El típico tópico kantiano: “tal vez eso sea correcto en teoría pero no sirve para la práctica” aplicado ahora a la resolución de los problemas de política económica por la decisión de la mayoría, en instituciones representativas, ha estallado en mil pedazos materiales –imposible, por tanto, de recomponer- con la reciente crisis financiera y económica, internacional y nacional, y la reunión “refundadora de lo mismo” en Washington, capital de la policía política mundial, porque lo que en teoría se conforma como democracia verdadera bajo una república constitucional se revela también única práctica posible y útil para la recuperación del crecimiento económico y del bienestar social –por lo demás condición sociológica necesaria de libertades reales y formales del “ciudadano burgués” según Raymond Aron.   Si hace unas semanas Ralf Dahrendorf, desde su apacible retiro alemán, disculpaba a los políticos de los estados de partido europeos de la crisis y la recesión, y culpaba, por el contrario, a los magnates financieros y sus negocios; los acontecimientos actuales, que se precipitan a gran velocidad, nos desvelan, sin embargo y una vez más, el imperativo categórico político, no por teórico menos práctico, a saber: “salus publica suprema civitatis lex est”; pero la salud pública que aquí se ha de tomar en consideración ante todo es precisamente aquella constitución legítima que garantice a cada uno su libertad asegurando la libertad de todos: un sistema político de libertad pública.   Cumbre de Washington (foto: Gobierno Federal) Para la dignidad humana sólo tal libertad es un fin en sí mismo. El aumento de la deuda pública para mantener una felicidad de súbdito satisfecho en su consumo alienante es impropio de ciudadanos libres que no sean autodestructivos con su nación y con ellos mismos. A falta de tomar en consideración los riesgos de las externalidades catastróficas para la economía real y la sociedad, los especuladores del capitalismo de salón y sus “dobles” políticos de partido, han terminado por confirmar la validez práctica, además de teórica, de los principios éticos universales en la política económica. No habrá recuperación económica y social sin una democracia con libertad política como principio ético.

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