La inseparación de poderes no sólo tiene como consecuencia la politización de la Justicia, también la judicialización de la política. Si la politización de la Justicia en el Estado de partidos persigue el control sobre de órganos y resoluciones judiciales, la judicialización de la política consiste en desviar la resolución de diferencias entre los partidos a procesos judiciales cuando su solución debiera ser igualmente política.   Son las dos caras de la moneda de la inseparación. Una es lucha por el control del poder judicial para su sometimiento y dirección, y la otra ejecución del poder ya conquistado, ejerciéndolo contra el adversario partidista o ideológico. Si resulta evidente que a mayor dependencia judicial mayor politización de la Justicia, no menos cierto es que la judicialización de la vida política también aumenta exponencialmente de forma correlativa.   La personación como acusación particular del PSOE en las diligencias judiciales abiertas en el “Genovagate” es claro ejemplo de ello como lo son las querellas de ideología interpuestas por IU contra el estado israelí en la Audiencia Nacional o contra tres “aguirristas” de los órganos de gobierno de Cajamadrid. La judicialización de la vida política por el PP centrando sus esfuerzos en la ilegalización de los partidos del independentismo vasco no se queda a la zaga.   En ninguno de los casos citados existe la intención de perseguir el cumplimiento recto del Derecho, sino una intencionalidad o interés de la facción en la búsqueda de un objetivo político, que suele ser de una simplicidad tal como la misma eliminación física del adversario metiéndolo entre rejas, o anulándolo mediante su desprestigio. A la inversa, cuando el delito es cometido por quien es parte de la clase política, la impunidad es la moneda de cambio so capa de su “estigmatización”.   Fernández y Garzón (fotos: PSOE Totana y jmlage) Este efecto rebote de la ausencia de independencia judicial es más aparatoso cuanto más zafiamente se burlan los actores públicos de la separación de poderes como requisito sine qua non de la democracia. Por eso Fernández Bermejo y Garzón son dos caras espectaculares de esa misma moneda de la inseparación, politización de la Justicia y judicialización de la política. Uno busca lo particular en lo que debiera ser general y objetivo, el otro hace causas generales de lo que sólo puede ser individualmente juzgado.

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