la falsedad de vida. Desmintiendo con lo vivido aquello que se predica. Son dos monumentos, español y mejicano, al cinismo y la hipocresía moral. Contrastan con el monumento a la verdadera libertad: La República Constitucional.

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