Escultura botánica (foto: Manky Maxblack) Nudismo político Nada más pisar una playa nudista cualquier persona honesta reconoce que la desnudez civilizada es algo profundamente antinatural. Fuera de la recreación artística, el exhibicionismo que no simboliza una protesta o puede inyectarse inmediatamente en las venas del ánimo (pornografía), resulta descorazonador. El desnudo en el arte produce en quien contempla una sublime desnudez sentimental mientras viste el espíritu y arropa cálidamente de cultura (de otrosidad); pero también en alguno de sus aspectos, como siempre en la masturbación masculina (destino de la pornografía) y en la compartida intimidad sexual, hay algo primitivo que se arruga -sí, se arruga- al publicarse la desnudez.   Esta comunicación ostensiva del desnudo, produce en la mojigata espontaneidad humana un sentimiento parecido al que sufren los sabihondos cuando pisan terreno desconocido. Como toda vanidad, la sobrevaloración de lo que se sabe y el miedo a ser descubierto en ignorancia, expresan una impúdica desconfianza en uno mismo. La desnudez corporal produce desazón en las miradas ajenas y la falsa sabiduría en la propia; pero no terminan aquí los desasosiegos que aparecen relacionados con la intimidad. La libertad mencionada, exhibida, reconocida o intuida produce en las generaciones de la dictadura y la partidocracia un pudor revelador.   La libertad salvaje, tan literariamente compatible con la mística individualista, es antinatural. La libertad no es fruto de la civilización, sino una de sus condiciones, por eso nos asilvestramos cuando no somos libres. Y los incivilizados, como los incivilizando (utópicos, conservadores y egotistas), sienten vergüenza al ser publicados. Pero siendo la libertad (y la libertad política por antonomasia), como el arte, uno de los asuntos menos íntimos que existen, a nadie debería incomodar la desnudez política. En lo que respecta a la libertad el nudismo es saludable, la pornografía impensable. El procaz desnudo físico denota falta de educación tanto si es vanidoso, como si es tontamente idealista; el sonrojo cultural, complejo de inferioridad; el pudor político, servidumbre voluntaria.

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