El sistema de reparto entre los dos grandes partidos orgánicos del Régimen, que no otra cosa es esta Monarquía, se traslada hasta los mismísimos escándalos que sus respectivos voceros públicos se encargan de presentar sesgadamente, efectuando el juicio parcial que retroalimente o capte nuevas adhesiones frente a la apestosa inmundicia del rival. Algo ganan todos, pues estos episodios solamente deben apreciarse en su conveniente mitad. De esta forma, para los unos, lo impresentable es que el juez que está investigando un caso de cohecho y tráfico de influencias que afecta al partido de la oposición haya despachado informalmente, durante el tan simbólicamente señalado trance de dos monterías, con el ministro de Justicia, quedando la desvencijada trama del PP en algo, aunque censurable, anecdótico y puntual; resultando ésta última lo vergonzoso para la prensa afín al PSOE, y cosa perfectamente normal el que Garzón y Bermejo coincidan en afición y lugar. Eliminando la razón partidista de la ecuación para sumar los desmanes denunciados, puede apreciarse una muestra más de la corrupción generalizada y de la concertación en el abuso del poder intrínsecos al actual Estado de partidos.   Sin embargo, hay quien se afana en alzarse sobre tan exagerado sectarismo para poder así proteger lo esencial. Compensando el expresivo titular de su periódico del domingo sobre los sobornos en el PP con el tratado “cinegético” de su personalísima Carta del Director, Pedro J. Ramírez vuelve a erigirse en el auténtico público adalid del honrado pacto de los partidos, que a él tanta influencia y estatus le ha reportado, llamando la atención a Garzón y Bermejo por sacar los pies del tiesto poniendo en riesgo el chiringuito, pues entre aquellos que conocen los arcanos del poder basta una leve insinuación para entenderse; sólo que esta vez se le disparó la pluma al escribir en el último párrafo: El problema es que, como se descuiden, a lo mejor se encuentran con que tienen overbooking y toda una generación de idealistas maleados va quedando en evidencia… ¡Escatológico!   Pedro J. Ramírez (foto: petezin)

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