"Washington cruzando el Delaware", de Emanuel Leutze Frío Después nevó, nevó durante meses. Y sobre aquella nieve los Padres Fundadores de los Estados Unidos de América firmaron la Constitución de Filadelfia. El señor Obama habla de aquellos hombres, de aquellos días. Hacía muchísimo frío, dice. Claro, por eso huyó lo grotesco, gracias al bendito frío. Ese es el motivo de que la mentalidad europea tenga que acudir siempre a la iconoclasia y no ocurra lo mismo en el Nuevo Mundo, aquí no hiela lo suficiente y la libertad puede sestear día y noche.   El convencional y moderado discurso de investidura del Presidente estadounidense arrastra símbolos que a cualquier europeo le parecen facticios, porque en nuestro continente su invocación no puede asociarse a la libertad política. Así, lo que allí es fundación rememorada o, mejor dicho, desarrollada, pues el genio de su originalidad sigue extendiéndose ahora, aquí es continua y oportuna refundación; lo que allá generación, acá regeneración cuando no lucrativa fusión. Si el presente ha surgido de una fuente digna, tarda mucho en necesitar memorias históricas, nuevos iconos o ausencia de simbología para encontrar una nueva legitimación. Cuando no hay respeto -o desprecio- sincero por la tradición sino ocultación de la condición propia, el desarraigo y el nihilismo se convierten en axiomáticos a la hora de establecer el nuevo mito fundador que en Política será siempre falaz.   Lo que parece aceptable durante una noche de juerga, ese compendio de travestidos, enanos, rameras, tahúres, camellos, fanfarrones y borrachos, es sencillamente repugnante a la luz del día. En la política europea se da la situación inversa. Lo grotesco, que es la opresión institucionalizada, se viste de corbata y maneras televisivas para ser aceptado. Cuando esto ocurre, el refinamiento de la libertad expresada en palabra o acto, escuece. En algún momento ambas realidades, la orgía y la pseudo-política, confluyen: el cine del señor Almodóvar es un buen ejemplo. Lo grotesco acompaña a lo falso, a lo traído desde lo innoble, la traición y la mentira. Lo grotesco acompaña a lo que, sin auténtico genio creador, pretende superar todo aquello que no sea el uno mismo. Lo grotesco no puede ir de la mano de Obama, ni de los Estados Unidos. Algo fresco, que es la vivencia de ideales morales y realismo político, está presente en Obama, en su tierra.

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